miércoles, 9 de febrero de 2011

Quejas de los políticos

Uno entiende que los políticos, o los que a tan noble oficio se dedican, deben ser conscientes de que el cargo lleva aparejado bastantes inconvenientes y sinsabores y algunas ventajas con sus privilegios inherentes. Hice la aclaración pertinente pues a muchos concejales, fundamentalmente, no les gusta que los llamemos políticos, aunque luego ostenten el cargo durante más de veinte años. Tan largo espacio de tiempo sigue siendo para ellos algo transitorio. Pues vale.
A tenor de ciertos meneos preelectorales habidos en Los Realejos, a los ediles del grupo gobernante parece haberles entrado cierta picazón y en lugar de rascarse, hecho que acometemos la mayoría de los mortales, se dedican a dar voces, léase hablar, a lo largo y ancho de la Avenida de Canarias, de tal manera que cada rincón y pared de los lugares frecuentados para los cortados mañaneros (por la tarde no se trabaja; bueno, por la mañana tampoco, pero se acude al puesto) han quedado impregnados de sabrosas disquisiciones orales. En las primeras horas del pasado lunes era doña Luisa Salazar la que argumentaba reiteradamente que todo lo que se ha hecho en este pueblo es obra ‘de ellos’. Porque si no se acometió directamente por al ayuntamiento, fue por obra y gracia del cabildo o del gobierno de nuestras ínsulas (a saber, ellos). Es el reflejo de la línea trazada por don Tomás, hombre no político (según su propia definición), pero que ahora se siente acosado. Tanto que desde el comité local no han tardado en salir a la palestra para defenderlo como el mejor concejal de educación y cultura habido por todos estos contornos desde tiempos inmemoriales. Tiembla Linares.
Estas meras opiniones de los concejales de la oposición o de cualquier ciudadano, puedo servir de ejemplo, no son del agrado de don Tomás y del resto de sus compañeros. Pues soluciones existen. La más sencilla es pensar en otros menesteres. Valgo otra vez de ejemplo. Porque no todo va a ser un camino de rosas y el cobro de suculento sueldo lleva implícito el sobrecoste aludido en el primer párrafo. Pero ya que se presume de buena labor, me gustaría indicar que tengo mis razonables dudas de si CC se hubiese encontrado un ayuntamiento sin estructura alguna, en el que hubiera sido preciso montar todo el tinglado organizativo para comenzar a funcionar dignamente. Estas salidas de tono en defensa de excelentes logros, sabiendo que se cuenta con un personal altamente cualificado en las diferentes áreas (y pienso, por ejemplo, en la Casa Municipal de la Cultura), es un insulto a concejales anteriores que bregaron para poner a este municipio a la altura que siempre se ha merecido.
Sí, estoy pensando en Álvaro García Domínguez y en Vicente Quintero Yanes. El primero retirado de la actividad política de primera línea y el segundo, a decir de sus contrincantes, un cadáver (político), por lo tanto, con una pata y media fuera y la otra mitad restante dentro. Pero su ímproba labor (ostentando ambos responsabilidades que luego fueran repartidas entre cuatro o cinco concejales) es obviada porque el tiempo, inexorable como siempre, hace correr tupido velo. En lógica consecuencia, preocúpense muy mucho los actuales porque dentro de bien poco pasarán en engrosar la terrible lista de los olvidados, de los despojos. Y ese magnífico quehacer que citan con rabia y denuedo también será enterrado. Se cumplirá por enésima vez lo de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. ¿Ley de vida? O ley de muerte (política), ¿quién lo sabe?
Estamos en unos meses difíciles. Y la fiebre de la próxima contienda comienza a subir sin prisas pero sin pausas. Las primeras calenturas afloran y dentro de bien poco escasearán los termalgines e ibuprofenos (descarten el benadryl, contac, naldecón, acolde, rinarín, deltap, desfenil, naldex, nasaliv, sanagripe, dimetapp, y así hasta 21, según circula en cierto correo). No obstante, en CC deberán ser los que menos se preocupen por razones médicas evidentes. Pero ya va siendo hora de que abandonen quejas y lloriqueos, de que sigan pretendiendo que los cubramos de honores, que les pongamos cada día coronas de  laurel, y no nos permitan opinar de aquellos aspectos en los que estimamos no han sido demasiado diligentes. Tampoco enfocamos este particular aquellos que libremente hemos decidido ser ‘opinantes públicos’ como lo haría cualquier partido de los que aspiran a estar representados en el próximo consistorio tras las elecciones del 22 de mayo. Porque no me negará, por ejemplo, el PP que hasta ahora no había visto la basura en la zona de Los Príncipes y que va a proponer en la próxima sesión plenaria que se acometa la limpieza de los escombros y material abandonado.
Si  no quieren leer asuntos desagradables, despidan a los asesores encargados de pasarle al dictado lo que se publica cada día o se emite en tal o cual emisora, y vivirán felices en su burbuja. Son, han sido, ustedes los que han caído en su propia trampa, y tanto liberado lo único que ha hecho es empeorar la situación al sufrir un exceso informativo. Claro, es lo que vengo sosteniendo desde tiempo atrás, sobran casi todas las delegaciones relacionadas con el amplio espectro de los servicios municipales. ¿Para qué queremos un concejal de aguas, electricidad, basura, playas, jardines y lo que se les ocurra, si una empresa, con un gerente al frente, bien remunerado por cierto, es la responsable de que tales servicios sean efectivos y se cumplan de manera presta? En vez de estar pendientes de lo que dicen o no de mí, deberían sentarse y dilucidar qué tipo de administración queremos. Y a partir de ahí, llegar a la conclusión de que muchos concejales y acompañantes sobran. Porque son meros burócratas que solo han conseguido hacer al funcionariado más gandul, o más dulcemente, hacerlo más inútil ante la presencia del que corta el bacalao.
Y cuando los medios, escritos y/o audiovisuales, meten la pata (lo hacen casi tanto como yerran ustedes mismos), existen varias posibilidades: Todas ellas están escritas, pero tan malo no debe ser el cargo porque todos, absolutamente todos, a pesar de las quejas, siguen agarrados. Nadie quiere soltarse de la atadura que lo trae a mal vivir. Y un churro (de Daniel).
Ignoro cómo se les habrá quedado el cuerpo a los posibles afectados de esta última consideración. Hace unos días se celebraron en La Graciosa dos reuniones. En la primera se constituyó el Consejo de Ciudadanía de la isla, dependiente administrativamente, como es bien sabido,  del ayuntamiento de Teguise. De otra, la presentación del Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Natural del Archipiélago Chinijo, a cargo del ínclito Berriel. Y en cierta reseña periodística se pudo leer: Ambos actos estuvieron respaldados por el alcalde de Teguise, Juan Pedro Hernández; el presidente del Gobierno de Canarias; Pedro San Ginés; el director Insular de la Administración General del Estado, Orlando Suárez, entre otras autoridades insulares y regionales. Ante esta nota te surgen demasiadas preguntas cuando la lectura se ha hecho, es mi caso, en Tenerife. ¿Quién es Pedro San Ginés? El que desconozca el funcionamiento del punto y coma y crea que es una simple coma, ¿no podrá pasarle por su cabeza que es el presidente del gobierno canario? ¿Por qué no se puso el nombre de Paulino? Estas cosas no pasan en mi pueblo. O rectifican o los amenazamos con ‘El realejero’. Hasta luego. Y cuídense.

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