Vaya revuelo
más tonto ante la publicación de los patrimonios de sus señorías. Qué quieren
que les diga, hasta poco me parece. Si llevan toda la vida cobrando bien y
teniendo estupendamente cubiertos los gastos superfluos a través dietas,
comisiones, bonos (sin dobles) y otros estipendios varios, bastante escaso
observo lo que ha podido reunir, por ejemplo, el viejo (con dobles y arrugas) Fraga.
Fruto de esa
curiosidad morbosa, los sitios oficiales del Congreso y del Senado estuvieron
colapsados en la jornada de ayer jueves. Los medios de comunicación, por su
parte, estuvieron todo el santo día con el sermoneo de rigor. Alguno,
aprovechando que el Riachuelo de El Cedro pasa por Las Mimbreras, detalló con
todo lujo la relación de bienes del presidente del Cabildo gomero. Yo, la
verdad, casi miro, pero lo dejé.
Todos estos
asuntillos vienen a confirmar mi teoría de gastarlo todo y así nadie se peleará
por la dichosa herencia. Lo malo es que uno no sabe cuándo será el instante de
decir adiós a este valle de lágrimas. Porque de tener la certeza del
acontecimiento, a buen seguro que el revolcón económico en el país sería capaz
de hacer desaparecer la recesión que, dicen, que nos atenaza. Vamos, que habría
más movimiento comercial.
Por mucho que
quieran explicarme economistas, políticos y banqueros, insisto en que no ha
habido crisis de ningún tipo. Mejor, sí, pero de valores, relacionados todos
ellos con lo que podría englobarse bajo el concepto de caradura, vividor,
trepa… A nivel individual cada uno de nosotros se puso un techo que ni por
asomo podía alcanzar con sus ingresos. Las familias, como suma de esas
particularidades, se subieron al carro. Fluía el dinero a raudales y los bancos
no quisieron dejar pasar el tren de alta velocidad. Los consumos se disparataron
y las administraciones se sumaron a la dinámica de pedir prestado…
¿Para qué
seguir? Los resultados no solo saltan a la vista de cualquier ignorante (pongan
mi nombre y apellidos), sino que han circulado múltiples y elocuentes
presentaciones explicándonos con todo lujo de detalles lo que acaeció. Los
principales actores del desaguisado, los que alegremente soltaron fajos de
billetes a quienes no iban a ser capaces de devolverlos, tenían, no obstante,
perfectamente agarrada la sartén por el mango, sabiendo que en riesgo de
explosión serían los primeros rescatados para que la maquinaria pudiera seguir
funcionando. El resto es harto conocido.
Y a fe que
debemos estar todos como cabras jartas
de papeles, porque, para más inri, los despropósitos continúan. Dicen que en
noviembre habrá elecciones generales y en la toma de posiciones para la carrera
(en el calentamiento) nos avasallan con las promesas consabidas, las de
siempre, las que no son factibles bajo ningún punto de vista. Puede que tales
desaguisados sean los que tienen desquiciados a los responsables de un
periódico de esta isla picuda. Porque la sarta de disparates es más o menos
parecida.
La confianza
que puede tener el electorado ante una cita con las urnas, se le baja a un
nivel inferior a la situación normal de los tobillos cuando se le propone una
campaña de ahorro (ellos gastaron lo que no le dimos y ahora nos apretamos el
cinturón: nosotros, claro), a la par que se persiste en una política de gasto y
despilfarro. Ahí tenemos a los romeros del Pino, los que tanto dicen velar por
nuestros intereses, presumiendo de todo y más (hasta de magos), utilizando
estos aconteceres festivos al más puro estilo de fútbol y circo en épocas
dictatoriales. Y se presentan de la mano portando elegante cesta de frutas y
verduras adquiridas en el mercado y procedentes de allende los mares. Idéntica
agarradera a la que esgrimen para Madrid, pero que no les vale para la
población de al lado (Telde, mero ejemplo). Menuda selección deberá realizar la
Virgen ante la multitud de promesas. Luego te piden que te mandes una papa
(canaria).
Mientras, el
símbolo más visible del ahorro (apenas unas 30.000 euros por su mantenimiento)
ya luce con todo esplendor en Las Palmas. Es una nimiedad, se me dirá. Pero lo
mismo sirve la irrisoria cantidad para paliar más de un apuro.
Acabo con
otra pírrica reflexión: En esta reforma constitucional (sí, la de la prisa y
corriendo), aquellos que no estaban de acuerdo intentaron pescar en el
consabido río revuelto y pretendieron otros añadidos y enmiendas, cada cual
velando, obviamente, por el interés general (de sus respectivas comunidades
autónomas). ¿Hubo alguno que propusiera eliminar el Senado como cámara inútil?
¡Ay, las tetas!
En fin, hasta
luego.
¡HOLA, JESÚS!:
ResponderEliminarME GUSTA ESTE TU ARTÍCULO DE OPINIÓN Y LO CUELGO EN MI MURO.
GRACIAS.
SALUD PARA TODOS.