martes, 25 de enero de 2011

Campañas de recogida de firmas

El incremento en la tarifa del suministro de energía eléctrica está haciendo circular un sinfín de correos electrónicos. La mayoría va encaminada a la propuesta de un apagón general el próximo 15 de febrero. En unos he leído que se pretende realizar en un periodo de cinco minutos a partir de las 22 horas (no sé si peninsular o insular canaria). En otros, si no me falla la memoria, creo haber visto lo de media hora (corríjanme si estoy equivocado). A la par, y a través de alguna organización como CEACCU (Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios), existen campañas de recogidas de firmas para elevar protestas al Ministerio de Industria (Di no a la brutal subida en el recibo de la luz).
Bien, nada que objetar. Protestemos, que al menos de ese recurso podemos disponer. Y si logramos que Endesa, Iberdrola, Fenosa y resto de la tropa no se salgan con la suya cada vez que elevan gentiles invitaciones al gobierno para que nosotros corramos con los gastos de los cables rotos y los precios (aéreos; sí, siempre están por las nubes) de los combustibles, perfecto. Aunque yo me temo que, como casi siempre, será otra iniciativa encaminada a caer en saco roto. Y es que hemos tenido la oportunidad de firmar tantas veces para asuntos tan dispares, que debemos mostrarnos escépticos. Entiendo que es mucho más factible –y efectivo– el que ‘cerremos el grifo’ durante un tiempo, que todas las firmas habidas y por haber. Pero te apuesto algo, aunque sea cincuenta céntimos, que aunque todos nos adhiramos a la iniciativa de apagar las luces durante treinta minutos, llegado el momento de la verdad será un ínfimo porcentaje el que cumpla realmente el objetivo señalado. Somos así, y no le demos más vueltas.
Como soy uno de los tantos que acudí a la manifestación de noviembre de 2002 contra la instalación de las torretas de Vilaflor y el cambio por las ‘elegantes’ del margen de la autopista del Sur me dejó patidifuso, me he vuelto agnóstico perdido. Sí, porque para mí la religiosidad es la luz eléctrica, puesto que alumbra mi camino diariamente. Sobre todo cuando es de noche.
Lanzo una contrapropuesta, mejor, la retomo, pues la di a conocer en este mismo foro hace un tiempo. Yo me sumo a la de la luz si me siguen en mi campaña contra los móviles. ¿O es, acaso, que en los artilugios telefónicos no gastamos una pasta gansa cada mes? Y estimo que no cometen inferior delito las Movistar, Orange, Vodafone, Euskaltel, Yoigo, Amena, Airtel, Jazztel…, que se lucran a nuestra costa, sabiendo, para más inri, que las palabras se las lleva el viento.
Tengo 62 años. Y he alcanzado tan provecta edad sin recurrir al aparatito de marras. Bueno también viví sin agua corriente y luz eléctrica en mi casa de La Gorvorana con todo lo que ello implica. Quita nevera, vitro, microondas, calentador, nevera, congelador, secadora, televisor(es), ordenador… ¡Ah!, y el cargador del móvil. Y aquí estoy. Me voy a caminar cada vez que puedo y lo hago plenamente convencido de que ningún majadero me va a interrumpir el paseo. Estuve un montón de años dando clase sin preocuparme de que sonara en clase y echara por tierra mis planteamientos en contra de tales cachivaches.
Les vuelvo a apostar, ahora un euro, de que no me van a prestar el más mínimo caso. Porque yo manifiesto algo tan simple como desconectar los celulares durante también media hora el día que ustedes quieran. Yo no tengo problema. Me adapto a lo que me exijan. Tengo la impresión de que esta decisión va a causar un mayor impacto y un más grave perjuicio que la de la luz. Claro, en esta última (la de la luz) se ve más nítido por razones obvias. Firmar no cuesta esfuerzo alguno. Y apagar las luces de casa que dan al exterior, tampoco. Pongo la tele en el cuatro de atrás y asunto zanjado. Ni crisis ni ocho cuartos. Nos hemos acostumbrado a vivir como ricos y una vez subidos al burro, con lo cómodo que se va arriba, bajarnos ni de coña.
Ocurre con los coches y con cuantos artefactos invadan el mercado. Hay casas en las que existen más móviles que moradores. Renacuajos que no levantan un palmo del suelo, ya presumen de las últimas tecnologías. No tendremos para comer ni para alcanzar el final de mes, pero suprimir el teléfono va a resultar imposible. Pueden llamarme. Espero que no sea de la oficina del paro. Que sí, todos sabemos lo que ocurre. La mayoría lo reconocemos y manifestamos, pero no estamos en las condiciones anímicas pertinentes para los sacrificios. ¿Sin móvil? Chacho, me siento vacío, inútil, como si no fuera yo.
¿De qué nos quejamos, entonces? Somos más falsos que los amigos de feisbuc y más bastos que los potajes en un cumpleaños.
Hasta mañana. Admito alguna alegría. ¿No hay ningún otro sin móvil? No me lo puedo de creer.

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