Dudé en cómo
titular el presente. Porque pudo haber sido también, como indican las
fotografías, los nombres de cualquiera de los tres personajes. Te lo intentaré
explicar:
Anoche me
entretuve un rato viendo (y escuchando) una entrevista al volcanólogo portuense
en el programa de marras, que, como bien saben mis estimados fisgoneadores, lo
podemos observar en la televisión autonómica canaria. En su segundo canal. Ese
que tenemos, para general despilfarro, en el que se repite hasta la saciedad. Tanto
que todavía sigue surcando los aires el helicóptero (no, el de Paulino no) ese
que vuela por las nubes mientras Fernando Delgado nos deleita con que el túnel
de El Guincho, verbigracia, aún está en construcción. Para que te hagas una
idea de lo que significa actualidad para este portento de medio. Pero a lo que
iba.
Tuvo que ser
lo que yo vi, por lo tanto, una repetición de lo que debió acontecer ayer por
la mañana. Y el programa, que consiste en entrevistar a un personaje
‘destacado’ en cualquier faceta, está ahora conducido por Carmelo Rivero, quien
ha visto solucionado rápidamente el despido de Radio Club, empresa con la que
no tuvo, eso leí y escuché y él no lo ha desmentido, relación contractual
alguna. Para esos están los amigos que antes abandonaron el barco radiofónico.
Y en última instancia –o primera, vaya usted a saber– el jefe supremo. Antes lo
condujo, bajo mi punto de vista magníficamente, Mayer Trujillo, con una
profesionalidad digna de encomio.
Pero Carmelo,
el actual ‘chófer’, es ejemplo paradigmático de los que yo creo que se
entrevistan. Y es que cuando puede más el ego que los principios que debe regir
este género periodístico, malo, malo. Rivero se erige, desde la primera
pregunta, en protagonista y pretende demostrar al entrevistado que él domina
también la materia, por lo que debe, con machacona reiteración, meter baza (intervenir
en la conversación de otros, especialmente sin tener autoridad para ello) e
interrumpir cada tres por dos. Se me dirá que es un defectillo apenas, pero no,
es un error como la copa de un pino. Y a la televisión que me cuesta mis buenos
euros, yo debo exigirle mucho más que a los ‘alcachoferos’ que abundan (mejor,
abundaron) en las teles locales, y de los que hemos tenido la oportunidad de
hablar (escribir) en anteriores ocasiones.
A Carmelo,
junto a su hermano, le dieron el Premio Canarias de Comunicación que tanto
ansía don José (editor-director de El Día). Y yo, como el enojado
editorialista, creo que estuvo mal concedido. Porque con mayores méritos que el
susodicho existen destacados profesionales en estas ínsulas. Y si esto es un
‘envite’ en toda regla, cantado queda. Y creo que no es una caña. Si me quieren
pegar siete, adelante.
Estuve en un
tris de apagar la tele, pero permanecí estoicamente ante el aparato. Y no mejoró
a medida que el inexorable reloj iba descontando segundos y minutos. No,
Carmelo Rivero no sabe entrevistar, insisto, porque él se entrevista, se recrea
en sus amplísimos conocimientos y el bonachón de Nemesio contestaba, en más de
una ocasión, con monosílabos. Entiendo que para no espetarle aquello de ‘usted
lo ha dicho todo’. Y es que Carmelo
presume de conocer en ‘profundidad’ (con dobles) los sucesos herreños porque él
vivió el terremoto de Perú. Como si yo hiciera gala de mis altísimas dotes de excelente
jinete por haberme subido en una ocasión a lomos de un burro (sin dobles).
Este mediocre
juntador de palabras cree que las abundantes tertulias existentes en radios y
televisiones están influyendo tanto en los periodistas, que estos se han subido
al carro de los despropósitos y reproducen los esquemas que en cualquier
facultad universitaria se indican como nocivos. Y es una pena que un género tan
agradecido como la entrevista sea choteada.
Ignoro el
porqué hubo este cambio en el programa –rescatado de la radio, por cierto–,
pero, a pesar de lo de las comparaciones, el empeoramiento ha sido notorio,
significativo. El saber estar del actual ‘director’ de 30 minutos, dista más
kilómetros del aplomo y prestancia del anterior, que los existentes hasta el
lugar por el que circula el magma en el subsuelo de la Isla del Meridiano.
Conserva tus amistades, Carmelo.
Y a ustedes,
pasen un feliz día y hasta mañana.
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