lunes, 20 de septiembre de 2010

Por la retaguardia

Nos comemos una lechuga y pensamos si fue tratada convenientemente mientras estuvo sembrada en el campo. Lavamos dieciocho veces la fruta por si le quedan restos de algún líquido raro. Nos zampamos un pollo y se nos mete el miedo en el cuerpo, pues lo mismo nos volvemos mariquitas (pregúntenle a Evo Morales). Cada dos por tres, y desde fuentes interesadas, surgen informaciones de los peligros de tal o cual producto. Y a ti se te pone una cara de bobo de no te menees. Porque si no comes, te mueres (de hambre) y si comes, también corres el peligro de estirar la pata por ingerir cualquier bicho que burló los supuestos controles sanitarios.
Hace cuatro o cinco décadas ibas por las noches en busca de cualquier higuera extraviada. Y una vez en el lugar tenías dos opciones: recoger los higos en cualquier recipiente improvisado (que luego eran degustados en la tranquilidad de un sitio menos comprometido) o depositarlos directamente en la vasija estomacal. En ambas situaciones existía un peligro evidente: la existencia de los denominados ‘bichos’ en el interior de la fruta en cuestión. Y te los zampabas, tú. Por una simple razón: los bichos estaban allí porque la fruta no había sido ‘lavada’. Y cuando se lavaba sí que había peligro. Porque los líquidos (insecticidas) de aquel entonces sí que tenían su enjundia. Sin dudar, el mentado como fosferno (ignoro si se escribe así) era el no va más. Cuántos no escaparon por un simple buche, consentido o no. Pero sabías de qué te morías.
Han cambiado los tiempos. Mucho. Ahora no te mueres, te matan. Mejor, te van matando poco a poco y ni te enteras. Y lo mismo te atacan por el inicio del aparato digestivo que por el final. Sí, por el tubo del escape. Con algo tan simple como un trozo de papel. Es decir, que tú vas al baño y haces aquello. Luego, porque uno debe adaptarse a los tiempos que corren, de manera casi instintiva agarras el fragmento del rollo que consideres idóneo para las dimensiones del acto precedente (léase, cantidad, características físicas, explosión…) y limpias cuidadosamente tus partes traseras. Si estás en casa, vas al bidé y concluyes con un buen baldeo. Si el retortijón te trincó lejos del hogar dulce hogar y no llevabas toallitas refrescantes, a fastidiarte y aguantar el resquemor hasta que regreses a casa. Pero si estabas, mero ejemplo, con irritaciones y tuviste la desgracia de haber adquirido un papel inadecuado, lo mismo te comienza una flojedad culera que te ‘emborca’ sin darte cuenta.
Pues sí, la Administración General de Supervisión de Calidad, Inspección y Cuarentena tomó muestras de 600 fabricantes de papel higiénico en todas las provincias chinas y halló que un 10 por ciento de los productos no cumplían con los estándares de calidad. En concreto, en 18 casos se detectaron bacterias nocivas. Se estima que el 90% de los productos de papel reciclado contienen gérmenes. ¿Cómo se te queda el cu…erpo? Y existen tres tipos de bacterias letales que pueden hallarse en el papel de limpiarte aquello: E. Coli, que causa diarreas sanguinolentas; estafilococos, que pueden ser letales; y una cadena de microorganismos llamados estreptococos hemolíticos, que destruye las células blancas. Aunque posteriores análisis han detectado, además, cantidades suficientes de otras bacterias que descalifican el papel para consumo humano. Bueno, lo de consumo sitúalo en el contexto preciso; no seas animal y te limpies la boca con eso después de comer.
Para consolarnos de asco leemos asimismo que “los productos de China, uno de los principales exportadores del planeta, han causado en los últimos años numerosas intoxicaciones masivas dentro y fuera de sus fronteras debido a la falta de aplicación de medidas de seguridad alimentaria e higiénicas”.
Los ingenuos, como yo, creíamos que nos bastaba con tapar los orificios superiores (boca, nariz, oídos). Pero estábamos completamente equivocados, sumidos en un profundo error. Tengo la impresión de que a partir de ahora debemos ir a todas partes haciendo fuerzas (como cuando te da un repentino deseo de salir corriendo para el cuarto de baño) y llevando el agujero que nos permite defecar en posición bastante estreñida, so pena de adquirir cualquier enfermedad infecto-contagiosa.
Hasta mañana. Y cuídense. A pesar de estas informaciones, hay asuntos a los que es preciso seguir atendiendo a la usanza tradicional. Qué quieres que te diga, lo del dedo me parece un remedio más… más… más… Ño, no me sale; ¿estaré astringido?

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