viernes, 3 de junio de 2011

Fiesta del Árbol en 1927 (y 2)

 …Ejemplo simpático y educador es toda labor realizada en beneficio de nuestro país, máxime cuando se relaciona con la repoblación de arbolado de nuestros montes y carreteras, esto reporta y significa el mejoramiento de nuestra situación agrícola y la belleza de nuestra isla.
Las excepcionales condiciones climatológicas de nuestro archipiélago, la fertilidad extraordinariamente productora de nuestra zona, rica en vegetación, en manantiales y extensos montes, el aire puro saturador de nuestra isla de Tenerife, y especialmente este pródigo valle de la Orotava, de fecunda y exuberante flora, es la mayor certidumbre, la garantía más completa para avanzar sin entorpecimientos, sin titubeos la hermosa obra hoy emprendida. Si esta campaña fuese secundada con amor unánimemente por todos los Ayuntamientos y Corporaciones de los restantes pueblos de la isla que no hayan contribuido análogamente, apartándonos de la negligencia de ese mal grave; siguiendo cordialmente la cruzada a favor del árbol en colectividad, con bríos, con entusiasmos, venciendo y afrontando dificultades; como algo indispensable, acometiendo tenazmente la empresa sin exclusión, ofreciéndonos a cooperar todos como patriotas, haríamos de nuestro país uno de los más hermosos del mundo.
No ilusa pretendo abriros nuevos horizontes, ni nuevas normas, es muy insuficiente (quién diría que ochenta largos años más tarde sería esta denominación nomenclatura de calificaciones) mi mente y deficiente mi palabra, para acertar, ni trataros a exponer un nuevo camino a seguir; mas la voz del corazón pugna atrevida por llegar y escapar de nuestros labios como imperioso deber, y si mis palabras no son más consecuentes, dejaré justificado por lo menos que germina en mí un deseo infinito de adhesión a este acto de amor a nuestra tierra, en la que todos reconocemos la excelencia de nuestro suelo propicio a los progresos de la agricultura.
Y es lógico y razonado, que no se nos esconde que con un poco de amor y voluntad progresaría mucho nuestra riqueza agrícola, a la vez que abriríamos las puertas al turismo de un ‘paraíso’ en nuestro hermoso Tenerife casi desconocido y olvidado en el globo.
¡Es triste y desolador una llanura estéril, árida, reseca, monda...! Nos da la amarga sensación de una inmensa calavera..., pero allí donde la mano comprensiva del hombre sembró la semilla bienhechora y puso su constancia y su trabajo, la misma Naturaleza, compensando su obra vierte como un poema el sortilegio de sus galas primorosas de esmeralda y colores, de frutos y de flores...
Vuela nuestra fantasía a otras regiones y vemos como hecho convincente que el trabajo y cariño al arbolado han hecho en nuestra España de la exportación naranjera valenciana, la industria agrícola más floreciente de la provincia levantina.
Es oportuno en este acto citar unas frases que recientemente transcribió un periódico de Tenerife, y que fueron publicadas en un importante diario madrileño por el notable escritor D. Artemio Precioso; decía así:
«De nuestra triste realidad vegetal, del desprecio y aún del odio al árbol, todos somos, en más o menos grado, responsables. Los Gobiernos por abandono, los ‘técnicos’ por negligencia y los particulares por tolerancias y por actos delictivos. Que se declare ‘el derecho a la vida’ del árbol; que se castigue a sus asesinos; que se propague por todos los medios el amor a los árboles; que se repueblen los montes pelados; que se haga en una palabra ‘una política del árbol’.»
Y para ello propone:
«Primero.- Que cada periodista dedique un artículo en defensa del árbol.
Segundo.- Que cada maestro de escuela dedique un día a la semana a hablar a los niños del respeto y del cariño que demos al árbol.
Tercero.- Que el Estado premie con 50.000 pesetas al mejor libro que se escriba en defensa del árbol, editándolo después y repartiéndolo gratis.
Cuarto.- Que se nombre hijo predilecto de España al alcalde en cuya jurisdicción se haya plantado mayor número de árboles durante un año, previa comprobación oficial.
Quinto.- Que cada casa editorial se obligue a publicar una vez al año un libro en el que se inculque el amor al árbol.
Sexto.- Que los periódicos y revistas a su vez abran concursos para premiar trabajos, en prosa y verso, en que se cante la gratitud que demos al árbol.»
Es pues, el problema de nuestro país tender a mejorar las condiciones vegetales, excelentes de nuestra zona y fomentar con actividad simultáneamente a mostrar al extranjero sus maravillas en folletos, fotografías, revistas, artículos, periódicos, etc., haciendo que el nombre de Canarias tome enorme incremento allende los mares y de nuestra frontera.
No en vano los más ilustres visitantes de esta isla encantados de la ideal belleza de nuestros paisajes y de nuestras costas e inmejorable clima, le han prodigado toda clase de elogios que han divulgado por muchos países del mundo.
¡Nos inclinamos reverentes ante la silueta altiva y sublime del gigantesco Teide!, que como figura de titán patriarcal y simbólica, en su mudez tan elocuente, se nos figura un guardián que nos habla del tesoro de todos los tiempos y del alma de toda una raza.
Emocionado de la majestad de su belleza, del magnífico y extraordinario panorama de nuestros paisajes, y nuestro cielo azul y luminoso, el ilustre Alejandro Humboldt arrancó frases de admiración.
Últimamente, un importante periódico tinerfeño reproducía las impresiones en consecuencia de su viaje a Canarias del sabio catedrático Adolf Schulten, decía: ‘El paisaje de la Orotava ofrece tales bellezas en detalle y en conjunto que solo puede ser comparado a los más hermosos de las campiñas italianas o de las costas maravillosas de las Baleares’.
Desde pretéritos tiempos los navegantes y antiguos calificaron nuestro archipiélago denominándole con el nombre de ‘Islas Afortunadas’, indiscutiblemente acertado por su incomparable belleza y carácter de los naturales del país, raza fuerte, temeraria y de corazón noble.
Nos orientamos en la sombra magna del pasado, fielmente reflejada en las leyendas y relatos que hacen de nuestra tierra nuestros viejos historiadores, mereciendo especial concepto la descripción, definición y orígenes de producciones del archipiélago, que en su famosa y fecunda ‘Historia’ y ‘Diccionario de Historia Natural’, dejó traducido el ilustre e insigne hijo de este pueblo don José de Viera y Clavijo.
Afirman ilustres personalidades científicas que no obstante el orden vegetal de estas islas, su vegetación posteriormente, en la actualidad, es más completa y variada que en tiempos primitivos.
Termino congratulándome de rendir mi humilde colaboración a esta fiesta ofrendada a los niños y vibra en lo más recóndito de mi alma una viva satisfacción que me complace, me llena de infinita ternura, ver a los niños como escuchan atentamente, todo oídos, con inconsciente e infantil curiosidad, se les ha hablado de la fiesta del árbol y han soñado como en un cuento de hadas, sus cabecitas ingenuas no pueden descifrar, ni comprender el valor de esta fiesta, pero auguran que el amor al árbol es algo bueno, grande e incomprensible para ellos.
El tiempo, lección sana y proberviar [sic], les enseñará que el que siembre recogerá el fruto, no debe dejarse estéril el campo que puede proporcionar futuras venturas.
Acaso en otra etapa de su vida venidera, estos mismos niños nuevas generaciones, hombres de mañana, bajo la sombra protectora y cariciosa de las verdes ramas del arbolado que un día sembraran sus manecitas inocentes, sentirán la nostalgia de días lejanos indizos [sic], evocarán añorando este día infausto, feliz de su niñez, en que la voz de la madre con inefable ternura les alentaba a asistir a esta fiesta, mientras amorosa arreglaba los dorados rizos de sus cabelleras y estampaban un beso en sus mejillas sonrosadas.
Tal vez bendiciendo este día que les lleva a el [sic] tan gratos recuerdos, deleitarán sus miradas en los árboles mozos pletóricos de savia, sintiendo hacia ellos el cariño fraternal de antiguos camaradas de infancia y juventud, porque a la vez deslizaron sus años bajo la misma techumbre del cielo, acariciados por el mismo ambiente, vivificador de nuestra venturosa tierra.
Y antes de terminar, salud a vosotras, amigas, doncellas, brotes nuevos del árbol de las Hespérides, que como lema a esta fiesta ofrendáis vuestra peregrina belleza y juventud, sublimando este acto con vuestro (...) corazones ante todo lo bello, que la belleza es arte y creación, verter vuestras palabras consejeras a los niños, enseñarles el camino del bien y la verdad; vosotras, que representáis el excelso y augusto trono de la Maternidad, palabra santa, esencia que fecundiza las generaciones, las razas, que forma la vida misma”.
Espero que hayáis disfrutado tanto como yo con estas lecturas de las disertaciones habidas en la Fiesta del Árbol de ese lejano 1927 en el pueblo de Realejo Alto. Concluiremos mañana con unas pequeñas notas, ya en la década de los años treinta. Hasta entonces.

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