viernes, 7 de octubre de 2011

El afer palmero

Antes de sumergirme en el meollo de la cuestión, deberé solicitar las oportunas licencias para reforzar la teoría esgrimida en el comentario de ayer. Y vino a concederme razón uno de los retratados en el post anterior: Nemesio Pérez. Quien ha declarado que el controvertido tema sísmico herreño no es cuestión de egos. Y refiriéndose en concreto al señor Carracedo le espetó que de haber dicho lo de la risa en Hawái, lo mismo no estuviese ahora tan contento sino encerrado en chirona. Se palpa que hay algo más que un terremoto de fondo. Y aunque Nemesio se haya excedido en su apreciación, lo cierto es que cuando yo, yo y solo yo –a buen entendedor…–, malo, malo y peor. Y vale también para los entrevistadores. Aunque sean solo treinta minutos.
Guadalupe y Anselmo, Anselmo y Guadalupe se han dicho el sí quiero. Bueno, se han dado el sí. Para el Cabildo, sí; para los ayuntamientos, no. Las expulsiones socialistas quedarán ahora sin efecto. Son los mismos, pero no son los mismos. A nivel del pueblo, populares de toda la vida. A escala insular, abrazamos el nacionalismo. Ignoro la composición de la institución supramunicipal, pero lo mismo hallamos algún consejero que sea al mismo tiempo concejal. Y a lo peor, allí se coaligó con el PP mientras aquí comparte mesa y mantel con CC. Por lo que en un mismo individuo podría darse la paradoja de estar expulsado por pactar con Soria, y redimido por hacerlo con Paulino. ¿Tú crees que esta manera de comportarse (políticamente) es seria? ¿No están dando la impresión de que todo se reduce a un reparto de cromos por el que arriba cobran, y bien? Pero van a ahorrar para que el estado del bienestar –¿cuántas veces lo habrás oído últimamente?– no se resienta. Me hizo gracia las declaraciones de la presidenta: si la crisis se solucionara con el hecho de que los políticos nos bajáramos el sueldo, yo ya lo habría hecho. Y no se ponen colorados, tú. Bueno, azules, que el rojo ya no se lleva. ¿Sabrá esta gente aquel dicho de grano a grano? ¿O lo de predicar con el ejemplo?
Había que borrar de la faz palmera todo aquello que guardara relación con el nacionalismo barato de Castro. En cualquier foro, esquina o plaza de la isla corazón, ese era el tema más comentado tras las elecciones de mayo. Y la venganza se consumó –ver composición de la mayoría de consistorios– con el abrazo incondicional de rosas y puños con gaviotas (de ahí que aquellas se volvieran azules, color mitinero por excelencia). Pero Anselmo no tenía prisa porque conocía a Guadalupe desde que coincidieron en la Universidad. Y había que conceder cierto bálsamo –que no embalsamar– al eterno Antonio, no fuera que le saliera alguna cana después de mil batallas y ocupar unos dos mil quinientos cargos.
Hace un año tuvimos la oportunidad de presentar un ‘Potajito de cuentos’. Se me ha quedado corto, muy corto. No me negarán que potajes, potajes, lo que se dice potajes, estos de la política. El resto, leche cacharro. Oh, fíjate en el otro esperpento allá por Maxorata. Domingo González Arroyo se marchó del PP despotricando a diestro y siniestro contra el presidente regional. Y José Manuel no se quedó atrás. Se dispararon que fue un disgusto. Pues se han vuelto a unir (como Román y Paulino) para asegurar el senador por Fuerteventura. Fuerte desgracia tener que soportar estos ejemplares. El pepemajo es el partido del marqués de La Oliva. Y asegura siete mil votos al otro matrimonio de conveniencia. Deben ser los clientes contabilizados de sus gasolineras.
Creo que urge el nacimiento de un volcán. Mejor, uno en cada isla (incluyan La Graciosa). Para que esa erupción estromboliana chamusque muchas necedades. Iba a escribir necios y me arrepentí. Porque no se merecen tanto protagonismo.
¿La foto? Es un buen amigo que me encontré en la carretera de la cumbre, allá en La Palma, en la Degollada de Los Franceses. Se había refugiado en las alturas, cerca del Roque de los Muchachos para que la familia no lo obligara a ir a votar. Me espetó aquello de ‘cría cuervos’ y no supe qué contestarle. Hasta los animales se están dando cuenta de tanto choteo. Lo malo es que el no ir a votar no solo no arregla nada, sino que empeora la situación. Estoy difuso, amorfo e incógnito.
Hasta después.

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