viernes, 17 de junio de 2011

Una anécdota

Yeyo Abreu, más conocido en los ámbitos madrileños del Senado como don Aurelio Abreu, aseveró ayer que aquel documento firmado por el socialista José Antonio Valbuena y el popular Antonio Alarcó para gobernar la primera institución insular de Nivaria y desbancar a CC, no deja de ser una anécdota más en el placentero panorama electoral que nos deparó el 22 de mayo próximo pasado. Debe ser el futuro vicepresidente segundo del cabildo tinerfeño de la escuela de otro mandamás regional que ha declarado lo siguiente: “No vamos a aceptar ninguna imposición ni ningún castigo”. Que ya nos han dado bastante, añado yo. Me refiero, obviamente, a puestos, cargos y prebendas. Para lo que sacamos, se habrán dicho, estamos estupendamente servidos.
Está bonito el PSOE para ir de currito por la vida. Aunque jamás pude llegar a pensar que con tan poco obtuviese tanto. Si los tres papeles manuscritos en la misma jornada electoral (allá próximo a las dos de la madrugada, que diría mi madre), tras el escrutinio de rigor, fueron el fruto, por lo visto y oído, de una noche loca (eso quise entender: deberían estar celebrando con champán la dulce derrota), no debe preocuparse lo más mínimo Ricardo Melchior de esta magnífica prueba de seriedad. Al partido socialista le hace tanta falta el mullido sillón que harto difícil será, salvo que aparezca mejor postor, que se rompa el acuerdo firmado en la mañana de ayer jueves. ¿A dónde van a ir? ¿A jugar una partidita de golf allá bajo en Buenavista? ¿A pescar a Teno? Quita p´allá tamaños sacrificios.
Sosteniendo la línea discursiva del post anterior, tengo la impresión de haberme quedado corto en denominarlos mercaderes (de votos). Sin alcanzar la diatriba editorial de cierto medio con respecto al presidente en funciones (y per sécula seculórum), sí estoy por quedarme con la sensación (que se ha generalizado bastante) de estar gobernados por unos completos inútiles. Tan ineptos que sólo requieren el auxilio de unos cuarenta asesores (y es la mitad de lo que había) para sacar adelante la diezmilésima parte de la tonga de promesas que incluyeron en sus programas electorales. ¿No alegas nada, Julio Pérez?
Me temo que los académicos deberán ponerse manos al asunto y cambiar el significado de esa anécdota que aludía. Porque la RAE convendrá conmigo en que lo de limpia, fija y da esplendor, amén del reconocimiento de la lengua como un ente vivito y coleando, no concuerda con la deriva (¿o con el anclaje?) de los políticos. Me explico un fisco. Procede nuestro vocablo del griego anékdota (cosas inéditas) y atisbo al menos dos posibles significados: suceso curioso y poco conocido que se cuenta para ejemplificar algo o como entretenimiento, y suceso poco importante o poco habitual. Ni lo uno ni lo otro cuadra en la explicación del que fue alcalde de Buenavista del Norte. Porque tales aconteceres, o anécdotas, son de lo más frecuente. Y lo que un político eleve al rango de normalidad, quítense delante aquellos que solo valen para depositar un cacho de papel cada cuatro años en una urna, que, a modo de una corbeille à papiers (hygiéniques), es depositaria de las sanas intenciones (tuyas) y que se pasarán (ellos) par le cul. Más claro, blanca y en botella. Iba a escribir agua, pero pensé en Valle Gran Rey y me salió con cadmio y plomo. Parece gasolina con muchos octanos.
Si les parece bien, y le restan ganas de leer un fisco, vayan al otro blog y hallarán el inicio de un trabajo que redacté hace bastantes años… Bueno, no tantos. Fíjate tú que los políticos de ahora mismo ya estaban. Parece una anécdota, ¿no?

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