sábado, 9 de octubre de 2010

Avenida de Canarias

Tras la remodelación de gran parte del viario en Realejo Alto (zona comercial abierta), observamos con asombro cómo cada cual hace lo que le viene en gana sin que se intente poner coto a tales desmanes. Me refiero, fundamentalmente, al caos circulatorio que se produce en la Avenida de Canarias y algún tramo de la Avenida de los Remedios. Porque aparcamos donde mejor nos convenga para darnos un salto a cualquier establecimiento y, bajo el pretexto de “un minuto”, debemos comulgar con piedras de molino (no precisamente las de La Carrera). Hay momentos en los que es difícil transitar con un vehículo de tamaño medio. Ni contarte quiero los trances a los que se ven sometidos los conductores de las guaguas. Menos mal que tienen buena pita y despiertan a los policías que están donde no deben estar. Normalmente.
Hace unos días se inauguró el flamante edificio existente en la trasera del ayuntamiento y que alberga un elegante aparcamiento. Parece que las dificultades administrativas han quedado superadas y Los Realejos se suma al carro de los nuevos tiempos. Falta ahora adquirir la cultura necesaria para comenzar a usar dichas instalaciones. Algo que sí hacemos cuando vamos a otra ciudad sin mayores inconvenientes o protestas. Ahí tenemos, por ejemplo, el existente en el Hospital Universitario de Canarias –bastante salado, por cierto– que es utilizado de forma masiva. Además, este de Los Realejos tiene unas tarifas asaz económicas, por lo que no se entiende el porqué de esa permisividad.
Toda la mañana del pasado martes, creo recordar, un policía estuvo, bloc en mano, cumpliendo la misión de que la vía quedara expedita y que se pudiera circular con fluidez. Ayer también estaba otro. Pero me temo que son simples amagos. Porque se continúa con la inveterada costumbre de poner los cuatro intermitentes y dejar el coche para ir al cajero, a la librería o al centro médico. Y, también, para mayor desgracia, se han sumado los que repiten la jugada en la Avenida de los Remedios, justo donde subimos para la Calle El Sol. Deben ser los clientes de la entidad bancaria allí establecida. Sí, “es sólo un momento”.
Soy consciente de los problemas habidos cuando se inició la construcción de los aparcamientos mencionados, pues el trámite administrativo no fue, precisamente, un dechado de virtudes. Pero si ha habido acuerdo plenario para su definitiva puesta en funcionamiento, si hay un reglamento de gestión y uso, cuestión sería de que todos los grupos políticos hicieran campaña para que aprendamos a usarlos. Puedo corroborar que ese ‘minuto’ que reclamamos al guardia para ir a correos, al propio ayuntamiento o a devolver unos zapatos, apenas nos costará unos céntimos de euro. Y si no lo dejas en la zona habilitada al inicio de la carretera nueva de La Cruz Santa o en tu casa y vienes caminando. Ya está bien de espectáculos que denigran la buena imagen de un pueblo.
A estas alturas de la película, un servidor no sabe si existe un concejal que ostente la delegación que se ocupe de estos menesteres o es el propio alcalde el que directamente ha asumido esta gestión. Mas los resultados me indican que sea de una u otra manera la labor ha sido nefasta. Tampoco entra en mi dura sesera cómo la policía es capaz de ir a la cafetería que está justo enfrente de la Jefatura local y no ve el desaguisado que tiene ante sus ojos. Iba a escribir ‘atónitos ojos’, pero da la ligera impresión de que ya ni siquiera las dobles filas por ambos carriles de bajada les causan mella, los dejan boquiabiertos. Yo creo que se muestran condescendientes con los infractores para que no les echen en cara que ellos cruzan sin ir al paso de peatones. A saber, favor por favor.
Cierta vez se puso Isaac Valencia a dirigir el tráfico frente a su casa en El Calvario de La Orotava. Aquí en mi pueblo, aparte de lo ya mentado, ni siquiera hemos recapacitado para ver qué hacemos con la guagua que para al inicio de la calle El Medio. Entre la susodicha y los que van a comprar a la Ferretería de Ernesto (incluyendo los vehículos municipales), otro desatino. ¡Oh!, es que somos muchos. Entonces, ¿para qué nos devanamos los sesos en plantear el incremento de la plantilla policial, para qué 21 concejales, para qué asesores, gabinetes, secretarios particulares, para qué…? ¿Por qué no te callas?

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