martes, 26 de julio de 2011

El Burgado (5)

A lo largo de 1912 debió surgir algún problema, por lo que hallamos hasta tres reseñas en las que don Pedro Acevedo interpone recurso ante una resolución dictada por el Gobernador Civil. Estas son:
Diario de Tenerife, 13 de septiembre de 1912, Año XXVIII, número 7760, página 1:
“D. Pedro Acevedo Suárez ha interpuesto recurso ante el Tribunal provincial contencioso-administrativo contra la providencia de esta Gobierno Civil de 30 de Marzo último, relativo á la suspensión de las obras de una galería, en el sitio llamado El Burgado ó las Aguas, en el término del Realejo alto”.
Diario Oficial de la Provincia de Canarias, 18 de septiembre de 1912, página 7:
“Tribunal Provincial. Sala de lo Contencioso administrativo. Edicto.
Por el presente y orden del Tribunal provincial contencioso administrativo, se anuncia por medio del Boletín Oficial de la provincia para conocimiento de los que tuvieren interés directo en el asunto y quisieren coadyuvar en él á la Administración, según preceptúa el párrafo segundo del artículo treinta y seis de la ley reformada de veintidós de Junio de mil ochocientos noventa y cuatro, haberse interpuesto en catorce de Julio último, recurso por don Pedro Acevedo y Suárez, contra la resolución del señor Gobernador civil de la provincia, en el expediente sobre alumbrar aguas subterráneas por medio de galería en una finca de la propiedad de aquel donde dicen El Burgado o Las Aguas, jurisdicción del Realejo-alto, mandando paralizar las obras.
Las Palmas, nueve de Septiembre de mil novecientos doce. Fernando Peñate, oficial de Sala. Visto bueno: El Presidente, Eladio Gómez Calderón”.
Diario de Tenerife, 19 de septiembre de 1912, página 2:
“Ante el tribunal provincial de la Contención ha interpuesto recurso D. Pedro Acevedo y Suárez, contra la resolución del Sr. Gobernador civil de la provincia, en el expediente sobre alumbrar aguas subterráneas en una finca de la propiedad de aquel, donde dicen «El Burgado» ó «Las Aguas», jurisdicción del Realejo bajo, mandando paralizar las obras”.
Y en el mismo ejemplar una anécdota, quizás un tanto macabra:
“Al Sr. Gobernador Civil se ha dado conocimiento de que anteanoche, y por los vecinos del Realejo alto Eloy Borges Gregel [debe ser Fregel] y Pedro y Antonio Borges Pérez, de 67, 25 y 30 años de edad, respectivamente fué herido gravemente en el sitio conocido por «La Perera» el vecino Pedro García Hernández de 36 años, soltero, al que le causaron una herida en el antebrazo derecho y otra en el dedo meñique de la mano izquierda, producida con arma de fuego, más cinco de piedra ó cuerpo contundente en la cabeza. Los dos primeros de dichos sujetos fueron capturados y entregados al juzgado municipal de aquel pueblo; pero no asi el último, que enseguida de cometer su delito se dio á la fuga, suponiéndose que haya marchado al Sur de esta isla, en espera de mejor ocación para dirigirse á América”.
No sé si al final el susodicho aprovechó esa magnífica “ocación”. Reitero lo de las transcripciones literales, no vayan a pensar que me he rebelado contra todo tipo de norma ortográfica.
En el diario católico Gaceta de Tenerife (16 de octubre de 1913, año IV, número 1256, página 1) encontramos un artículo titulado ‘Hallazgo’, bajo la firma de A.P.Z., que viene a entroncar con otro de Eco del Comercio, reseñado en la primera de estas entregas que venimos publicando.
“Hemos hallado en un armario, entre nuestros viejos papeles, unas cuartillas inéditas, fechadas por nosotros en el Valle de la Orotava, en el año de 1902, que dicen así:
¡Oh, el agua... el agua!
Se formó el mundo; vinieron después los cataclismos, conmoviendo, trastornando, desgarrando las entrañas de la tierra, y al ser conquistada la isla de Tenerife –hace más de cuatro siglos– corrían sobre las capas impermeables é invicibles hacia el mar, las mismas... mismísimas aguas que han venido corriendo, sin beneficiarlas nadie, hasta hace pocos lustros, ó como quien dice.., hasta hace pocos años, ó si se quiere, hasta hace pocos días. ¡Tal es el corto espacio del tiempo respecto á los dilatados siglos, que al fin y al cabo todo lo conmueven, lo trastornan y lo confunden!
Se confundían pues las aguas entre las olas, empero las perentorias necesidades de la vida, hizo que el hombre civilizado pensara en que el precioso líquido que se perdía tan lastimosamente en el mar, podía ser aprovechado para el riego de los campos con solo hacer excabaciones, perforando las rocas y abriendo galerías. Y coincidió la idea con el arribo á estas tierras de un joven extranjero, allá, por los años de 1843 ó 44 –un belga ó francés– á quien el Valle de la Orotava debiera levantar á su memoria una estatua por reconocimiento y gratitud.
Sin embargo de haber ya nosotros consignado en anteriores artículos, que las galerías y todo lo concerniente á las obras hidráulicas practicadas en exploraciones en Tenerife, no se debían á la dirección de ningún hombre de ciencia, es necesario hacer aquí constar que el inolvidable Mr. La-Chapelle, á quien aludimos en el anterior párrafo, nos vino á abrir los ojos –digámoslo así– en materia de exploraciones de aguas y fué quien ilustró, quien enseñó... quien hizo ver lo conveniente que son las excavaciones subterráneas y los pozos artesianos y aun la brújula para caminar bajo la tierra etc. etc. Hasta entonces el Puerto de la Orotava, por ejemplo, apenas contaba con los manantiales denominados «Aguas del Rey» para las necesidades más urgentes de la vida, y las demás poblaciones se contentaban poco más ó menos con alguna pequeña fuente para aplacar la sed, hallándose por lo tanto los terrenos en cuanto á riego, á la clemencia y á la piedad del Cielo, al estar sembrados de patatas, de trigo ó de maíz, etc.
Entonces, en aquella época, la pobreza en el país era grande y no le pasó á nadie por la mente lanzarse á emprender trabajos hidráulicos de ninguna especie.
Pero pasó el tiempo y aconteció que al fin hombres emprendedores y de clara inteligencia, vieron por fortuna la riqueza que tan lastimosamente se perdía, y se formó entre nosotros la primera sociedad de tal género, poniéndose al frente de ella un señor de inolvidable memoria en el valle de la Orotava por su laboriosidad y buen criterio. Aludimos al que se llamó en vida en el Puerto de la Cruz, D. Antonio Perera, hombre, aunque sumamente modesto, de mucha iniciativa. Ese convecino nuestro fué quien inició tan buena idea y hoy los manantiales denominados Aguas de Perera que son las más bajas de las descubiertas desde entonces hasta el día, puesto que están á noventa y ocho metros de altura sobre el nivel del mar, arrojan 1.133 pipas en cada hora para regar una gran faja de tierra, desde la jurisdicción baja del Realejo, cerca de El Burgado, hasta el punto que llaman El Rincón… (continuará)

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