Ignoro la
fecha exacta del comienzo de este culebrón. Pero debió ser en el periodo del
último mandato de José Vicente González. Porque en la invitación que me cursa
el ayuntamiento, y que puedes ampliar pinchando en la imagen, se hace
referencia al presidente de la Comisión de Fiestas de Icod el Alto del año
2001. Algo ha llovido desde entonces. Y los lechones han debido crecer una
barbaridad. Allí estaremos para comprobar si las raposas han aguantado bien.
De este tema
ya hemos manifestado nuestra opinión en anteriores entregas. Pero aparte de las
mil vueltas que se le ha dado a su posible ubicación y a la indefinición y
apatía durante los dos mandatos anteriores de Coalición Canaria en el
consistorio realejero, quisiera comentarles algo que no salió a la luz. Porque
tanto a Paco Palmero como a un servidor la prensa hizo caso omiso ante la
‘protesta’ formulada por la aparición de un escrito de cierto colaborador
tinerfeño, pero afincado en territorios peninsulares, que de atrevido e
ignorante se metió a formular reparos y pareceres a un reportaje que Diario de
Avisos realizó en el año 2007. Tienes una copia por si te apetece entrar en más
detalles.
Pues bien, don
José María Segovia Cabrera (Madrid) publicó un artículo de opinión (Diario de
Avisos, 12-10-07), tras reconocer haber leído –que no entendido– el reportaje
anteriormente citado y que venía firmado por Ubay García. Escribía el señor
Segovia:
La ciudad de Icod tiene pendiente dónde
colocar este monumento de un cochinero en su mula, obra del escultor realejero
Pedro Palmero, conjunto escultórico con una altura de algo más de dos metros
del que el periódico insertaba una foto con el escultor al lado de su obra.
Pero lo que me asombra es que podía ser un monumento de cualquier otra cosa, ya
que no hay nada, o al menos yo no he acertado a encontrarlo, que haga pensar
que se trata de un cochinero. Si estos personajes recorrían los caminos con los
cochinos a rastras, imagino que lo menos que habría que haber incluido es
alguna muestra del animalito que daba nombre a la profesión de su negociador,
que de lo contrario lo mismo podía ser un labrador que un carbonero.
Y también:
Una ubicación adecuada sería en un lugar
algo elevado en la proximidad de la carretera, y así los que pasen en coche
sabrán a ciencia cierta que es un cochinero el personaje representado en la
obra escultórica.
Eso
argumentaba, parodiando a Senante (no en sus tejemanejes “esgaísticos” –lo de
‘Caco’, ni pintado–, sino en lo de
gaviota en Madrid), don José María, personaje de larguísima trayectoria vital
que presume de saber muchísimo, merced a su poderosa memoria, de sus queridas
ínsulas (a sus escritos me remito). Creo que con los textos en cursiva
transcritos tenemos pruebas más que suficientes para que el globo se desinfle.
Por ello surgió la respuesta. De la que, en justa correspondencia, rescato
asimismo unas líneas que el propio periódico debió pasar, sin más, de la
bandeja de entrada a la papelera de reciclaje:
Te diré, querido Pepe, que los cochineros de
Icod el Alto, municipio de Los Realejos, no llevaban arrastrando los cochinos;
los transportaban cómodamente en unas cestas de varas de castaño que, sujetas a
la albarda en posición horizontal, denominaban raposas. Raposas que abriéndose
por su parte anterior, dejaban ver los hermosos hocicos de esos animales que tú
quieres arrastrar. Quiero entender que estás demasiado lejos para verlos.
Distancia que te desautoriza para opinar sobre su colocación y que a la vez te
contradice. No necesariamente un lugar elevado en la proximidad de la carretera,
como indicas, Segovia Cabrera, informaría a ciencia cierta la profesión del que
monta la mula (normalmente, mulo capado).
Es la lejanía lo que no se merece esta obra
escultórica y muchos menos para ti que no has visto los porcinos en una
fotografía de plano medio.
Que el espectador no sólo pase en coche,
sino que se pare, lo observe y muy posiblemente, casi lo acaricie. Y vea,
siendo más afortunado que tú, esos agraciados hocicos (en canario, jocico). Y,
por qué no, tomarse un buen plato de carne de cabra y un buen vaso de vino.
Si hubiéramos
tenido la “suerte” de que esto hubiese caído en mano de otro medio de
comunicación impreso, ahora mismo estaríamos siendo felicitados, y citados cada
tres por dos, por nuestro acendrado amor a lo canario, a nuestra tierra, a lo
autóctono.
Bueno,
alegrémonos porque otra seña de identidad adquiere protagonismo. Y felicidades
a Paco (que no Pedro), pues otra obra suya pasará a formar parte del patrimonio
artístico realejero. Y para los ignorantes urbanos –me incluyo–, una
presentación de fotos escaneadas del libro Los cochineros de Icod el Alto,
compendio de un trabajo de investigación coordinado por Manuel J. Lorenzo
Perera y que mereció el Premio Viera y Clavijo en el año 1982.
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