En este mes
de octubre que finaliza hubo que gastar (nada de invertir, un expendio inútil)
8.078 millones de euros (una burrada tan grande de pesetas que ni sé escribir
la cantidad) en pagar la ‘nómina’ (chiquita jeta se gastan) a 9.239.688
pensionistas. Y como los conozco bien y soy capaz de ponerme en su pellejo,
proclamo bien alto y claro que no hay derecho. Mejor, sí que los hay, y bien estirados.
Algunos corren hasta maratones. Otros nadan muchos largos de piscina cada día.
Bastantes tienen la osadía de subirse a una bicicleta para recorrer enormes
distancias, kilométricas. Los más, inundan esas avenidas del colesterol en
auténticas romerías. Y ya que las menté, si tú los vieras en los grupos
folclóricos, bailan y brincan cual ágiles gacelas. Y los menos, cómo han
cambiado los tiempos, en los bancos de las plazas y esquinas de los pueblos se
cuentan sus batallitas como abueletes al uso.
Aunque peque
de reiterativo, hay que cortar por lo sano. España no puede seguir manteniendo
ociosa a esta pléyade de hombres y mujeres, cuyo único objetivo anual es
acechar los viajes del Imserso para estar de vacaciones la mayor parte de los
meses comprendidos entre octubre y mayo. ¿A dónde vamos a parar? Y si estás
pensando que en el verano hacen algo de provecho, siento defraudarte. Se
apuntan con cualquier hijo para irse a la playa con la vaga excusa de cuidar
los nietos.
Qué va. El
Partido Popular debe tomar cartas en el asunto más pronto que tarde. De ser yo
Mariano Rajoy, encargaría a José Manuel Soria (en su faceta industrial y
energética, que no turística) a poner orden en este disparate. Por lo pronto, a
la mitad de los que chupan de la caja (casi cinco millones) les haría un
cursillo rápido y les encargaría la lectura de contadores de la luz, ante las
muchas reclamaciones existentes. Se trataría de volver al sistema tradicional,
porque los avances informáticos en los aparatos que parpadean una lucecita roja
no han dado los frutos apetecidos. Como el propio ministro señala que el precio
de la electricidad baja en 2014 (ignoro qué compañía le suministra los
electrones, porque la mía me tiene fundido), pero que no sabe si subirá en
2015, qué mejor que aprovechar esta carga de experiencia. Se le daría uso,
igualmente, a las gafas para leer de cerca. Cuánto dinero se ha despilfarrado
para que luego estén en cualquier gaveta de la mesa de noche sin ubicarlas con
más frecuencia encima de la nariz. Y como la parienta tiene otras: María,
préstame las tuyas que ya perdí las mías. No y mil veces no.
Cuando
pasamos por los alrededores de cualquier colegio a la hora de entrar o salir
los alumnos y pasas a formar parte pasiva del atasco, no es raro que nombremos
a nuestros estimadísimos políticos. Y la retahíla de insultos quedaría paliada
con un puñado de viejos en cada centro docente. Serán –seríamos– auxiliares de
policía. Un cargo muy parecido al que Manolo Domínguez pretende crear en el
pueblo: gestores de incidencias en la vía pública. Bastaría un chaleco
reflectante, una señal de stop y una gorra. Porque la gorra impone respeto. Y
siempre habrá alguno que quiera aprovecharse de la supuesta debilidad de los
ancianos. Qué ignorantes.
A los más
espabilados en la regulación del tráfico se les podría encomendar que pongan
cordura y orden en los desaguisados circulatorios cada vez que caen cuatro
gotas. Estos deberían ser los que se han jubilado anticipadamente (por ejemplo,
los del sector bancario) y tienen sus facultades físicas y mentales más
entrenadas para este tipo de situaciones. Además, aún les queda un mucho de
maña para contar. En este caso, los vehículos. Que serían como billetes
transitando por sus manos.
Existen
tantas posibilidades que incluso me atrevería a que se ampliara el campo de
acción. Y los cargos públicos no se han percatado del alivio que para su
gestión supondría esta invasión de la tercera edad. Por ejemplo, si hubiese
estado al frente de Sinpromi (Sociedad Insular para la Promoción de las
Personas con Discapacidad) uno de los del grupo senior que yo propongo, a buen
seguro que Cristina Valido no habría tenido que ponerse brava. A destiempo,
como casi siempre. Ahora resulta que el Cabildo desconoce cuánto dinero desvió
el otro pequeño Francisco Nicolás. Con un experimentado, ni por asomo.
Y el próximo
año, ahí a la vuelta de la esquina, un sonado fichaje: el mismísimo Paulino
Rivero. Con un bagaje en su mochila que… agüita. Y todo ese cúmulo de conocimientos bien
plasmado en su blog, asignatura obligatoria en los nuevos planes de estudios.
Que tanta envidia está causando que ya se han iniciado los ataques. Sí, hace
unos días se colaron los intrusos y te advertían con el siguiente mensaje: “El
sitio al que vas a acceder contiene software malicioso”. Esos rencores no los
entiendo. Ni comparto. Ya saben que software es palabra inglesa que podría
traducirse por partes blandas o suaves. Y mi presidente no tiene de eso. Que es
un hombre curtido en mil batallas (su palabra preferida es pelear). Su piel es
como las piedras de los mecheros antiguos. Los de la ruedita dentada. Como la
de los actores de las películas del oeste. Y vaya que daría juego en mi plan de
acción.
Nada de
centros y hogares, antros de corrupción y vicio. Viejos, uníos, la calle es
nuestra. Ganémonos honradamente nuestra pensión. Que no nos echen en cara que
estamos mano sobre mano. Demostremos que aún somos capaces…
Acaba de
llegar mi mujer y me espetó que siga dando ideas. Me dejó estupefacto.
Hasta la
próxima.