Si los
vecinos de La Aldea
(Gran Canaria) tuvieran conocimiento de las cantidades de dinero que tenemos
los realejeros, cambiarían de táctica. Se irían a Las Nieves (con sumo cuidado,
pues por ahí radica el motivo de la protesta), se embarcarían en uno de los
catamaranes de Fred Olsen (fletado ex profeso) y desde Santa Cruz, en 30 o 40
guaguas, se dirigirían hasta la rotonda de El Castillo (final de la autopista
del Norte) y por Los Barros (parada incluida para comprobar in situ los
movimientos de tierra) se trasladarían hasta el santuario de la Virgen del Carmen.
Aquí, en San
Agustín, tras las plegarias de rigor para que la Patrona del Valle conceda
a Manolo la gracia necesaria y que a sus jefes madrileños se les abran los ojos
y se lo lleven al Ministerio de Fomento. Tras zamparse el primer bocadillo de
los dos o tres, que junto a la manzana, plátano, jugo y un par de huevos duros,
que conforman su peculiar picnic,
Cascabela arriba, con los saludos protocolarios en las sedes del PSOE y de IU,
harán la segunda estación en la plaza Viera y Clavijo.
Segunda
ofrenda. Al Apóstol Santiago, rogándole que si hace falta montarse otra vez en
el caballo para emprender nueva cruzada, que cuente con ellos. Porque unos con
tanto y otros con tan poco, no parece ser un modelo de la ejemplaridad que debe
regir en esta nación católica, apostólica y romana.
Me temo que
no va a ocurrir esta aventura. Porque no es oro todo lo que reluce. Y el equipo
de gobierno del ayuntamiento de Los Realejos se ha limitado a copiar lo que otros
ya habían hecho en los finales de mandatos anteriores. Quizás sea La Orotava la muestra más
cercana.
A nadie
amarga un dulce. Ni a los diabéticos. Pero Domínguez y compañía se han pasado.
No es que se les vea el plumero. Van mucho más allá. Y como quedan pocos meses
para las siguientes elecciones, la carrera se ha desbocado. Tanto que no son
capaces de medir las consecuencias que acarrea el cierre al tráfico de nada
menos que dos entradas (y salidas) al (del) municipio. Como ellos no tienen
prisa ni gastan gasolina propia, pueden permitirse ciertos lujos que al resto
de los ciudadanos nos está vedado.
Me imagino
que habrán hecho cálculos. Y entre ellos (incluyo a Marrón; chacho, cuánto
pagará de móvil al mes), a través de sumas y restas, creo que olvidaron los
vehículos que acuden a la ITV,
los turistas que no quieren dejar la isla sin atender el obligatorio tocamiento
de los atributos del guanche, los visitantes que no desean perderse los
‘eventos’ culturales o los atractivos paisajísticos, los noveleros que vamos a
los fashion show y mucho más (que
también acontecía en el pasado, aunque sin publicitarse tanto). ¿Se podrían
incluir las cabras? Ayer pasaron por mi casa.
Estoy
convencido de que contaron con ello. Pero luego pensaron que seis mil personas
del pueblo están en paro. Y como no hay trabajo ni esta campaña desaforada de
piche y más piche provoca disminución alguna, creyeron que cogerían la guagua
(la de las dos). Me temo que erraron en estas sustracciones.
Insisto en
que bienvenidos sean los arreglos. Pero todos juntos y al final, no. Porque ese
el recurso del mal gestor. No me atrevo a la osadía del que fue primer teniente
de alcalde güimarero al tildar de inepta a doña Luisa Castro (alcaldesa). O del
que solo piensa en la rentabilidad electoral. Sigo viendo mucho cartel con se
alquila, se traspasa o se vende. Los dramas familiares por la lacra del
desempleo (muy triste la disculpa de que esa no es competencia municipal)
persisten sin que a lo largo de cuatro años haya habido mejoría alguna.
Mucho concejal
liberado (que sí, sigan tildándome de pesado y demagogo), mucho asesor que bien
poco aconseja, mucha foto en ocasiones de la papa suave (día del no sé qué,
encuentro del no sé cuánto, premio al atleta x, distinción al alumno y,
condecoración al anciano z…), pero que se esconden cuando reclaman su presencia
para situaciones de cierta trascendencia (cada vez que hay una concentración
por fuera de las Casas Consistoriales, se agarran a sus despachos con más
ventosas que las existentes en una guardería de pulpos, y se ponen tapones). O
se escudan en que las competencias son de las instituciones de superior rango,
aunque siempre estemos demandando mayores cotas (y cuotas) de descentralización
y autonomía.
¿Qué te
pareció lo del Puerto? Me llamó la atención la inmensa alegría que desbordaba
Sebastián Ledesma. Me imagino que la situación tendrá arreglo. Así lo espero.
Aunque los antecedentes no son halagüeños. De todas maneras, el lobo feroz ya
está en ello.
Hasta
después.
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