Lo que te voy
a contar hoy es fruto de otro sueño. En las redacciones –antiguamente se
llamaban así– que nos marcaban en nuestra época de estudiantes, pretendíamos
sorprender al profesor (o profesora, ya lo sé) de Lengua con relatos
inverosímiles que concluían con unos sugerentes puntos suspensivos… Y te
despertabas, claro. Pensabas en tu intimidad, incluso creías estar viendo al
corrector (o correctora, ya lo sé), que la sorpresa era mayúscula y que la
calificación alcanzaría, como mínimo, el notable alto.
En este
relato de hoy haré lo contrario. Tú comenzarás la lectura sabiendo que se trata
de una ilusión. Que ocurrió, no te vayas a creer. Y al final, si entiendes que
en la realidad estos hechos pueden ser factibles, perfecto. Y si no, perfecto
asimismo.
…
Estaba
apoyado a la baranda en el mirador de El Lance. Abajo, Tigaiga, dormida al
socaire del risco, se preparaba para despedirse de los generosos rayos solares
que en aquel espléndido día le habían sacudido el penúltimo tiritar del frío
invierno. Se me antojó, de pronto, que el suelo comenzaba a temblar.
–Qué raro, yo
pensando que Tigaiga se estremece y ahora…
–¡¡¡Vacaguaré!!!
–Me cago en
la madre… Chacho, qué vas a hacer…
–Gofio,
tenique, tasaigo, beletén… Estoy jartito de tanto pichingli y de que me jalen
por el tesegue. Me enjilo por segunda vez…
Allí estaba,
a escasos dos metros, tal y como la escultora lo trajo al mundo, alongado al
tolmo empinado y a punto de volver a suicidarse.
–Espera un
fisco, hombre. No me vayas a fastidiar la tarde. Por una vez que vengo a dar
una vuelta…
–Por una vez,
no; no te hagas el listo que te he visto pasar en varias ocasiones. Yo me finjo
ciego y sordomudo, pero ya vez cómo me expreso. Y domino varios idiomas. Pero
lo más importante, sigo alzado.
–Espera un
momento que voy al coche a buscar algo para taparte. No es lo mismo estar ahí
arriba, tieso como un garrote, que aquí abajo vivito y coleando. Eso, coleando,
se te nota que te cambas.
–¿Y qué? El
pueblo guanche, masacrado en su día por el malvado invasor, tiene en mí un
genuino representante con sus caracteres bien definidos…
–Por
supuesto, a la vista están y por eso voy a traerte un chándal viejo. Algo
retrincado vas a quedar, pero al menos disimulas.
–Los
prejuicios, siempre los prejuicios. Y si son raciales venden más. Estoy
pensando que…
Mientras él
pensaba, yo también. Este jodido guanche sabe más que el carajo. Y uno creía
que solo era soporte fotográfico de mujeres con carencias y de hombres con
carencias. Que no, no me repito. Es lo que hay…
–Ya está, te
voy a pedir un favor: ¿Tú conoces a un tal Manuel, que fue alcalde del pueblo
que está ahí por el otro lado del barranco y que para imitar nuestro glorioso
Beñesmen se disfrazó de carnero mocho con un tamarco prêt à porter?
– (Joder, con
el primitivo, conoce el doble, si no el triple, que muchos ediles de cultura)
Hombre, conocerlo, sí; tratarlo, va a ser que no. Nunca estuvimos en la misma
(k)onda.
–Es que hace
unos días escuché a un ramblero, satinado perdido, que lo ponía bonito porque
pegó un salto que ni el mío se le puede comparar.
–Algo me han
dicho.
–Cómo que
algo te han dicho. Tú sabes toda la historia. Que me contaron que tú escribes.
–(Joder con
el supuesto primitivo) Demonios, me estás sorprendiendo.
–Este es un
lugar de mucho tránsito. Y en estos años me he cultivado bastante. Me
desenvuelvo en varias lenguas, entiendo el de signos, interpreto el movimiento
de los labios, charlo con los animales (de cuatro patas). Hay un chiquito ahí
más adentro, tiene un burro que se llama Paco, que suele meditar aquí en voz
baja y, claro, yo estoy al loro…
–(Como
Manolo, el otro, se entere de lo que conoce este, va a tener el mismo destino
que los represaliados de Nuevas Generaciones o, como mal menor, lo envía al
retiro del patio de la Casona
de La Gorvorana).
–Nacionalista
convencido. Aicá maragá y guárdame un huevo de tabobo. Y ahora asesora con la
tabona en la mano. ¿Tú sabes dónde vive?
–¿Vas a ir a
saludarlo?
–Si tú me
llevas, sí; caminando no puedo porque doy el cante. Además, tengo las patas
rajadas de los cambios de temperatura y lonas pa´mí no vienen.
–Ay tu
catana.
–Ños, ¿hablas
guanche?
–Arcitir
Magro.
–Alzanxiquian
abcanabac serax.
–Chucar guayec atchimencey reste
Benchom sahec tender relac nazet sahañec…
Voló un
guirre desde La Corona,
emitió un extraño sonido…
Aguirre y
Cifuentes, candidatas en Madrid…
Jolines, se
me quedó la tele encendida. Pero me volví a dormir y ya no soñé más. Cada vez
que voy para La Guancha me paro un ratito en el lugar de los hechos. No he
vuelto a notar nada raro. Luego, a la altura de cierta cerrajería, aflojo la
marcha por si vislumbro una añepa. O, en su defecto, la rojigualda. No he
tenido suerte.
¡Ah!, el
viejo chándal sigue sin aparecer. Cualquiera se lo cuenta a mi mujer. Como era
el que utilizaba para las faenas domésticas no lo habrá echado en falta.
Puestos no los tiene el fulano. Vete a saber dónde los habrá perdido. Yo no
creo que haya ido solo a intercambiar opiniones con el otro (reconvertido).
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