miércoles, 26 de octubre de 2011

Siete estrellas verdes

Me asalta terrible duda. Y no es que esté confundido con si el azul es, o debe ser, más o menos celeste; o si el verde representa el color aparente de ese mar que nos baña (por lo del volcán herreño) o si tiene que ver con ‘la esperanza me mantiene’.
La incertidumbre no guarda relación con los colores, ni el tamaño de la tela, ni la forma, ni siquiera el diseño. Es el número de estrellas lo que me tiene confundido. Y es algo que me deberán aclarar los entendidos, a ser posible antes que después, porque la independencia está a la vuelta de la esquina (lo leí en un periódico) y la propia Coalición Canaria está que si sí, que si no; que si me subo, que si me bajo; que si me apunto, que si me borro; que si la adopto…
Cada vez está más extendido el parecer de que ya no somos siete sobre el mismo mar. Hasta Benito Cabrera se halla por la labor del cambio oportuno en la letra navideña. Los habitantes de La Graciosa permanecen en un prudente silencio pero se palpa en el ambiente la tensión contenida. Y de estallar el conflicto, no creo que tardemos demasiado en que alguien se arrogue la representación de los peñascos del Archipiélago Chinijo, creyéndose en idénticos derechos que el resto de rocas atlánticas ultraperiféricas. No les costará demasiado que cualquier juzgado les dé la razón. Bastaría con mostrar a su señoría la sarta de boberías que se han escrito y/o dicho con respecto a lo acontecido a pocas millas de La Restinga.
Recordé que podríamos obviar el siete (7), que es el número natural que sigue al seis y precede al ocho (En algunas religiones el siete es un número sagrado al igual que el ocho. El siete representa lo bueno y el ocho lo malo. Siete son los días de la semana, las notas musicales, los colores del arco iris, los pecados capitales…), al estilo de lo que hemos hecho con la bandera de la Unión Europea, que, al contrario de la creencia popular, el número de estrellas no tiene nada que ver con el número de Estados miembros. Hay doce estrellas porque el número doce es tradicionalmente el símbolo de la perfección, lo completo y la unidad. Por lo tanto la bandera no cambia con las ampliaciones de la UE.
Entiendo que es bastante factible (aunque el que ustedes y yo conocemos exigirá que una de ellas sea mucho más grande), porque las dotes de convicción de Paulino no dejan margen de error. Les pongo un simple ejemplo: cuando gobernaba con el PP pactó lo de la policía y tele autonómicas (recuerden que el PSOE puso el grito en el cielo y montó el cirio correspondiente) y ahora los socialistas no se atreven a abrir la boca (el silencio de los corderos). Por lo que no tiene nada de raro el que pacten con estos últimos el asunto de la bandera, que ya cuando rompa este matrimonio (de conveniencia) y se junte de nuevo con Soria, con hacerle un hueco en el mástil de Las Palmas, zanjado el particular.
Me voy con una décima:
Con las siete estrellas verdes
muy contentos viviremos,
y juntitos cantaremos
–acuerdes lo que tú acuerdes,
y no ladres que no muerdes–,
el inmortal arrorró.
Por eso estimo yo,
que con gusto ondearemos,
y junto a ella estaremos…
¡qué bien lo pasemos, ño!
Hasta mañana.

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