El reloj se
ha puesto en marcha. El primer test ya va servido. Las elecciones andaluzas
marcarán la temperatura de bastantes formaciones políticas. Porque en mayo, a
la vuelta de la esquina, otras convocatorias nos concitan. Son miles de
ayuntamientos, amén de varias comunidades autónomas, los encargados de ajustar
balanzas. En momentos que se antojan complicados y en los que la diversidad,
cuando no dispersión del voto, será la pauta a tener en cuenta. Por lo que se
avecinan unas maniobras de pactos bastantes interesantes. Y en este país no
estamos demasiado acostumbrados a que las alianzas permanezcan inalterables.
Somos muy dados a los vaivenes. Cuando debería ser lo contrario por aquello de
que cuatro ojos ven más que dos.
Si en
Andalucía, y todas las encuestas señalan esa dirección, el PSOE obtiene unos
buenos resultados (ganar lo sería, indudablemente), me van a permitir sus
cuadros dirigentes que desde esta humilde ventana les remita un consejo. Estoy
convencido de que alguno de los que se alongan a Pepillo y Juanillo hará llegar
la misiva a los que vivan más lejos. Como ahora no hace falta sobre ni sello,
sino que las vías de la
Internet funcionan a velocidad de vértigo, si lo entienden
conveniente, al ratito podría estar en su poder la opinión de quien ha sido
testigo directo de un descenso en picado tan veloz como suicida. Pero si
todavía no consideran que es hora de levantar cabeza, por favor, apaguen el
ordenador o artilugio al que se hallen ahora mismo enganchados. No es la
primera vez que escucho “mira tú el bobo este”.
Aunque
piensen que voy de farol, yo también hago mis sondeos. A mi manera y con mis raquíticos
medios, pero me funcionan. Llevo unos días contactando con amigos (por lo
general viejos compañeros de mil fatigas) para conocer cómo se desenvuelven las
agrupaciones locales del partido. Y lo que me señalan no es para echar
voladores. Los índices de afiliación son tan escasos que han debido recurrir a
la táctica de los porcentajes para cualquier información relacionada con
votaciones o similares. Viste mucho más el manifestar que el candidato ha sido
elegido por un 90% de los votos emitidos, que acudir a la triste realidad de
reconocer que nueve, de los diez presentes, levantaron la mano cuando se les
requirió al respecto.
Y con esos
mimbres no se va a lugar alguno. Mejor, sí, pero no llegarán muy lejos. En
aquellos pueblos en los que se ha contado con un candidato solvente, con
gancho, con las ideas claras, que ha sabido acompañarse de un equipo en el que
prima el trabajo por y para los vecinos, que ha sido capaz de suplir las
carencias orgánicas con amplias dosis de resignación y amor a una de las
labores más gratificantes de la humanidad (servir a los demás), ha podido el
PSOE mantener el tipo. En el resto, languidece de manera harto peligrosa.
Me podrán
tachar muchos de que este planteamiento viene a confirmar el hecho de que en
torno al poder se crea una maraña de intereses y que cuando este se pierde cada
cual busca el calor en otros cobijos. No lo niego, pero no es la generalidad.
Son las excepciones. Sí, no sonrías, pícaro, pues aunque un servidor, en esos
instantes de bajona, haya podido escribir lo contrario, la mayoría de los que
ostentan cargos públicos son gente honrada y que trabajan desinteresadamente.
Sé que en estos tiempos convulsos y de flagrantes casos de corrupción es
complicado sostener esta hipótesis. Pero, si insistes, recurro al manido
ejemplo de la avenida con cien luminarias en la que solo una está fundida.
La agrupación
socialista tinerfeña (y la canaria, para ampliar el círculo) ni está, ni se la
conoce, ni se la espera. Muchos comentaristas aluden al concepto de perfil
bajo. Pero es que en este particular, ni perfil tienen. Es un ente muerto. Y
transmiten una alegría a las sedes locales, a los que se baten el cobre en los
municipios en condiciones lamentables, que así les va. Agrupaciones que
tuvieron cientos de afiliados (lo que, indefectiblemente, se traduce en
iniciativas, en participación, en votos; y para transformar la sociedad, la
aspiración de gobernar no solo es lícita sino necesaria) no abren sus puertas
para que al menos les entre aire. Y se las ven y se las desean para pagar el
recibo de la luz, el del agua y el del teléfono.
Por ello,
insisto y reitero, que las revoluciones comiencen por las bases. Y al que no
quiera echar una mano, al apoltronado que con figurar cree haber aportado, al
acomodaticio, que busque puerta. Es preciso involucrarse y meterse en el
pellejo del que lo pasa mal. Para tal menester hay que olvidarse de redes
sociales, de colgar mariconadas y fotos del bien quedar y acudir a la raíz de
los problemas. Sumergirse en esos mares del paro, del desarraigo, de la
pobreza. Vivir codo con codo en asociaciones, colectivos, organizaciones. Y
huir como perro escaldado de los que mueven un florero y se sacan la foto que
lucirá en Facebook al segundo siguiente con cientos de me gusta y comentarios
laudatorios.
No es, no puede
ser, labor de una agrupación. Porque la incardinación social, los avances
tecnológicos (que coadyuven, pero que no sean el fin), la disminución de las
distancias y otras variables hacen imposible el aislamiento. No puede emprender
esta cruzada la agrupación socialista villera, mero ejemplo, sin tomar en
consideración a las que los límites geográficos no ponen cortapisas. Es necesario
que haya unidad de criterios. Coordinación, formación (¿dónde la han
escondido?), en suma, coherencia.
El principal
problema, bajo mi punto de vista (es mi opinión, oiga), viene de la ubicación
de los dirigentes orgánicos insulares y autonómicos en puestos relevantes de
instituciones públicas, bien remunerados y que contribuyen a un mayor
distanciamiento con los que solo valen para pegar carteles (y a buen
entendedor…), cuando no a una incomunicación permanente. Se han encerrado en su
particular burbuja, han creado un mundo paralelo, se han entronizado tanto, se
han endiosado hasta el extremo de vivir una realidad que existe, única y
exclusivamente, en su ámbito personal. Que si es pecado en un político, en un
socialista es… No es. Esos no lo son.
Bajen a la
tierra. Aparquen el parapente y caminen como el más común de los mortales.
Vivan, mejor, convivan. Pateen. Caigan. Sufran. Levántense. Laven, barran,
planchen. Compartan. Sean socialistas. Actúen como tales. Hagan ver al pueblo
que ustedes no son más. Tampoco menos. Practiquen ese sagrado concepto de la
igualdad.
No hay más
secreto: trabajo, trabajo y trabajo. Adórnenlo siempre con enormes puñados de
ejemplaridad. Un socialista es un espejo allá por donde vaya. Transparencia.
Bolsillos de cristal, que sostenía Tierno. ¿Es difícil? Dedícate a otra cosa.
Que por los
accesos de las sedes entren brotes primaverales. Y salgan resquemores, odios y
rencillas. Que el PSOE deje de ser el enemigo del PSOE. Como di un paso a un
lado y me retiré a mis cuarteles de invierno, acepten el humilde pero sentido
consejo. Los momentos difíciles requieren decisiones valientes. Ahora bien, si
se creen autosuficientes y mejores que yo (y otros muchos cuantos), que les
vaya bonito. Y tan amigos. Aunque quizás no compañeros.
Hasta la
próxima.
Apostilla: La
sociedad no se iguala con todas y todos, unos y unas, alcaldes y alcaldas, y
otras guindas lingüísticas (la @ no lo es). Hechos, no dichos.
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