Hace bastante más de cuarenta años, cuando el amplio terreno cultivado de Los Bancales (El Toscal) se abandonó (y se llevó el drago de camino) para dar paso a la urbanización del mismo nombre, tres jóvenes (Jorge Acevedo, José Manuel Rodríguez y un servidor), guataca en mano, ¡qué ilusos!, se pusieron a allanar una de las tantas huertas en el vano intento de hacer un campo de fútbol. No creo haya durado el esfuerzo más de una hora, porque cuando teníamos preparados (supuestamente) apenas unos pocos metros cuadrados, pasaron Carmelo Marrero y Elicio Díaz, quienes rápidamente nos hicieron cambiar de opinión, pues ellos entrenaban en ese entonces en el Club de Luchas Tijarafe (Santa Úrsula), en categoría juvenil.
Así dio comienzo el club de luchas que durante bastantes años llevó el nombre del barrio costero realejero por los diferentes terreros de la geografía insular. Y creo recordar que el nombre surgió de una propuesta del entonces también joven Miguel Ángel Acevedo. Aquella huerta que sirvió para los primeros ‘costalazos’, fue rápidamente cambiada por otra más al Sur, justo enfrente de la Casona de La Gorvorana, para posteriormente ubicarse el “terrero” (observando los de ahora no nos queda más que sonrojarnos ante la visión de aquella miseria) en la zona de Las Cañaveras, hoy La Media Cuesta, cerca de donde Elías tuvo su bodega-venta-tasca (y luego Argelio). Algo después se traslada el club a la zona de la fotografía que ilustra esta entrada (un solar que en la actualidad haría esquina entre las calles El Toscal y Venezuela, donde Antonio –el de las flores– tuvo su negocio antes de marcharse para Venezuela).
Recuerdo especialmente una temporada en la que el equipo juvenil arrasó en la competición insular, al derribar Fanfo (tanto en casa como en la capital) a Juan Valencia, puntal del Santa Cruz. Luchador que venía precedido por una fama impresionante, pues era rara la luchada en que no derribada hasta diez contrarios, cuando no a todo el equipo rival. Pero cuando el nuestro (Fanfo) montaba a alguien por cadera en su barriga o se defendía de una cogida de muslo, no había nada que rascar. Aparte de los mentados Carmelo y Elicio, vemos en la foto a un jovencísimo Pepe, futuro Pollo Puerto de la Cruz quien terminó sus andanzas deportivas en la isla de La Palma. Y no podemos dejar de mencionar a Simeón Pérez (no está en la ilustración), de figura estilizada a lo Juan Barbuzano. Y tantos otros que aportaron mucho y bien.
El equipo tuvo, como todos, sus altibajos, y en una de sus reapariciones me encargaron (ya había dejado un servidor de alcanzar leñazos) que dijera unas palabras. Fue en una esquina del amplísimo solar en el que hoy se ubica el colegio, donde también se hicieron una cuantas luchadas, antes de recalar en el polideportivo donde se ponían unas colchonetas para conformar el círculo reglamentario (en el costado noreste). ¡Qué tiempos!
Y esto fue lo que dije:
“Amigos del barrio y aficionados todos a la lucha canaria.
Creemos que debe ser hoy, 21 de marzo de 1983, un gran día para todos nosotros. En el mismo instante en que la primavera comienza su andadura por las hojas del calendario, hace su reaparición ante la afición el Club de Luchas Atlante. Y al igual que en la primera estación del año nuestros campos se tornan más bellos y hermosos, al igual que en la primavera, dice el refrán popular, la sangre se altera, quiere, asimismo, el Atlante, en esta su segunda etapa, alterar la fisonomía del barrio y darle un nuevo aliciente.
Que los días de luchada vengan a ser los motivos de acercamiento en torno a un objetivo común.
Que los aplausos que siguen a una agarrada sean no sólo un estímulo para los bregadores, sino el clamor que inunde a todos y cada uno de los rincones del barrio.
Bien es verdad que nuestras limitaciones son muchas. Que sabemos de antemano que por diferentes razones que a nadie pueden ni deben escapar, no podremos aspirar a realizar una primer temporada con la brillantez que todos desearíamos. Como muy bien todos somos conscientes, las novatadas se pagan y aunque el Atlante no es un club novato en estas lides, se encuentra con un plantel de luchadores, mezcla de veteranía y juventud, a los que hay que dar un plazo prudencial para su puesta a punto.
Mas no por ello va a disminuir nuestro empeño para forjar un equipo que con el paso del tiempo vuelva a brillar como lo hizo en su anterior singladura, cuando paseó con orgullo su nombre por todos los terreros de la geografía insular, incluso allende nuestra fronteras, y cuando por sus filas pasaron grandes hombres que han aportado a la lucha canaria todo su saber y todo su ingenio para que el vernáculo deporte arraigase en las entrañas del pueblo como una muestra de su hidalguía y su nobleza.
Que el genio, la destreza y el valor, parodiando la canción, vengan de nuevo en este terrero a demostrar que entre todos, directivos, luchadores y afición, formando una gran piña en torno a esos nobles ideales, podamos llegar a metas más ambiciosas, teniendo siempre por lema, ante todo y sobre todo, la deportividad.
Y no queremos dejar pasar esta ocasión sin hacer un llamamiento a la juventud, ya que en ella tenemos depositada toda nuestra confianza para un futuro inmediato. Que este juvenil que ahora empieza a competir sea el molde forjador de grandes luchadores.
Que el desánimo no cunda a pesar de las primeras caídas, pues solo llegarán a la cima los que superen los avatares en contra.
Que el estrechón de manos con que comienza cada agarrada venga a simbolizar la leal competencia entre unos hombres que defienden unos colores.
En nombre de la directiva y luchadores, y para este Atlante que intenta demostrar que segundas partes también pueden ser buenas, dediquemos el primer gran aplauso de la noche. Muchas gracias”.
La verdad es que no tuve la preocupación de anotar en papel alguno contra qué equipo se luchaba, ni cuál fue el resultado… Lo mismo Marcos, el eterno tesorero de tantas cosas, guarda aún viejos papeles. Estaremos al tanto.
Hasta mañana, pásenlo bien y tengan siempre nobles ideales.
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