miércoles, 16 de diciembre de 2009

11 del 11 del 11 (1)

Pues sí, fue el 11 de noviembre de 1911 cuando el periódico de intereses generales El Teide, editado en Puerto de la Cruz (C/ Iriarte, 40), tal y como indicábamos hace unos días, se hizo eco del malestar existente en el ayuntamiento. En ese número 330 da amplia información de una comunicación al Gobernador Civil por parte de los señores concejales (D. Felipe Machado del Hoyo, D. Melchor Luz Lima, D. Adolfo Pérez Carballo, D. Agustín Estrada Madan, D. Andrés Torrents Solá, D. Marcos Baeza Carrillo, D. Pedro Cruzart Espinosa, D. Vicente Cartaya Cairós y D. Juan Carrillo Carrillo) y de las dos mociones que habían presentado para su debate en el Consistorio. Pero el periódico, a modo de preámbulo, editorializa, entre otras ‘lindezas’, lo siguiente (respetamos redacción y ortografía originales):
“Lo que no podemos disimular es el enojo que se apodera de nuestro ánimo ante atrevimientos inconsebibles. La claque que rodea al señor Arroyo llega en su osadía á proponer apuestas de uno contra ciento, de que sea cual fuese el resultado de la próxima lucha electoral, aquel burgués desempeñará el cargo de Alcalde mientras sea Gobernador de Canarias el General Eulate, dando á entender con sus reticencias, que tienen prisionera la voluntad de aquella Autoridad con los obsequios que le han prodigado en los Hoteles de este Puerto. A pesar de la riqueza de nuestro idioma no encontramos palabras con que expresar la indignación que nos producen semejantes calumnias, y apena nuestro ánimo llenándonos de tristeza, considerar que el respetable nombre del valiente marino, honra de la patria, del héroe que en Santiago de Cuba desde el puente del Vizcaya admiró hasta á sus enemigos, sea traido y llevado sin miramientos por ambiciosos é insignificantes politiqueros, uniéndolo al recuerdo de miserables viandas y de unas cuantas botellas de champagne compradas con el dinero de comerciantes puestos á escote […].
Tales aseveraciones, aunque no sean más que brabatas, indican un plan preconcevido de ilegalidades y amaños. ¿Qué se proponen esos aventureros políticos? ¿Echarán papeletas á granel en las urnas como en Mayo de 1899, ó tratarán de alterar el orden público para cerrar el Colegio culpando luego a sus inofensivos contrarios? Creemos que se equivocan miserablemente si cuentan con el auxilio de la fuerza armada que han pedido para llevar á cabo los planes que meditan […], pues la Benemérita no se prestará jamás á secundar maldades é injusticias. De todos modos, los republicanos y liberales deben estar prevenidos llevando á los Colegios Notarios que den fé de lo que allí pase, porque ya conocemos la audacia de sus adversarios, capaces de preparar y ejecutar alguna maniobra no santa”.
Del comunicado de los ediles al Gobernador destacamos:
“Que las disposiciones arbitrarias de D. José de Arroyo, como Alcalde de este Puerto, nos obligan á recabar el auxilio de la superior autoridad de V.E. para poner coto á demasías y extralimitaciones que, de continuar, harán imposible la Administración municipal y menoscabarán los más rudimentarios principios de nuestra vida colectiva.
[…] Por ahora solamente hace al caso consignar que el Sr. Arroyo desde el puesto que ocupa no se propone otra cosa que rehabilitar á los fracasados de mil ochocientos noventa y nueve, llevando á cabo una política encaminada á sacar odios hereditarios y establecer una soberanía que entregue este pueblo, atado de pies y manos, á una sola familia y á una oligarquía sin ideales políticos.
[…] El primer acto de aquel Sr. al posecionarse del cargo de Alcalde (obtenido por un procedimiento ilegal, pues los Ayuntamientos interinos no pueden designar ese cargo por medio de votación, porque corresponde al Concejal de mayor número de votos en elección popular) fue destituir empleados tan probos como los Fieles de consumos D. Julián Casañas, D. Joaquín Márquez y D. Pedro César Carrillo, sustituyéndolos con otros á quienes querían pagar servicios electorales, alentándolos para que siguieran prestándolos. Repuesto el Ayuntamiento por R.O. de diez y siete de Noviembre de mil novecientos diez, acordó, como era natural, destituir á los Fieles nombrados por los Concejales interinos, sustituyéndolos con los anteriores, honrados padres de familia víctimas del odio del Sr. Arroyo; pero este con inaudita despreocupación suspendió el acuerdo y tuvo la inconcebible audacia de fundar la suspensión en el temor de que se alterase el orden público”.
(continuaremos)

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