La centralita
de don José debe ser, como mínimo, tan vetusta como él mismo. Un modelo tan
anticuado que está colapsada permanentemente. Y en estos tiempos en los que los
adelantos tecnológicos llevan una velocidad de vértigo, no parece ser esta una
buena táctica empresarial. Raro es el día (y valga la rebuznancia) que no hallemos cosas parecidas a estas (obtenidas sin
orden ni concierto):
“Una vez más
la centralita se ha colapsado con las llamadas de apoyo a la defensa que
hacemos del pueblo tinerfeño y canario en general”.
“Nuestra
centralita se colapsa de tantas llamadas de apoyo y abunda la correspondencia,
tanto la convencional como la electrónica, alentándonos a seguir en una línea
que no es otra que la defensa de los intereses del pueblo canario”.
“Se sigue
colapsando la centralita de nuestra Casa con llamadas de apoyo debido al
despótico atropello cometido contra nosotros por quien aspira a ser presidente
del Gobierno de Canarias”.
“Ayer se
bloqueó la centralita de nuestro periódico ante el elevado número de llamadas
de apoyo a nuestro editorial”.
“Sabemos, por
las numerosísimas cartas que nos llegan y las no menos numerosas llamadas que
algunos días colapsan nuestra centralita telefónica, que cada vez son más los
canarios convencidos de que España nos esclaviza”.
“Las llamadas
de felicitación por haber incluido en nuestra primera página de ayer el
pajarito canario, el cuadro de los guanches, la bandera de las siete estrellas
verdes y la oración para que Canarias vuelva a ser de los canarios, colapsaron
ayer la centralita telefónica”.
Este
prehistórico e inútil aparatejo debe ser el que asimismo utiliza una prima de
mi mujer, pues siempre la escuchamos con idéntica cantinela: “Tengo una mamada perdida”.
Hemos, pues,
de remontarnos al último tercio del siglo XIX para situar el nacimiento de ese
flamante aparato que posee el diario de la Avenida de Buenos Aires (debe ser
como aquellos primeros ordenadores que ocupaban una habitación entera), pues,
de lo contrario, no se explica el porqué de tanto colapso. Puede que el filtro
se haya tupido con la obsesión de poner freno a los que intentan colarse, al
igual que ocurre con los comentarios vía Internet (fíjate bien –cuidado que se
te parte el ojo– y tienes premio si encuentras uno, solo uno, que contradiga
los pensamientos y diatribas del independentista supremo).
Me culturizo
un fisco y me entero de que la primera central telefónica fue inventada en 1877
por el húngaro Theodore Puskás, que trabajaba con Thomas Alva Edison quien patentó el teléfono,
invento de Antonio Meucci. Y este modelo fue el que heredó el
actual propietario del medio de comunicación impreso, sito en la isla más guay
del Paraguay (como el anuncio de Renault y su vieja camioneta). Como aquella, y
yo no soy tan viejo, que estaba en San Agustín y desde la que Elenita nos ponía
en contacto con el gas. Sí, ni número ni nada, simplemente bastaba con “pásame
con el gas”. Dicho y hecho, clavija al canto y ya podías solicitar que te
trajeran la bombona. Y en la Casona de La Gorvorana estaba el modelo de pared,
aún sin disco de marcación y con timbre de campana (chiquito escándalo que
armaba). Era el 11, si mal no recuerdo. Y cuando Consuelo (el aparato se
hallaba en el corredor) estaba ocupada, teníamos que cogerlo nosotros. Y un
buen día tuvo que utilizarlo Siña Frasca, quien ajena a tanto invento moderno lo
agarró de tal manera que se ubicó el auricular delante de la boca y el
micrófono en la oreja con lo que se hinchó de gritar y la ‘central’, según
ella, no la escuchaba. Normal, se le colapsó.
Algo semejante
parece estar ocurriendo en cierto local santacrucero. Creyendo poseer un Retro
con Bluetooth, lo deben estar trincando por lugar equivocado y, claro, también se
les colapsa. Es como el lagarto (o cocodrilo) de ciertas prendas de vestir. Se
ve al susodicho con la boca abierta en pose de sufrimiento reiterado. Normal,
comenzaron a coserlo por ciertas partes dolorosas de su anatomía.
Como vamos
hoy de mayores y de cosas viejas, me acordé, salvando las prudentes distancias,
que Elfidio Alonso (exalcalde) e Isaac Valencia (alcalde) ‘presumen’ de no
saber nada de ordenadores, que llegaron tarde. Mi amigo Salvador (exalcalde) y
un servidor (ídem) navegamos cual avezados marinos. Por lo que es normal el que
hallemos anuncios de esta guisa: “¿Su centralita ha quedado obsoleta o muestra
fallos y averías? Adquiera la centralita telefónica más adecuada para su
empresa, y mejore notablemente su sistema de comunicaciones”.
Existen
momentos en la vida en los que uno tiene que ser capaz de dar un buen corte de mangas.
No, tirar la casa por la ventana, no; pero actualizarse, sí. Y nunca es tarde si
la dicha es buena. O el resto de variantes que torno a dicha sentencia existe.
Hasta mañana.
Me están llamado por teléfono y salgo pitando no sea que se me astrinja.
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