Unos pocos buenos amigos me señalan que puedo ser demasiado crítico con los políticos en alguna de mis entradas del blog. Entiendo que, a veces, no nos percatamos, cuando procedemos a una lectura, que ese mismo contenido, pero multiplicado por cien, es tema de conversación cotidiana en calles, plazas y rincones. Si me atreviera a mentar bares y restaurantes, entonces sí que se liaría, porque en tales lugares, así como en las celebraciones familiares o reuniones sociales de cualquier índole, arreglamos el mundo en un pispás. Pero como soy un entusiasta del husmeo en viejos periódicos, como bien se han podido percatar hasta ahora, hallé ayer mismo, mientras buscaba informaciones de años idos de La Gomera, una reliquia que me voy a permitir transcribir. Cuando le hayan echado una visual, tienen mi completo permiso para cotejarla con cualquiera de mis comentarios insertos en Pepillo y Juanillo, a fin de que cada cual pueda sacar las conclusiones que fueren menester.
Eco del Comercio fue un periódico editado en Santa Cruz de Tenerife, en la imprenta Bonnet, subtitulado ‘Periódico literario, de noticias é intereses materiales’. Y en su número 896, año décimo, correspondiente al sábado 8 de diciembre de 1860 y en su página 2, hallamos un artículo firmado por un tal Aurelio, que llevaba por título el mismo con el que encabezo este comentario del día de hoy. Hago la aclaración pertinente para señalar que en el símbolo [¿?] quiero significar que en la digitalización han quedado unos borrones de tinta negra con graves dificultades para su interpretación. Y es del tenor literal siguiente:
“Una de las calamidades que aquejan á algunos pueblos del interior de nuestra isla, calamidad que la prensa debe por todos respectos patentizar para conocimiento de quien pueda remediarla y para condenacion de los que la causan, es la existencia de ciertos manipulantes vampiros que surcan la tierra noche y dia por solo alcanzar una vara para despues á la sombra de ella chupar despiadadamente la sangre de la pobre humanidad.
Esta calamidad debe ser revelada por la prensa: la malicia y la mala fé tienen enemigos en todas partes; así como vamos á ocuparnos hoy de los vampiros del pueblo, de esos seres non sanos.
Es bien sabido que muchos individuos, particularmente en los campos, aun aquellos que gozan de mas independencia y comodidad, procuran por todos los medios posibles verse libres en las elecciones municipales, de ser nombrados miembros de Ayuntamiento, por ser cargos estos que quitan siempre muchos momentos de trabajo.
Sin embargo, algunos llevados de su amor patrio, honrados y ricos ciudadanos que sacrifican muchas veces hasta su hacienda por ver brillar y progresar el suelo donde vieran la luz [¿?] esos pocos buenos [¿?] tenemos orgullo en [¿?] de nuestras sociedades [¿?] siempre gusto en ser útiles á los pueblos y se sientan á veces con placer en la silla que el mismo pueblo espontaneamente les ha brindado y que otros han tenido marcada repugnancia en ocupar: los primeros al escusarse, merecen indulgencia, porque á veces son pobres labradores ó vecinos tal vez de pocas comodidades; los segundos al aceptar gustosos, son dignos de elogios porque anteponen á todo el amor patrio.
Más los que llaman siempre la atencion del público, los que deben llamar tambien la atencion de las autoridades, los que la prensa debe marcar con el sello de la ignominia y condenar y acosar como á esa voladora plaga Africana que de tiempo en tiempo suele nublar nuestro sol, para talar los campos, son los oficiosos son esos aspirantes, individuos sin probidad, sin grandes comunidades para vivir, sin espíritu patrio reconocido, gabilanes, digámoslo asi, que procuran medrar con la malicia y con la rapiña, negociando con la pobreza y el candor de puros labradores honrados.
Los pueblos pues deben rebelarse contra esa clase de individuos, polilla que existe por desgracia en muchas partes. Nosotros acogiendo el clamor de tantos y laníos como han sido víctimas de innobles manejos, alzamos hoy nuestra humilde voz contra esa crápula de la sociedad. Con el sudor de su frente se cumple el anatema con que el Criador ha grabado á la humanidad: en la honradez y el trabajo esta pues la estimacion del hombre, no en la bastardía, no en la estafa.
Y decimos en la estafa porque á la verdad, que otro objeto pueden llevar esos benditos hombres que trabajan noche y dia sin descanso (un año y otro) por empuñar entre sus manos lo que el destino les negara? Porque ese empeño en alcanzar lo que todo el mundo no quiere, lo que hasta las mismas autoridades á veces rechazan? Porque esa idea fija sin cuidarse del ridículo de que por su misma temeridad se hacen blanco en todas partes?
De todas las calamidades que pueden pesar sobre un suelo, es la mas fuerte, es la mas terrible, tener sobre su faz seres que quieren medrar chupando á las criaturas despiadadamente la sangre: así los pueblos deben revelarse siempre contra tales vampiros; así la prensa debe á su vez enristrar sus armas contra tales enemigos de la humanidad”.
Reinaba en España Isabel II de Borbón (la madre de Alfonso XII –el de la canción que iba en busca de Mercedes–, el padre de Alfonso XIII –y sigue tú–), con gobierno de la Unión Liberal del General O´Donnell (quinquenio de la Unión Liberal), nacido en Santa Cruz de Tenerife…
Ahí queda eso. 150 años después, ¿creen ustedes que somos demasiado duros (belicosos o beligerantes) los que nos atrevemos a escribir artículos de opinión y verter en ellos críticas, veladas o no, a la gestión de quienes ostentan responsabilidades políticas? No raya nuestra osadía el mentar –escribir, digámoslo así (¿lo leíste, Oswaldo?)– de los aspirantes a las alcaldías lo de individuos sin probidad, gavilanes, polillas, crápulas, bastardos, estafadores, vampiros…
Salvo los editoriales de (in)cierto medio… Chacho, otra vez. Hasta mañana que es lunes de carnaval. ¡Ah!, la foto hoy me quedó bien: a la derecha, y con salida a la derecha.
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