Me asalta
terrible duda. Y no es que esté confundido con si el azul es, o debe ser, más o
menos celeste; o si el verde representa el color aparente de ese mar que nos
baña (por lo del volcán herreño) o si tiene que ver con ‘la esperanza me
mantiene’.
La incertidumbre
no guarda relación con los colores, ni el tamaño de la tela, ni la forma, ni
siquiera el diseño. Es el número de estrellas lo que me tiene confundido. Y es
algo que me deberán aclarar los entendidos, a ser posible antes que después,
porque la independencia está a la vuelta de la esquina (lo leí en un periódico)
y la propia Coalición Canaria está que si sí, que si no; que si me subo, que si
me bajo; que si me apunto, que si me borro; que si la adopto…
Cada vez está
más extendido el parecer de que ya no somos siete sobre el mismo mar. Hasta
Benito Cabrera se halla por la labor del cambio oportuno en la letra navideña.
Los habitantes de La Graciosa permanecen en un prudente silencio pero se palpa
en el ambiente la tensión contenida. Y de estallar el conflicto, no creo que
tardemos demasiado en que alguien se arrogue la representación de los peñascos
del Archipiélago Chinijo, creyéndose en idénticos derechos que el resto de
rocas atlánticas ultraperiféricas. No les costará demasiado que cualquier juzgado
les dé la razón. Bastaría con mostrar a su señoría la sarta de boberías que se
han escrito y/o dicho con respecto a lo acontecido a pocas millas de La
Restinga.
Recordé que
podríamos obviar el siete (7),
que es el número natural que sigue al seis y precede al ocho (En algunas
religiones el siete es un número sagrado al igual que el ocho. El siete
representa lo bueno y el ocho lo malo. Siete son los días de la semana, las notas
musicales, los colores del arco iris, los pecados capitales…), al estilo de lo
que hemos hecho con la bandera de la Unión Europea, que, al contrario de la
creencia popular, el número de estrellas no tiene nada que ver con el número de
Estados miembros. Hay doce estrellas porque el número doce es tradicionalmente
el símbolo de la perfección, lo completo y la unidad. Por lo tanto la bandera
no cambia con las ampliaciones de la UE.
Entiendo que
es bastante factible (aunque el que ustedes y yo conocemos exigirá que una de
ellas sea mucho más grande), porque las dotes de convicción de Paulino no dejan
margen de error. Les pongo un simple ejemplo: cuando gobernaba con el PP pactó
lo de la policía y tele autonómicas (recuerden que el PSOE puso el grito en el
cielo y montó el cirio correspondiente) y ahora los socialistas no se atreven a
abrir la boca (el silencio de los corderos). Por lo que no tiene nada de raro
el que pacten con estos últimos el asunto de la bandera, que ya cuando rompa
este matrimonio (de conveniencia) y se junte de nuevo con Soria, con hacerle un
hueco en el mástil de Las Palmas, zanjado el particular.
Me voy con
una décima:
Con las siete
estrellas verdes
muy contentos
viviremos,
y juntitos cantaremos
–acuerdes lo que tú
acuerdes,
y no ladres que no
muerdes–,
el inmortal arrorró.
Por eso estimo yo,
que con gusto
ondearemos,
y junto a ella
estaremos…
¡qué bien lo pasemos, ño!
Hasta mañana.
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