jueves, 4 de noviembre de 2010

Días feriados


Qué buen bálsamo los días feriados. Nos relajamos todos. De ahí la tremenda importancia que conceden los políticos a las fiestas. En mi pueblo no nos podemos quejar. Raro es el mes del año en que no tengamos alguna. Son días de no leer periódicos, no escuchar la radio ni ver la televisión. La ventaja es indudable. Se acaban los baches y hoyos en las calles, no hay bombillas fundidas, no vemos la basura en los rincones, no viene el cartero con malas noticias, no pasa la megafonía municipal anunciándonos el cobro de tasas e impuestos, hay mucho menos tráfico y podemos cruzar por donde nos apetezca, la bicicletas hacen acto de presencia ante la ausencia de automóviles…
No, incongruencias no. Leíste que se lee (y valga la redundancia) menos la prensa. Aunque ellos (los editores) manifiesten por activa y por pasiva que venden mucho más. Cierto: el regalito (cubiertos, vajillas, televisor, ordenador portátil…), el suplemento, el libro más barato (aunque después no lo leamos), el CD interactivo, el DVD de yo qué sé… Y en este blog pasa exactamente lo mismo. Mi amigo (Google Analytics) me lo chiva cada semana. Pero como solo causas de índole superior me lo impedirán, yo persisto: todos los días. Más que una prueba para ustedes, es un ejercicio para mí, una tarea gratamente impuesta para mantener activas la neuronas. De paso, me divierto, y si consigo que los incondicionales también, mejor que mejor.
Hay excepciones. Y aunque intento dejar para los fines de semana mis seriales educativos y aquellos temas que puedan resultar más light, concurren circunstancias aleatorias que dan al traste con la contabilidad de los visitantes. Me he percatado, además, de que cuando comento cualquier acontecimiento relacionado con la gestión (normalmente política; las otras, por supuesto, a quien Dios se las dé, San Pedro se las bendiga) de ayuntamientos, cabildos, gobierno, partidos, sindicatos, raro es que se lancen a la aventura de intentar refutar mis planteamientos. No porque un servidor esté, o se crea, en poder de la verdad absoluta. Sino que no les interesa entrar en el asunto. Postura de manual que asume cualquier organización que se precie. La excepción era mi amigo Juan Borges que cuando uno colaboraba en la prensa de esta isla, me saltaba a las primeras de cambio por la notorias carencias de falta de ‘publicidad’ que tenía su formación política en el pueblo.
No, no me he perdido, hay otras causas, externas a mí, que motivan un significado aumento de ojeadores. Como en este pasado domingo cuando se me ocurrió opinar de lo que sucede en el PSOE tinerfeño (agrupaciones insular y capitalina). En unos momentos en los que otras agrupaciones locales vienen haciendo una formidable labor y que pueden producir un vuelco en las próximas elecciones. De los comentarios aparecidos en la propia entrada del blog, militantes, simpatizantes y amigos me han hecho llegar, vía e-mail, su parecer. Esos quedan, deben quedar, en la intimidad de una conversación privada (off the record). Pero los otros, mientras se sujeten a las mínimas normas de cortesía y buenos modales, serán publicados, independientemente de halagos, críticas o controversias.  Con lo que cada cual queda retratado.
Mi opinión –creo poder hacerlo con entera ‘libertad’– es harto sabida. Los sujetos a disciplinas partidarias y dogmáticas deberán tener mucho más cuidado cuando transiten por terrenos resbaladizos. Si Jesús se cae (lo viene haciendo desde tiempos inmemoriales y con “la cruz a cuestas”), me enfango yo. No pretendo que nadie comulgue con mis ideas. Pero les recuerdo el consejo de la abuela: lo que está a la vista no requiere espejuelos. Y a pesar de que Cristina Almeida insiste en que como en los partidos (todos) no se admiten discrepancias y divergencias, ella no cabe en ninguno, uno quiere ser más optimista y alega lo de ‘ni tanto ni tan poco’. Un partido no es, no debe serlo, una secta. Sé de muchos que sí lo piensan. Y en tal sentido actúan. Y se repiten. Vaya que se repiten. Tropiezan una y otra vez en la misma piedra. Y acuden una y otra vez a los medios a airear sus vergüenzas. Debe ser la (in)disciplina de partido.
Lanzo una propuesta: me he ratificado en entradas anteriores que voy a votar en las próximas por el PSOE. ¿Harán lo mismo los díscolos o alcanzará su vendetta el extremo de quedarse en casa –mal menor– o hacerlo por otro supuesto mejor postor? De cambios y saltos en el vacío hay ejemplos miles. Ya se escucha –se lee– lo clásico: un nuevo partido. En esto de la política, cuantos más “partidos” (de partir, quebrar, romper, destrozar, fragmentar, fraccionar), mejor que mejor.
¿Cómo? Chacho, si me “contestan” ya no será de juzgado de guardia sino de psiquiatra. O parodiamos una vez más a Cantinflas con lo de la falta de ignorancia.

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