Dícese (a la
usanza de los antiguos diccionarios) del lugar de salida o llegada de una línea
de transporte público. Y por ahí van hoy los tiros. Espero no herir las
sensibilidades de las muchísimas eminencias que existen dispersas por ese
ingente campo abonado que algunos conocen por terreno político.
De mi
reciente estancia en La Palma irán teniendo ustedes cumplida constancia gráfica
en ambos blogs a partir de ya mismo. Hay de todo, como en botica. Los
entendidos encontrarán, sin mayores dificultades ni contratiempos, los consabidos
desenfoques, horizontes que perdieron la horizontalidad
–no, van a perder la verticalidad– (que no la virginidad), o, parodiando a los
albañiles, esto no está a ‘escuadro’. Como fiel seguidor de lo de para gustos,
colores, que cada cual opine lo que estime conveniente. Y que no se corte,
puesto que de hacer comentarios se trata. Es la razón de ser de este blog. Y de
todos aquellos en los que se insertan pareceres. Y habemos unos buenos cuantos.
Como la
visita reseñada guarda relación el presente post. Aunque la intención
primigenia fue la del descanso y desconexión, no fue ello óbice para que se
produjeran varios pateos. Cortos, para desentumecer los bastantes kilómetros
motorizados. Dada la relativa cercanía del aeropuerto al lugar elegido para el
aposento, hacia allí me dirigí en varias ocasiones crepusculares. En ellas tuve
la oportunidad de fisgonear en el flamante edificio de la terminal inaugurada
no ha mucho. Y modestamente estimo que se pasaron catorce pueblos (ni uno más ni
uno menos), los mismos con los que cuenta la denominada Isla Bonita. No digo
yo, líbreme la divinidad, que los palmeros no se merezcan unas instalaciones
tan dignas como las de cualquier otro lugar. Pero ostentaciones en una época de
crisis como la actual quedan en flagrante fuera de juego. En un país que
dispone de aeropuerto sin aviones ni vuelos, nada debe extrañarnos el que se
despilfarren los dineros en un recinto que ni equiparándolo al de Los Rodeos,
por ejemplo (si me apuran, apunto más alto), jamás se alcanzará una ocupación
que justifique el gasto habido. Y si por un casual bastante remoto y mucho más
que improbable, aquello consiguiera atender simultáneamente cuatro o cinco
vuelos, a buen seguro que La Palma se hundiría porque no aguantaría el peso.
Aparecen
cerrados a cal y canto unos aparcamientos que estaban en uso hasta el otro día
(el año pasado, sin ir ni un tanto así más allá, recogí allí un coche de
alquiler), porque, obviamente, la nueva terminal dispone de otros ‘más
bonitos’. Olvidamos, además, que existen dos líneas marítimas que diariamente sostiene
mayoritariamente el turismo insular, el que lleva su coche, puesto que un par
de horas realiza el trayecto. El pasado día 4 (domingo) pudo ser una buena
muestra de la eficacia de esta modalidad de transporte. Tanto es así que las
dos compañías aéreas que operan los vuelos interinsulares lanzan endiabladas
ofertas de vez en cuando para captar viajeros. Por algo será.
Algunos
palmeros que puedan asomarse a este vehículo de opinión saltarán con lo de la
mentalidad de isla capitalina. Y no es esa la intención del comentario que
tienes ante tus ojos. Porque de ese ‘victimismo’, que estupendamente han
explotado muchos personajes por la importancia de unos votos, las mal
denominadas islas menores disponen de una red viaria, verbigracia, que bien la
quisieran Gran Canaria y Tenerife. No, de lo que se trata, a la manera de
entender un servidor lo que es la gestión de los dineros públicos (visión de
pueblo), es la de saber mantener el adecuado equilibrio. Y cuando una familia
no puede (porque sus ingresos no se lo permiten) acceder a determinados
‘lujos’, no parece conveniente endeudarse hasta el cogote para presumir un
fisco. Utilizo este símil pues es el que reiteradamente nos están sermoneando
en la actualidad los que ostentan responsabilidades –es un decir– en los
gobiernos. Debe ser, estimo, en épocas de vacas flacas cuando la imaginación y
el buen hacer marquen la pauta para distribuir los escasos recursos existentes.
Creo que en
La Palma se les ha ido al garete la visión de futuro. El propio Paulino es
el político que más nos indica que no hay territorio para mucha más gente. Pues
esta obra viene a significar el envés de su pensamiento. Y no me suelten lo de
visitantes ocasionales. Y mucho menos en esta isla en la que el carácter del
isleño marca unas improntas bien acentuadas. No sigo, que me conozco.
Tampoco
entiendo a qué esperan para el desmantelamiento de los ‘chiringuitos’
existentes en el terreno que a pie de las imponentes columnas de los nuevos
accesos dan una nota bastante negativa. Algo que, desgraciadamente, en La Palma
abunda mucho más allá de lo que podría
catalogarse como normal. Lo de El Remo es mera anécdota en este contexto
de invasión de los espacios marítimos. ¿Ejemplos? Si yo te contara.
No, no
escuché nada respecto a una posible moción de censura en el Cabildo, pero ya se
sabe, según mean, piensan. Todo es posible en estos peñascos. Hasta luego.
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