lunes, 21 de junio de 2010

Magníficos resultados


Durante años la sociedad ha menospreciado el valor de la educación y los padres de los estudiantes han sido ‘cómplices inconscientes’ de ello. La sociedad tenía un modelo alternativo de éxito, la regla era ganar dinero y abandonar cuanto antes el sistema educativo. Hemos sido víctimas de esa norma. Hay que cambiar y defender el esfuerzo de estudiar.
Vivimos una desorganización de horarios dramática en la que la convivencia familiar está a la cola de las prioridades. La actividad laboral del padre y de la madre va en detrimento del seguimiento sistemático de la actividad escolar.
Si a un maestro español lo enviamos a Finlandia (paradigma del éxito) obtendremos resultados finlandeses, y un finlandés lograría aquí resultados españoles.
Los tres parrafitos anteriores, en los que he introducido la pequeña trampa de cambiar ‘catalanes’ del original por ‘españoles’, son declaraciones del sociólogo Salvador Cardús, decano de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona, acerca de los “magníficos” resultados obtenidos por los alumnos de 4º de primaria. Milagros opina que en Canarias los culpables somos los maestros.
Muchos maestros no se han puesto al día e imparten formación memorística que sirve para ir a un concurso de televisión. Los sindicatos son un obstáculo para introducir cambios porque defienden al trabajador, consideran que tiene derecho a un puesto de trabajo, pero no preguntan por la calidad de lo que hace. Y la Consejería de Educación no se muestra suficientemente sólida y segura para hacer frente a una mudanza de esas características. La burocracia y lejanía de la Administración tampoco son un estímulo.
Y el precedente es la opinión de Assumpta Sogas, directora de la escuela pública El Sagrer del barrio barcelonés de la Sagrera (que no se mordió la lengua). Milagros sigue creyendo que en Canarias los culpables seguimos siendo los maestros.
Faltan apoyos, gente que arrime el hombro, aunque no se puede generalizar porque hay centros admirables. Y en los tiempos de dificultades que corren y que han de venir, todavía harán falta muchos más esfuerzos (Presidenta de la Federació d'Associacions de Mares i Pares d'Alumnes de Catalunya).
Por estos lares entendemos, Milagros también, que al frente de una Federación de Ampas pueden hallarse, desde hace varias décadas (sí, has leído bien), personas sin hijos en edad escolar.
Introducir ordenadores en la escuela no es innovar, sino más bien llevar a los centros algo que ya es común en la sociedad. El ingeniero (Xavier Kirchner, uno de los coordinadores del programa que se inició en septiembre con la introducción de 7.000 portátiles en las aulas de secundaria) explica que a menudo los conocimientos no llegan al alumnado porque el formato es erróneo. Los niños se han acostumbrado a recibir los mensajes de una forma, pero en la escuela les llegan de otra. Cambiar el formato no es una garantía de que mejoren sus rendimientos, dependerá de la potencia del proyecto educativo, pero salva el primer escollo.
Sí, Jesús, a saber, yo, está loco cuando, por activa y por pasiva, ha dicho que la informática (ordenadores incluidos) en los centros no le dice nada al alumno porque en casa tiene muchos más atractivos. Y que para alcanzar cierta armonía familiar, para que los padres tengan un rato y poder hablar con sus hijos de temas educativos, hace falta regular el horario laboral mediante incentivos que permitan que al menos uno de los padres tenga un fisco de tiempo, y que no todo se reduzca a empaquetarlos, a la prisa y corriendo, por la mañana, subirlos a la guagua y darles un beso por la noche cuando regresan del trabajo y los niños ya están durmiendo porque los acostó la abuela (cuando no ellos solitos).
Pongamos algo, no obstante, en el haber de la Consejería canaria: el ímprobo esfuerzo de “vitaminar” (¿recuerdan lo de “vitaminarse y mineralizarse”?) a nuestros chicos tupiéndolos a peras de Chile. Menos mal que no hemos comenzado con los higos de pico; los laxantes se agotarían en las boticas.
Hasta más ver.

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