Cuando Casimiro Curbelo (¿cogiste lo de CC, otra vez?) presentó la Agrupación Socialista
Gomera ya no era militante del PSOE. Un rato antes, y de manera voluntaria
(salvo que me señale que tenía detrás a cientos y cientos), había solicitado la
baja del partido en, por y bajo cuyas siglas ha ido obteniendo diversos cargos
públicos en su ya dilatada (y controvertida) trayectoria política. Y cuando uno
se aventura a ello (yo lo hice en una ocasión), existe un compromiso que no
puede soslayarse de manera tan alegre como se pretende argumentar en discursos
ante una concurrencia que se debe. Toda. Y mucho.
Yo no soy
gomero, pero me siento. No es lo mismo, lo sé. Pero me duele la isla. Y me
revuelvo cuando sale el chiste fácil. No soy dado a presumir de nada. Y los
escasos amigos (de los de verdad) que tengo por aquellos lares –los mismos que
me reprochan el que no haya más charlas durante mis estancias, aunque sea para
echarnos el cortado– saben que propago en cuanto foro halle a mi alcance las
excelencias de una isla que surgió de las profundidades marinas con los
encantos suficientes como para ser reconocida por su naturaleza mágica. En ella
me pierdo. En ella me evado. En ella me confundo. Con el único auxilio de la
cámara que siempre me acompaña mientras pateo senderos y caminos hasta el
destino que le señalo a mi mujer, quien pacientemente me aguarda con el coche
en un lugar convenido previamente. Cuántas veces habrá escuchado lo de espérame
en Los Aceviños, en La Laguna Grande,
en Las Mimbreras, en Imada o allá donde el magín me dicte. Y sin móvil. Alguien
me encontrará si la palmo por el paraje.
Qué inmensa
pena siento por los espectáculos que se vienen produciendo. Y nadie soy para
dar o quitar razones. Allá cada cual. Creo estar curado contra el susto. A mis 66,
ya vengo. Pero mi espíritu reivindicativo, mi inconformidad y mi rebeldía
siempre me acompañan. Como los horizontes y manos de esperanza de Pedro García
Cabrera. Y la Gomera
–los años me han ido despertando– es una isla amordazada. Donde el clientelismo
adquiere cotas demasiado elevadas.
Nadie puede
discutir –hacerlo sería baladí– los avances sociales habidos en estas últimas
décadas. El progreso y las mejoras logradas en todos los ámbitos bien a la
vista están. Ello no requiere espejuelos, que mi abuela repitiera hasta la
saciedad. Pero no todo se puede justificar, Casimiro. Y he leído con verdadero
detenimiento todas las informaciones de tu nueva puesta de largo. Los que allí
se congregaron para arroparte puede que te deban mucho. Yo, nada. Por esa razón
soy capaz de discernir y analizar en profundidad cada una de tus sentencias. E,
insisto, no cuestiono ni evidencio nada ni a nadie. No valoro si los
procedimientos fueron o no adecuados, correctos, justos. Ni si se tomaron en el
momento pertinente. Ni si se dieron todas las garantías que menester fueren. No
me sumerjo en tales berenjenales porque desconozco el intríngulis.
Cuando
recorro La Gomera,
observo, contemplo, medito. Pero también escucho, capto y me percato. Y como
existen ejemplares a miles, siempre recuerdo aquella copla de más alto subió la
palma… Caerá solo, vaticiné hace muchos años. El peso del endiosamiento será
una losa. ¿Cuándo? El tiempo, inexorable cuentadante, dictará sentencia.
El pasado
viernes tuvo lugar en La Villa otro acto de aclamación. No sé si el local ya
estaba elegido desde 2011. Porque hay frases que delatan procederes (Modo, forma y orden de portarse y gobernar alguien sus acciones bien o
mal): “Hoy nace un partido nuevo, nace Agrupación Socialista
Gomera”. No, el parto ya había tenido lugar cuatro años antes. Estaban las
barbas en remojo por si… Y ya me entienden. Que intuición ha habido. Y con ella
se ha jugado. Todo estaba atado y bien atado.
¿Seguimos?
¿Por qué no? Vamos allá:
“Si hay algo que no puedo soportar es la traición,
porque si fuera a mí solo, me echaría a un lado, pero no la traición al resto
de los ciudadanos”.
Basta una
ligera consulta en cualquier manual al uso para percatarnos de la cantidad de
sinónimos del vocablo traición. Y la empleaste, Casimiro, en varias ocasiones
en tu perorata (alocución). Pienso que el subconsciente te juega malas pasadas.
No debiste utilizarla. Y generalizarla al resto de ciudadanos ya fue el no va
más. Te pasaste los seis pueblos, el Roque Cano y el mismísimo Alto de
Garajonay. ¿No te das cuenta cómo te arrogas representatividades que definen
una trayectoria muy marcada por abundantes sectores sombríos? ¿Traición gomera
que quedará en los anales de la historia? Tú deliras. O quizás trazas el guion
de una futura publicación. Patrocinada por el Cabildo, por supuesto.
No me cuadra
el meollo argumental. No fuiste capaz de establecer el hilo conector entre tus
dardos verbales. Se te llena la boca con tu socialismo convicto y confeso y al
final va a resultar que al yo no le van a quedar ni siquiera las
circunstancias.
“ASG no es la
respuesta a un comportamiento de otros, no es un capricho, es un proyecto
meditado después de mucho y consecuente con el futuro de los ciudadanos de esta
tierra y no quiere ningún tipo de revanchismos”. ¿En qué quedamos? ¿Es o no es?
To be or not to be. Si no responde a
otros comportamientos, borra el resto de tu intervención. Si es un proyecto
meditado de ha mucho, borra lo de nacimiento. Te vas a ahogar en el mar de tus
incongruencias, Casimiro. Y es que justificar lo injustificable es complicado,
no creas.
“La política
se ha convertido en una profesión y no en una vocación”. Chacho, de matrícula.
Lo bordaste. ¿Y no te miraste un ratito al espejo? ¡Ah!, claro, el tuyo es
mágico, como el de la madrastra.
“A los
gomeros les digo: este paso es por ustedes y creo que puedo orientar la
transición y el cambio en el futuro del Cabildo y estaré donde siempre, con mis
virtudes y mis defectos, atendiendo a los demás sin distinciones, desde la
cercanía y el respeto, con propuestas y estando siempre presente sin eludir la
responsabilidad”. Hombre, de haber sido yo el autor de la letra de esta canción
(algunas me han correspondido) le hubiese añadido esta coletilla: in sécula
seculórum.
“Ya nada me
condicionará como cuando era militante socialista”. Y un fisquito después: “No
descalificaré y siempre tendré la mirada alta, ya que continuaré en el mismo
lugar de siempre, puesto que vivir y sentir como socialista entre otras cosas
no es incompatible con el PSOE”. En esta, cum laude. Sin más.
Y como el que
hasta aquí ha leído este mi comentario por hoy lunes 9 de marzo, abandono el
puesto de trabajo, apago el ordenador y me voy a celebrar el cumpleaños de mi
hijo menor (37 años) y… Coño, me estoy haciendo mayor, que no viejo ni anciano.
Lo mismo pudiera estar aún en política velando por el interés general… ¿Vas e
empezar otra vez?
No hay comentarios:
Publicar un comentario