Creo que ha sido una de las constantes en mis
escritos: la limpieza. En esta tercera entrega, lo que opinaba en ese año 2000
de la basura y los contenedores:
“Cuando uno se da una vuelta por esos mundos
de Dios, observa, mira y comprueba. Y llevo años sosteniendo que los
contenedores de basura sólo han conseguido tener unos pueblos más sucios.
Porque la mala educación imperante en la sociedad se traduce en que cada cual
saca la bolsa cuando le viene en gana. Lo malo es que esos gestos son captados
por la gente menuda que los reproduce en los colegios de una manera habitual.
Los maestros de turno en el recreo, los tutores en las aulas se las ven y
desean para que sean capaces de habituarse a una cosa tan elemental como es la
limpieza. Pero qué le vas a pedir al crío entre las cuatro paredes de la
escuela, si luego lo mandan a cualquier hora para que tire la de su casa donde
le apetezca. Y no vayas a pensar que ya estoy echando toda la culpa a los
padres, para quedar nosotros como los buenos de la película. No se trata de
eso. Porque me quiero imaginar que todos pretendemos ayudar, pero siempre en la
misma dirección. Si no, no sólo volvemos loco al crío sino que acaba por
mandarnos para cierto sitio.
Que en este pueblo se realizan construcciones
de grandes edificios con muchas viviendas, no creo que sea un secreto. Que
ninguno dispone del preceptivo cuarto para bidones y contenedores, tampoco
constituye un secreto. Y si lo tienen, no lo utilizan. Debe ser que da mal
olor. Fíjense dónde están la mayoría de los contenedores que ubica el
ayuntamiento o el cabildo y te percatarás que cerca, muy cerca, de esos grandes
edificios. Pero jamás delante de cualquier puerta de cualquiera de sus
portales. No, siempre un poco más lejos. Y se llenan con una facilidad pasmosa,
por lo que la que queda por fuera es pasto de los perros de turno.
Probablemente alguno de ellos perteneciente a alguno de los propietarios de
esos edificios. Pero cuando está rompiendo la bolsa y esparciendo su contenido
por aceras y calles, ya no tiene dueño. Exactamente igual que los niños con
bicicleta en plazas y polideportivos cuando se realiza un acto cultural. Ya se
puede desgañitar el presentador anunciándolo por la megafonía, que ese niño
ciclista no tiene padres.
Si el servicio de recogida ha mejorado
ostensiblemente en estos últimos años, no entiendo por qué seguimos siendo tan
cochinos. Y siempre es en los mismo sitios y lugares. Lo que, en justa
correspondencia, podemos asegurar que siempre serán los mismos. A efectos de
bolsas por vivienda, ¿en qué se diferencia un edificio de cuarenta que uno de
tres? Absolutamente en nada. La bolsita diaria, aproximadamente, se llena en
cada una de ellas. Pues cada cual que baje al anochecer y la ponga en el
depósito. No, a cualquier hora, incluso a los cinco minutos de haber pasado el
camión.
Propongo al concejal delegado de servicios que
mande colocar un contenedor delante de cada portal de esos edificios. ¿Qué te
apuestas que salen rodando a los quince segundos? Hace unos años, cuando
dábamos clase en unos salones en la calle de La Longuera, a alguien se le
ocurrió la brillante idea de colocar su bolsa en la puerta por la que tenían
que entrar los alumnos cada mañana. Y como sólo pasaba el camión dos días, allí
teníamos que aguantar el regalo varias jornadas. Hasta que un buen día pusimos
el siguiente cartel: Por favor, la mierda para el que la produce. No
aparecieron más depósitos indeseados.
Y si no crees lo que estoy comentando te
invito a unas visitas ecológicas. En los alrededores de más de un colegio de este
municipio hay ejemplos significativos. Luego, como siempre, la culpa es de la
mala educación que reciben los críos en las aulas y de los gandules de los
maestros que sólo piensan en tomarse días de vacaciones y cobrar suculentos
sueldos a final de mes. Y arriba sólo trabajando cinco horas al día. Pandilla
de mangantes. A una sorriba los mandaba yo. ¡Ay, cuántas veces lo habremos
oído! Y los alumnos mamando derechos y pisoteando deberes.
Sigamos cada uno tirando para donde creamos
conveniente que la cuerda aguanta. Luego haremos congresos y reuniones. E
intervendrán pedagogos, psicólogos y muchos personal altamente cualificado. Que
no han pisado jamás un aula de un colegio público, porque sus hijos estudiaron
en colegio de pago. Y después de comer y dormir bien en hotel de muchas
estrellas, llegarán a la conclusión de siempre, a lo que ya se sabe desde el
siglo XIX. Que no se pondrá en práctica porque cada uno seguiremos haciendo lo
que nos venga en gana. Como siempre, para qué variar. Al menos nos queda el
consuelo de poder seguir tirándonos los trastos a la cabeza. ¡Ah!, y las bolsas
seguirán volando. Probablemente el enceste sea de tres puntos. Y si no, los
perros cogerán los rebotes”.
Estimo, de verdad, que hemos mejorado algo.
Quizás no todo lo deseable. Seamos, no obstante, optimistas. Mañana es festivo.
Y descansaremos. Nos vemos el viernes.