viernes, 26 de agosto de 2011

Gordejuela (7)

 
“Llegamos entre villas y chateaux elegantísimos al punto donde debíamos dejar los coches, para emprender por estrecho camino la bajada hasta el lugar de Gordejuela donde la fábrica para el alumbramiento de las aguas se estaba terminando, y pasando entre platanares frondosísimos, llegamos hasta aquélla y edificio en que se encontraban las calderas y cuanto era indispensable para el funcionamiento de las bombas de elevación.
El agua alumbrada representa un esfuerzo titánico de lo que es capaz el hombre cuando se halla espoleado por la necesidad.
En Canarias el agua es la dicha suprema, es la vida. Por esto el procurarse el agua es el deseo, la obsesión de todos, ya que vale más que el oro mismo. Con el agua puede crecer el plátano que necesita mucha y dar en dos años tres racimos ó huacales; los tomates se producen oportunamente en invierno; las patatas, allí llamadas papas, vienen primerizas en época en que en Europa se siembran para la cosecha; es, en fin, el agua el elemento salvador de aquella tierra.
De ahí que habiéndose visto desde siglos cómo el agua que se filtra de las eternas nieves del Teide se escurría por los acantilados del lado de Gordejuela y aún en muchos puntos saltaba en chorro ó cascadas al mar, á una altura de pocos metros en algunos puntos y á poco mayor en otros, se constituyera una sociedad para recoger esa agua, formando un canal que la condujera a un gran pantano, al pie del mar, y por medio de potente maquinaria, elevarla hasta considerable altura de las estribaciones de aquel valle para desde allí, guardada en grandes estanques, venderla, alquilarla ó utilizarla en otra forma, para el riego de aquella fertilísima vega.
No hay que hablar de los esfuerzos y del coste que representa aquella obra, quizás única en su clase, en Canarias desde luego, pues sólo viéndolo y recorriendo el acantilado por donde el agua chorrea, es como se puede formar concepto de aquéllos. Es de creer que la Sociedad ha de obtener buenas ventajas y la compensación de sus trabajos”.
Deberán perdonar mis estimados y escasos lectores –pocos pero bien avenidos– que el relato no presente toda la continuidad y rigor necesarios, pero, e insisto, solo trato de sacar a la luz secuencias cronológicas (periodísticas) en torno al topónimo Gordejuela. Dejo tal posible ilación a quienes prefieran profundizar en trabajos de mayor enjundia que estos modestos ‘alongamientos’ blogueros.
El Tiempo y Diario de Tenerife, (21 de noviembre de 1906, página 2):
Por la Dirección general de obras públicas se ha dispuesto no acceder a lo pedido en instancia de la empresa de aguas de Gordejuela, solicitando se conceda en principio una subvención para llevar a cabo las obras de aprovechamiento de aquellos manantiales, con destino al riego de las costas de Santa Úrsula, Victoria, Matanza y otras del Norte de esta isla, sin que preceda la formación del oportuno expediente con arreglo á los tramites que señalan las leyes y reglamentos respectivos.
Diario de Tenerife, 8 de febrero de 1907, página 1:
“Subasta voluntaria extrajudicial:
Lucio Díaz y González, Procurador del Juzgado de 1ª. instancia de Santa Cruz de Tenerife, calle de San José, núm. 24, se ha encargado de llevar á efecto en la forma dicha, la venta de una hacienda situada en el Valle de la Orotava, donde dicen «Las Arenas», dividida en dos trozos por un camino.
Uno de ellos, que se sitúa en el término municipal de la Villa de la Orotava, consta de tres fanegadas de cabida, y contiene una hermosa casa de recreo, de alto y bajo con preciosos jardines, propia para alquilar á extrangeros durante la temporada de invierno, habiéndose obtenido hasta quinientas pesetas mensuales, conteniendo además cuadras, casa habitación para criado, estanque, y una acción de agua de la llamada «Palo blanco», que se cotiza hoy de dos á tres mil duros. Se halla toda la finca roturada y cruzada de atargeas, y la casa cuenta con servicio de agua con cañerías de hierro y presión.
El segundo trozo separado del anterior por un camino, está situado en jurisdicción del Puerto de la Cruz, tiene de cabida siete fanegadas, plantadas de viña, que produce el rico vino llamado de las Arenas, y es susceptible de ser regada con el agua llamada de Gordejuela. propiedad de los señores Hamilton, por lo cual puede dedicarse al cultivo de plátanos y tomates.
Por la situación privilegiada de la hacienda, en el sitio más sano del Valle, tiene un gran porvenir, especialmente cuando llegue á aquel punto el tranvía eléctrico.
Su dueña Miss Nota Haynes, ha decidido venderla por haberse ausentado para Inglaterra, y para ello ha conferido los correspondientes poderes.
El acto de la subasta tendrá lugar en la Villa de la Orotava, ante el Notario Don Agustín Delgado y García el día veinte y cuatro de Marzo próximo, á la hora de las trece, sirviendo de tipo para ella la cantidad de tres mil libras esterlinas, por ambos trozos de hacienda, admitiéndose pujas á la llana; y se advierte que para tomar parte en dicha subasta, habrán los licitadores de depositar el diez por ciento, cuando menos, de dicha cantidad, al tipo de cotización en el día anterior, si se hiciere en moneda española y que todos los gastos del acta de remate y escritura de compra venta serán de cuenta del rematador.
Santa Cruz de Tenerife, 7 de Febrero de 1907. Lucio Díaz.
El anuncio en cuestión apareció publicado durante muchos días posteriores en el mismo periódico.
El Tiempo, 29 de junio de 1907, página 1:
Visita del general Martitegui. (entre los agasajos) Excursión a La Orotava:
En tranvías hasta Tacoronte y desde allí en coches marchará de  excursión á la Orotava, el lunes por la  mañana, el general señor Martitegui, á quien acompañarán las autoridades, el ayuntamiento, representaciones de sociedades y prensa y otras muchas personas.
S. E. visitará la famosa elevadora de aguas de Gordejuela, que le mostrará el director de aquella monumental obra señor Galván.
Comisiones de todos los pueblos saludarán al señor Martitegui en la excursión hasta el Valle, en el cual se le tributará un entusiasta recibimiento.
Aparece también esa información El Tiempo, 1 de julio de 1907, página 2.
(continuará)

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