sábado, 30 de octubre de 2010

Ruegos y preguntas

No entiendo la dinámica establecida en algunos ayuntamientos para el apartado de ruegos y preguntas. Como vengo insistiendo en que deben ser las dudas provocadas por la edad, lo más seguro es que mis planteamientos, mis reflexiones, de nada valgan. Pero como uno se propuso –se autoimpuso– la tarea de aparecer diariamente en la ventana de este blog, vamos con la enésima. Eso sí, con el ánimo predispuesto para que vuelva a caer en saco rato esta cavilación. La papelera de reciclaje debe estar hasta los topes.
Es solo en las sesiones plenarias convocadas con carácter ordinario cuando existe la obligatoriedad de que este punto (ruegos y preguntas) vaya incluido en el correspondiente ‘Orden del día’. Pero como la legislación al respecto señala que tales sesiones deben celebrarse como máximo una vez al mes y como mínimo una cada trimestre (espero no haberme equivocado; de ser así, corrección al canto en forma de comentario), los grupos opositores (el de gobierno no suele ‘rogarse ni preguntarse’) aprovechan estas escasas oportunidades para lanzar una “batería” de cuestiones que consideran de interés para los ciudadanos. Porque la ventaja de tener despachos abiertos en el propio ayuntamiento facilita que haya proposiciones y comentarios desde diferentes sectores vecinales.
En el ayuntamiento de Los Realejos los plenos se celebran el último jueves de cada mes. Como Radio Arena nos tiene al tanto de lo que acontece en los mismos, escuché la oportuna grabación del acaecido el pasado 28 de este mes. Y presté especial atención a los muchos temas planteados por los grupos PP y PSOE en el consabido ‘Ruegos y preguntas’. Pero no me gusta el procedimiento, porque después de la lectura de una larga serie de pareceres, consideraciones, juicios y sugerencias (con ironías incluidas), el señor alcalde levanta la sesión tras señalar que las interrogantes serán resueltas en la próxima sesión plenaria.
Manifiesto lo de las ironías con total satisfacción, ya que dan un toque de ‘alegría’ a instantes tan protocolarios. Hay que echarle salsa a la vida y ‘sacarle punta’ a las cosas no viene nada mal para distender ambientes preelectorales. Pero claro, nuestro gozo en un pozo. A esperar al menos un mes para que los concejales aludidos (o el propio alcalde) lean –y a veces mal por no repasarlo un fisquito antes– el papelito que un funcionario les ha preparado a modo de respuesta. Y eso no tiene mucha gracia. Me pregunto si no existe otra manera de solventar esta distancia tan grande.
Se me ocurre que si se establece un plazo de presentación (hasta unos días antes de la convocatoria), los destinatarios tendrían tiempo de preparar su respuesta. De tal suerte, ganaríamos en eficacia, que es, en definitiva, lo que se pretende para una adecuada gestión de los asuntos públicos. Además, como al menos la mitad de las cuestiones que se esgrimen son simples ruegos, con manifestar lo de procede o no, asunto zanjado. Los contribuyentes queremos hechos. Y los grupos de la oposición pretenderán aportar aspectos positivos para nuestro pueblo. No creo que ningún concejal vaya a lanzar medidas contraproducentes. Todos procurarán, entiendo, lo mejor para el pueblo. Por lo que esa tardanza solo viene a agravar esa mala imagen que se suele tener de la administración y de su pasividad para la resolución de los problemas que nos atañen. Y no se ha destacado el ayuntamiento de la Villa de Viera, al menos desde que CC gobierna en solitario, por su diligencia. Hay asuntos enquistados desde tiempo ha que requieren una mejora manifiesta en la actuación de los concejales-delegados. Que se mueven algo más, para que me entiendan.
Me preocupa que asuntillos tan elementales como el colocar una bombilla, arreglar un bache, retirar una valla o pintar un paso de peatones sean argumentos que sustancien ese último punto de una sesión del pleno municipal. Porque se sobrentiende que esas ‘minucias’ son las que dan razón de ser al que existan concejales liberados. Porque de no ser así, apaga y vámonos. Y los ruegos y preguntas que se suceden mes tras mes, parecen ir en la dirección contraria y nos deja en un mar de dudas acerca de si aquellos están ejerciendo la función por la que generosamente les estamos pagando con nuestros impuestos. Máxime cuando estas asignaciones económicas no se ven sujetas a esa actual cantinela de la crisis. Ni se atisban visos de que ello sea posible.
Por último, y quizás no guarde demasiada relación con todo lo anteriormente expuesto, cada vez comprendo menos el recurso esgrimido por algún concejal-delegado cuando se escuda en las empresas municipales ante la indicación de anomalías existentes a lo largo y ancho del pueblo. Para ese talante de compromiso, mejor que se quede en casa. Dicho de otra forma: para ese viaje no se necesitan alforjas. Y nos ahorraríamos un buen fajo de billetes. Mejor, podríamos desviarlo a otros menesteres mucho más rentables.

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