martes, 30 de agosto de 2011

Partos literarios

Aparte de ser el parto, según el diccionario, la acción de parir, es, asimismo, algo especial que puede suceder y se espera que sea de importancia. Y ojalá llegue siempre a ser cierta esa segunda proposición de la coordinada anterior. Porque cuando uno se atreve a plasmar por escrito las boberías de rigor, en el primer sueño ya se te aparecen los fantasmas: ¿podré verlo publicado? Inmediatamente piensas en que una editorial generosa, de las múltiples existentes, te echará una mano. Y no para empujarte al abismo, precisamente. Hombre, no vas a iniciar la carrera de manera negativa.
Acudes con los consabidos nervios y el borrador debidamente guardado en tu pendrive, pides permiso para entrar y no pasan diez segundos para que tengas el primer contratiempo: tráigalo impreso. Traduzco: gasta tú los euros, aparte del coco, porque nosotros estamos bajo mínimos. Te vas a casa con la cabeza gacha. Compras un paquete de folios (Din-4) y un tintero para la impresora. Si tienes suerte, y no se te traba la susodicha, dispones de un elegante borrador. Total ya metidos, le pondremos una portada a color. Y ya sumergidos en la vorágine, llevas el tocho para que lo encanuten con dos tapas plastificadas (el anverso transparente y el reverso en negro).
Tiras otra vez para la capital (las editoriales no entienden de pueblos) y dejas el regalo. Le llamaremos, en un sentido u otro. Retornas al hogar con los nervios a flor de piel y preguntándote si valdrás (tú, el autor, y la criatura que dejaste atrás) más que sea un higo de pico.
Pasan unos meses y recibes una llamada telefónica. Venga usted por aquí porque existen serias posibilidades para su proyecto. Le pones combustible al fotingo y nuevo viaje. ¿No tendría la oportunidad de contactar con algún ayuntamiento o empresa que nos pudiera ‘aliviar’ los gastos de financiación y tal y cual?
Para no extenderme mucho y dado que tu inteligencia, estimado posible lector de estos renglones cambados, es muy superior a la de este ingenuo redomado, imagínate el resto: gastos de teléfono, e-mails, entrevistas, viajes, lloros, explicaciones, rechazos (crisis), satisfacciones (pocas)…
Ojeaba hace unos días la prensa editada en estas ínsulas y me tropecé con este fragmento:
"Acabo de pasar por la librería para comprarme el libro porque a los autores apenas nos dan diez ejemplares y quería traerlo conmigo". Lo afirma con simpatía la periodista gastronómica y escritora tinerfeña Yanet Acosta (Garachico, 1976), que acaba de presentar su primera obra literaria, "El chef ha muerto", publicada por Editorial Amarcor.
Con lo joven que es, pensé, la pobre, cuánto sufrimiento le espera en el resto de su vida. Pero cuánta razón tiene. Y no importa mucho que sea la editorial que ella reseña o las dos con las que un servidor ha tenido la ocasión de ‘trabajar’ (para ellos).
Estoy metido de lleno en una nueva aventura. Que será una recopilación de composiciones poéticas (lo mío es atrevimiento) con la que pretendo ‘homenajear’ el verso clásico y las estrofas de toda la vida, las que aprendimos, y medimos, cuando teníamos mucha menos edad y mucho más pelo (si lo sabré yo). Habrá sonetos, décimas y romances. Y de ahí saqué el título (ya te lo desvelaré).
Un realejero de pro (Álvaro Hernández Díaz) ha aportado al prólogo de la futura publicación. Para lo que he tenido que moverme en busca de los euros que lo hagan posible. Ha sido un trabajo arduo, pero no más que el que hubiese tenido que realizar si lo publicara la editorial X (o Y). Porque, de perdidos al río, me he liado la manta a la cabeza y lo editaré yo. En una tipografía de aquí y regida por gente de aquí.
Cuando uno se dirige a una empresa (o ayuntamiento) para presentarle ‘sus credenciales’, lo menos que puede hacer es llevarle al menos un ejemplar de una publicación anterior. Y esas fueron, como ustedes bien recordarán, “Pepillo y Juanillo” y “Potajito de cuentos”, incluidas ambas en la colección Tid Iuvens (Ediciones Idea). Pues te cuento que tuve que ir a la capital tinerfeña, a la sede de la empresa editora, para adquirir varios. Fui a comprar mis propios libros. Eso sí, con un descuento. Generosos que son. Soy otro de los que indicaba Yanet: me dieron tan pocos que no alcanzó ni la familia más cercana.
Puede que con este ‘negocio’ me estalle como una pita. Pero podré presumir de haberme quedado con los libros suficientes como para no tener que ir a comprarlos. Y aquellos que se pongan en las librerías se venderán a un precio módico (me sentiré satisfecho si puedo cubrir gastos).
Lo que la autora que vengo referenciando no ha manifestado, pero yo sí lo saco a la luz, es que a los autores nos conceden un tanto por ciento de las posibles ventas. Dejando a un lado la casuística de “Pepillo y Juanillo”, adquirido en varios centros docentes para sus lecturas colectivas (alguno tuvo, incluso, la gentileza de invitarme), pongo el ejemplo del otro. En la presentación (Cine de La Perdoma, 24 de septiembre de 2010) de “Potajito de cuentos” se quedó mucha gente sin adquirirlo pues los ‘vendedores de la editorial’ se fueron antes de finalizar el acto. Razón: habían traído 70 ejemplares y se esfumaron cuando solo les quedaban 2. Eso me señalaron cuando les llamé al día siguiente. Y yo me lo creo, faltaría más.
Pero en la cláusula número 11 del contrato se estipulaba que en el transcurso del primer trimestre del año siguiente la empresa editora debía comunicar al autor el volumen de ventas del ejercicio anterior para proceder a la liquidación. Tras recordárselo yo, pues finalizaba marzo de 2011 y ni jumo ni pelo, me remiten el resultado en el que compruebo, con cierto asombro, que del citado libro se había vendido la cantidad de 72 ejemplares. Es decir, desde el 24 de septiembre (día de la presentación) hasta el momento de redactar el documento en cuestión (marzo 2011), en todas las librerías en las que se había depositado el Potajito solo se despacharon 4 libros. Como el menda es realejero, le bastó preguntar en las librerías del pueblo para comprobar que una vez más la tomadura de pelo superaba el aguante del sufridor de turno.
Y aquí estoy, por mi cuenta y libre como el viento. Cuento con la inestimable colaboración de Marianella Aguirre para las ilustraciones (te adelanto una). Si nada se tercia, antes de que finalice el año lo presentaremos en sociedad en la Casa Municipal de la Cultura de Los Realejos.
Te mantendré informado y te cursaré la pertinente invitación. No he pretendido ser pesimista con el alegato. Si un atisbo mínimo dejé entrever, olvídalo. Gracias.

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