martes, 19 de enero de 2010

Cosas de los chicos de antes (2)

(continuación)
Una queja de un importante cargo de la Casa Yeoward al jefe de la policía portuense, porque los chicos le estaban causando daños en la mercancía depositada en el muelle y la respuesta de éste en el sentido que los denunciara al juzgado porque ellos estaban para vigilar el pueblo y no podían estar fijos en aquel lugar, es motivo de inclusión en una sección denominada ‘Información’ en El Teide (16-diciembre-1908, año I, número 30, página 3).
El citado periódico (El Teide, Puerto de la Cruz, 30-enero-1909, año I, número 43, página 2) incluye en sus páginas, semanas después, que persona seria y digna de todo crédito había pasado por la Redacción a realizar la siguiente observación de los comportamientos de unos niños en el calle de La Hoya:
“En días pasados se encontraba este señor en un sitio que posee en dicha calle, y una piedra arrojada por uno de estos ‘niños’, pasó rozándole el ala del sombrero, y no sólo esto, sino que creyendo que lo que allí cultiva, es de todos, se le entran y destrozan sus plantíos”.
Recomendación al Sr. alcalde para que alguno de los municipales se diese un paseíto por dicha calle a fin de evitar tales abusos “que desdicen de un pueblo culto como éste”.
Y otra cita del mismo diario (El Teide, Puerto de la Cruz, 27-marzo-1909, año I, número 59, página 2):
“Persona que nos merece entero crédito” se acerca a la Redacción para que desde el periódico se llame la atención de las autoridades locales, porque ciertos ‘niños maleducados’ se entretienen en untar con sebo la acera de la calle Nieves Ravelo, esquina a la de Cupido. Entretenimiento que constituye un verdadero peligro para los transeúntes. “Son muchísimas las personas que han caído; y hace pocos días, corrió la misma suerte una respetable señora, que con toda seguridad habrá formado muy mal concepto de este pueblo creyendo que aquí no hay policías”.
Nueva llamada de atención al alcalde parta que excite el celo del Sr. Comisario y personal a sus órdenes para que se remedien tales abusos.
Curiosa recomendación de El Teide (4-agosto-1909, año I, número 96, página 3) a las autoridades para que dispongan el medio de impedir que “ciertos NIÑOS (así de grandes) se bañen los domingos por la ‘Cueva de San Telmo’ llevando solamente el traje que usó nuestro padre Adán”.
Se preguntaba Arautápala (30-septiembre-1909, año I, número 66, página 2), en ‘Para la policía’, qué pasaba con los chicos en la calle portuense El Lomo. “Sería muy conveniente que con frecuencia se vigilara la citada vía, porque según nos dicen, varios niños en lugar de ir á la escuela ó estudiar sus clases, la han tomado por campo de operaciones, decimos de desvergüenzas”.
Al Sr. Eulate, Gobernador Civil de la Provincia, se eleva encarecido ruego desde Arautápala (15-enero-1910, año I, número 112, página 1) para que haga “entrar en cintura” a los alcaldes de la Matanza, La Victoria y Santa Úrsula, por las múltiples quejas que llegan a las redacciones de los periódicos acerca del incorrecto proceder que observan muchos niños en la carretera general al paso de los viajeros, bien pidiendo dinero, bien interceptando el paso con juegos de arcos y otros análogos. “Mientras tanto, las escuelas públicas... ¡Ay, las escuelas! Vacías, vacías, ó poco menos”.
Lo malo es que esas autoridades no leen la prensa, “allá ellos con sus ahorros”, lo que es bonita manera de dar ejemplo a sus administrados, una magnífica idea de ilustrar a sus convecinos y sus no menos exquisitos medios de difundir la cultura.
Mientras, a seguir en el carro y oyendo gritar, al paso por esos pueblos, a las infelices y pobres criaturas, de quien tan poco se preocupan sus alcaldes, aquello de “un penny, un penny”. Y al Gobernador, que tome nota de lo manifestado en esas líneas, porque bien merecen ser atendidas.
Se caracterizó el citado periódico portuense (Arautápala, Puerto de la Cruz, 25-enero-1910, año I, número 116, páginas 1 y 2) por sus constantes llamadas de atención a las autoridades para intentar poner freno a los constantes problemas que ocasionaban los chiquillos en los lugares públicos.
En el número indicado, se dirige al alcalde de Puerto de la Cruz por los hechos verdaderamente escandalosos que acontecen en la localidad. “Pululan esos angelitos en grupos, que no suelen brillar por el vestido ni por la limpieza, y profiriendo palabrotas é interjecciones, ninguna de las cuales se encuentra en los diccionarios, por las calles, las plazas, los paseos, por toda la población –que tienen ellos por suya– y sus alrededores, sin respetar nada ni á nadie, sin consideración al anciano, al enfermo, al inválido, y, lo que acaso es aún peor, haciendo blanco de sus burlas y sus inconvenientes á los extranjeros”.
Exagera la nota un tanto el periódico al indicar que muchos turistas se habían quejado por creer haber venido a un país civilizado y estimar haber llegado “á la Cafrería ó la Patagonia”, frase que el mismo articulista considera exagerada.
¿No tiene la autoridad municipal atribuciones y medios para acabar con estos espectáculos?, se pregunta. Lo malo es que las familias, para quitárselos de encima, los lanzan al arroyo; la falta de escuelas donde recogerlos; la indiferencia de los padres; la policía que no cumple con sus deberes y resto de obstáculos, “ya añejos entre nosotros, y encarnados profundamente en nuestro modo de ser”.
(continuará)

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