jueves, 30 de junio de 2016

Décimas del estampido (y 3)

Y va el resto en esta entrega de hoy jueves. Otras dos, sendos acrósticos, quedan en el baúl porque fueron dedicadas a dos personas a las que debo agradecer en grado superlativo las atenciones recibidas en esas dos semanas de estancia hospitalaria.
Te cuento la penúltima. El fiscal Pedro Horrach, célebre él por sus enfrentamientos con el juez Castro, abandona Anticorrupción para dedicarse a la abogacía. Cuando leí la información, tuve que reírme durante buen rato. Vaya novedad. Años lleva defendiendo a la Infanta Cristina. Esa señora que no se enteraba de lo que hacía su marido, salvo cuando en sus ratos libres acudía a la fábrica de hacer chicos.
Exacto, yo me paso. Y el susodicho olvidó también –cómo les falla la memoria– el rol que la justicia le confería. O expresado de manera más ordinaria: el mundo al revés.
Concluimos, pues, el recorrido:

Van transcurriendo los días
con molestias y dolores,
no es que te cause pavores
el cúmulo de averías.
Pero los hitos son tantos
que merecen ser contados,
que no sean olvidados
por el tiempo inexorable,
échote, pues, un cable
con unos hechos aislados.

Del personal sanitario
interesa mencionar,
al tiempo que destacar,
un quehacer extraordinario.
En cada trabajo diario
es bonito agradecer
ese genial proceder
con que al enfermo se anima:
para Ana Claudia y Yazmina,
en verso mi parecer.

Los de Muface tenemos
la opción del acompañante,
asunto muy importante
cuando ‘jodidos’ nos vemos.
Cuanto más solos estemos,
al menos así lo pienso,
habrá ligero descenso
de problemas y tensiones,
evitando sofocones
a los que soy muy propenso.

En las horas de visita
las clínicas son mercados,
con gentes por todos lados
que más que ayudar irrita.
El personal se concita
en torno a conversaciones,
que en más de las ocasiones
semejan un gallinero,
donde deseos sinceros
se tornan fuertes tostones.

Han pasado dos semanas
y nos conceden el alta,
bastante que hacía falta
para seguir con más ganas.
Poco a poco ya te afanas
en casa con ejercicios,
para que no surjan vicios
ni existan inconvenientes,
que la historia es de valientes,
olvidemos los perjuicios.

Y lo que pudo haber sido
solo quedó en un disgusto,
y aunque fue muy fuerte el susto,
que pase pronto al olvido.
La vigésima despido
con mi total gratitud,
que debe ser la virtud
que guíe siempre el sendero,
a quienes con tanto esmero
protegen nuestra salud.

Mañana entramos en julio. Los alisios han vuelto a hacer acto de presencia. Algo de lo que me alegro por mis plantas. La panza de burro tiene sus encantos. No olvidemos que agosto del pasado año fue un mes bastante raro. Con lluvias y tormentas. Lo tengo anotado en una libreta. Oye, ya localicé a uno que votó a Mariano.

miércoles, 29 de junio de 2016

Décimas del estampido (2)

Vamos con la segunda entrega. No te preocupes, solo queda una. Otras siete décimas, de la veintena total, en las que uno cuenta, en tono distendido, los avatares clínicos de una estancia que no agrada, pero que las circunstancias obligan.
Ayer estuve circulando en los dos vehículos por los que transito en esa amplia autopista de Internet (Facebook y Twitter) y no hallé una reseña de alguien que se declarara votante del PP. A contrario sensu, si el partido por el que yo lo hice hubiese ganado las elecciones, un servidor estaría la mar de contento y satisfecho. Pero debe existir más de uno que elige al Partido Popular como su opción preferida y luego se esconde. Pueden ser los encuestados a pie de urna y que no se recatan en contestar la mentira más gorda. Aunque de esto a decir que hubo amaños, dista buena cantidad de kilómetros. Y las supuestas cartas de miembros de mesas electorales en las que se denuncian anomalías, tienen menos consistencia que una tarta sin levadura. El disparate de que los votos de las urnas se llevan a las sedes de las juntas electorales es para enmarcar. En fin, cada uno se retrata como le apetezca.
Y seguimos en el hospital:

Ya estamos en San Fernando,
Bellevue, pa´ser exactos,
donde arrancan otros actos
para irte enjaretando.
Por urgencias vas entrando
directo a radiología;
aquí tienen la manía
de retratar tu interior
por si hay algún actor
cuyo papel extravía.

Una cuestión importante
es que del tiempo te olvides,
pues los pasos ya no mides
como hacías en el ante.
Dale una vuelta al volante
que principia otra aventura,
cuya meta será cura
de tu cuerpo magullado;
no andes, pues, preocupado,
mira todo con dulzura.

Como en todo colectivo
siempre está el garbanzo negro,
hecho del que no me alegro,
ni me parece atractivo.
En este rol de pasivo
me encanta reflexionar
que no debes olvidar
ser consciente en tu labor,
y poner todo tu amor
al gusto por trabajar.

Al ser personal cercano,
de estos contornos vecino,
no te invitan a un buen vino
pero te tienden la mano.
Cuánto agrada el trato humano
en circunstancias extrañas,
que a uno se antoja hazañas
por la falta de costumbre;
que el tinglado no se herrumbre,
no pierdan jamás las mañas.

Traumas, fisios, auxiliares,
sin olvidar enfermeros,
con cuidados y esmeros
alivian nuestros pesares.
Ojalá que esos andares
jamás caigan en baldío,
que siempre discurra el río
por aguas bien placenteras,
para que largas esperas
no nos causen desvarío.

Tras dos días ingresado,
al persistir los dolores,
descubrieron los doctores
el fémur medio averiado.
Hube de ser operado
para que un clavo actuara
y al hueso sujetara
en correcta posición
y acabar con la pasión
que tanto me atenazara.

No fue asunto peliagudo,
según dijeron galenos,
pues los aciertos son plenos,
parecer que yo no dudo.
Cuando a una clínica acudo
y observo tanto adelanto,
me produce gran quebranto
recordar ese pasado,
de material anticuado,
de aspecto que causa espanto.
En la próxima entrega concluiremos el recorrido. Ahora, en casa, toca recuperarse con santa e infinita paciencia. Lo llevamos más o menos bien. No queda otra. Hasta mañana.

martes, 28 de junio de 2016

Décimas del estampido (1)

Hasta que no acuda el próximo día 5 de julio al traumatólogo y me indique nuevas pautas para el uso y manejo de la pierna derecha, aquí sigo defendiéndome a duras penas con un portátil cuya pantalla me brinda una visión más bien escasa a mis gafas de cerca. Para lo que hay que ver, habrá pensado.
En estos días de horas abundantes, intento mantener activa la mente para que no se me desvíe hacia asuntos más prosaicos, verbigracia, la política. Y dirijo el enfoque a seguir en la tarea de sacarle chispa a los asuntos que me llamen la atención por las causas más nimias.
No podían faltar, claro, mis décimas. Incluso las vividas en carne propia. Por si valen a quienes, ya jubilados, matan tiempos en labores del campo. Con el pertinente consejo de que tengan cuidado. Porque meter la pata es el ejercicio más fácil y tonto que uno pueda imaginarse. Si lo sabré yo.
Probemos con una primera entrega de las que denominé décimas del estampido. Un intento de secuenciar unos días de ajetreo hospitalario que, afortunadamente, se van superando. Vamos allá:
Los días en San Fernando
dan tiempo para pensar
lo que te puede pasar
simplemente caminando.
Andaba el hombre regando
sobre el muro de unas huertas,
de pronto se abrieron puertas
del vacío en un desliz
y abajo se fue en un tris:
Ello ocurrió en Las Abiertas.

En el lugar icodense,
sito a los pies del Gigante,
acaeció en un instante,
rodeado de suspense.
Y nadie crea ni piense
que fue el pobre accidentado
el tipo más asustado
del grupo allí reunido,
en torno a un sujeto herido
consigo mismo enfadado.

Protocolo de rigor
y la ambulancia que llega,
iniciando así la entrega
a la ruta del dolor.
Trayecto en el que este actor
destacará varios hitos
-para ellos, tal vez, ritos-
sumandos de una adición
que insuflan aire al balón
en todos los circuitos.

Primera estación, Buen Paso,
del recorrido galeno,
a toro pasado, bueno,
recordando el talegazo.
Mas no demos el hachazo
y sigamos el relato
en manuscrito alegato
a modo de remembranza;
así que este ‘cuento’ avanza
hasta dentro de un buen rato.

La vena del que cuestiona
debo dejar aparcada,
pues no se queja de nada
de la historia esta persona.
Un hospital no ilusiona
pero mejora la estancia;
deja atrás toda arrogancia,
porque admitir diferencias
agrandan las experiencias
en aires de tolerancia.

Radiografías, estudios,
dictámenes, pareceres,
muchísimos menesteres
conformaron los preludios.
Ni rechazos ni repudios,
ni tampoco malas caras;
es que escucho cosas raras
en torno a esta gran labor
que nos mitiga el dolor
sin usar distintas varas.

Tras horas de observación,
con calcáneo averiado,
arranca nuevo traslado
y la sirena en acción.
El tráfico es un follón
y sin ser urgente el caso,
la acústica pide paso;
no son buenos los accesos,
ya que ingenieros sin sesos
signan líneas al trancazo.

Seguiremos. Mis chicos –Pepillo y Juanillo– estaban extrañados por la ausencia. Y aclaro que San Fernando es para los de este Norte la Clínica Bellevue, del grupo Hospiten. A donde fui desviado desde el conocido como Hospital del Norte (Icod de los Vinos).
Hasta la próxima.

miércoles, 1 de junio de 2016

Cuestión de números

Se inicia junio y se aproximan las vacaciones veraniegas. Aunque, si digo verdad, no me gustan demasiado. El calor me agobia. Y hay mucha gente en cualquier sitio. Parece que debes ir pidiendo permiso para moverte en fiestas, playas y lugares de ocio. Yo prefiero viajar en épocas de menos aglomeraciones. Típica visión del jubilado.
En esto de los números solemos ser especialistas. Al alza, cuando nos conviene, y a la baja, por lo mismo. La foto, que se la robé a Isidro, nos muestra una secuencia de la carrera de caballos en asfalto que se viene celebrando en mi pueblo desde hace unos años. Asistí en la pasada edición, pero no me gustó, así que en la presente me quedé en casa tranquilo.
En cuestiones de seguridad no me meto porque para tal menester cobra el señor Marrón. Y me imagino –tiempo para ello tiene y le sobra– que todo estará atado y bien atado. Somos unos cuantos los que no lo tenemos tan claro, pero doctores tiene la iglesia. No quisiera ser testigo si una bestia se desboca o ese furgón se queda sin frenos, o tiene otra avería, cuando baja a toda pastilla desde La Cruz Santa.
Fuentes municipales aseguran que unas 11.000 personas asistieron a dichos actos. Y como el éxito siempre se mide por idéntico baremo, habrá que convenir que si juntamos los habitantes de Toscal-Longuera, Cruz Santa-Cartaya e Icod el Alto (a la web oficial del consistorio me remito), cien arriba, cien abajo, se antoja mucha gente. Ignoro el método para cuantificar la concurrencia, pero atisbo ciertas dosis de alegría al ir sumando. Insisto, cuando ocurra algo no deseado, daremos la vuelta a la tortilla y diremos que había mucha gente
Podríamos, asimismo, sumergirnos en otras cantidades que marean: la tasa de pobreza con la que Canarias se erige en líder de un penoso ranking o el montante de desempleados de larga duración (la mayoría sin prestación social alguna) que llevan más de un trienio en paro (35 de cada 100). Para que nos prometan bajar el IRPF y reducir, al tiempo, el déficit con el truco (palabras del ministro de Economía) de mantener el crecimiento. ¿Dónde está que quiero saludarlo? Para que me explique, asimismo, si el próximo año voy a seguir cobrando la pensión. Porque al paso que van, la hucha no va a aguantar mucho.
Hay otros números más satisfactorios. Los del turismo, verbigracia. En este pasado mes de abril llegaron a estas peñas nada menos que un millón cien mil visitantes. Un 16% más que en idéntico periodo de 2015. Y el doble que en 2010. Son datos oficiales, del INE (Instituto Nacional de Estadística). En el primer cuatrimestre de este año hemos alcanzado la cifra de 4.532.048. Un 11,3% más que el pasado año, es decir, 460.128.
Los conflictos de Egipto, Túnez y Turquía hacen que Canarias esté recibiendo grandes remesas que tienen felices y contentos a los hoteleros. Tanto que he tenido la oportunidad de leer este mensaje de jolgorio: Canarias, máquina de hacer turistas.
Me alegro de que el sector navegue placenteramente. Eso debe redundar en el desarrollo económico. Pero sigo sin establecer correspondencias entre los incrementos de los ingresos –que deberá haberlos– y la reducción de las listas del paro, o de una subida de sueldos, o de mejoras de cualquier otra índole. Algo debe estar fallando. Y como hay ministros, consejeros y concejales con dedicación exclusiva para velar por el bienestar de los que viven verdaderos dramas, uno se pregunta si ponen toda la carne en el asado o, por el contrario, se dedican a verlas venir mientras se echan medio güisqui en cualquier complejo residencial con campo de golf.
Cuando se inundan los medios de comunicación con estas alegrías, alguien debería reflexionar y, de paso, averiguar si la dicha es compartida o los beneficios se quedan en círculos muy reducidos. Yo me quedaría mucho más satisfecho si el responsable político del ramo no echara campanas al vuelo, ni que el propietario hotelero nos vendiera ocupaciones rayanas al ciento por ciento, sino que nos señalaran cúantos camareros, cuántas limpiadoras… han pasado a engrosar las plantillas.
En fin, los números solos, así en abstracto, bien poco indican. Eso hay que concretarlo y hacerlo visible en la denominada economía doméstica. Los papeles y los datos estadísticos no sacian estómagos vacíos.
Así que no todo es cuestión de números. Hay que condimentarlos. Y otras: ¿Aguantará esta tierra que las cifras de turistas sigan en continuo aumento? ¿Hasta qué punto? ¿Dónde está el límite? ¿No nos hundiremos y nos moriremos de éxito?
Vayan pensando en las posibles respuestas. Y hasta mañana.