Conjunto de
cuatro cosas que guardan relación, parece que es su definición. Y aunque puedan
tratarse de asuntos bien dispares, tienen algo en común: las leí este fin de
semana. Las anoté en la libreta que poseo a tal efecto y ahora las desarrollo
para que tú emitas la valoración de rigor. ¿Te parece?
Es que me
tiene manía, repetía una y otra vez el alumno para justificar a su progenitor
la baja calificación de una asignatura. Los docentes siempre hemos tenido claro
que si el escolar era bueno se debía a méritos propios y si era malo, ya te lo
puedes imaginar. Pues algo parecido debe ocurrirle al coche de doña Esperanza.
Los agentes de movilidad madrileños le calaron la matrícula y lo han vuelto a
pescar aparcado en doble fila. En resumen, le tienen manía. Así que la señora
Aguirre, a la que Ignacio quiere colocar en la alcaldía para que no le dispute
el sillón autonómico, no es culpable de nada. Es su maldito vehículo que
reincide para que nos metamos con ella. No hay derecho. Bueno, para ser más
correctos, en su caso deberíamos utilizar no hay izquierdo.
Uno, acá en
la distancia y en medio de la mar océana, no acaba de entender bien el envite
catalán. Aparte, claro está, del consabido todos queremos más. Pero si observas
las fotos en las que el Muy Honorable comparece ante los medios, casi siempre
está detrás, en un segundo plano, un señor regordete, con cara de pocos amigos,
que lo mira atravesado. Como queriendo advertirle: Cuidadito con lo que dices
que te estoy acechando. Esta que ilustra este comentario es solo un botón de
muestra. Presiento que muchos votantes de CiU están desencantados con la
deriva. Y al igual que otros tantos que miramos desde más lejos, intuyen que
don Oriol Junqueras (ERC) lo está manejando de tal manera que ahora mismo don
Arturo Mas es un pelele en sus manos. Para entendernos, que lo tiene tan bien
cogido por cierto sitio que duele, que cuando intenta sacudirse le entra muy
fuerte sudor frío.
Tanta es la
manía que tengo con los titulares periodísticos, que si hubiese estado trabajando
en una redacción no hubiese durado más de una semana. Me habrían dado dos
patadas en el culo y puesto en la puerta de la calle más rápido que queriendo.
Y de haber sido encargado del cierre, el periódico no sale. Pero las premuras
tampoco pueden ser justificadas con disculpas sin fundamento. Ello me lleva a
pensar que mucho periodista se ha acomodado y cree que con esperar que la
máquina le escupa el comunicado de la institución tal o cual, garbanzos
asegurados. No me extraña que algunos pongan el grito en el cielo y se hallen
preocupados. Me remito a la tarjeta roja, que señalara el maestro Salvador en
su blog. Este pasado sábado podíamos leer en El Día: “Santa Cruz de Tenerife
debe como mínimo más de 80 millones”. ¿Un mínimo de más de? Cada uno podrá pensar,
de 80 para arriba, la cantidad que estime conveniente. Por ejemplo, los del PP,
que están en la oposición, dirán que unos quinientos y pico. Y Corrales (que no
sé dónde está en estos momentos vitales de su existencia política) alargará la
cuestión a unos tres mil doscientos. Cuando acabe la película –a los postres,
que se dice– se irán echar el cortadito al Parque García Sanabria.
Y vamos con
el cuarto. Quedan tres aspirantes socialistas para el proceso de primarias que
ha de elegir el candidato del partido a la presidencia del Gobierno de
Canarias. Hay dos vocablos que sobresalen en la campaña: regeneración (rediseño,
remodelación, rehechura) y cambio. Me parecen correctas y oportunas. Lo malo es
que no se cae en la cuenta del peligro que su uso encierra y se introducen en
la peligrosa red de las contradicciones. El político no se ha caracterizado
jamás por ser dueño de sus silencios, sino que se embarca en la aventura de ser
prisionero de sus palabras. Y no todos tenemos flaca memoria. Gustavo Matos, verbigracia,
solicita que Carolina y Patricia publiquen sus patrimonios. Sin percatarse de que
es un requisito que el propio partido les ha exigido para poder disputar la
carrera. Y en el caso de la diputada nacional, el dato está a disposición del
que se alongue a la web del Congreso de los Diputados. Pero me tiro de los
pelos (qué ilusión) cuando recuerdo que ese asunto estaba ya superado en la
década de los ochenta del siglo pasado. Época en la que muchos levantamos los
edificios en los que habitan los que pretenden en 2014 repartir lecciones de
moralidad, ética y buenas costumbres. Soy consciente de que en el fragor de la
competición se pueda escapar más de un dislate. Pero guarden sumo tacto porque
la tortilla se les puede virar. Y si se chamusca, el panorama cambia
radicalmente. Vuelvo al ejemplo machacón. Discutimos si llevamos imputados o no
en las listas. Y medito y respiro profundamente cuando tengo ante mí ciertas
fotografías. Porque no es que vislumbre retratados –y nunca me vino mejor un
calificativo– a personas a los que se atribuye hechos reprobables, sino que
contemplo, además, a otros, que han sido juzgados y condenados. A los que
aplaudimos a rabiar en el momento que nos discursea eslóganes del bien quedar.
¿A qué jugamos? Seamos consecuentes. Yo, de verdad, espero y deseo que afiliados
y militantes de las agrupaciones locales demuestren alturas de miras y sean
conscientes de lo mucho que se juega el PSOE en esta tesitura. Hablar de
regeneración y cambios en pretendientes bien cercanos, cuya única carta de
presentación es haber ido perdiendo elecciones de forma directamente
proporcional a la trayectoria seguida por los cangrejos, que han abandonado
estudios para agarrarse a la tabla de salvación de la teta pública, resulta,
cuando menos, chocante y paradójico.
¿Saben una
cosa? Duele, por lo visto, y mucho, que un exalcalde demande preparación,
compromiso, entrega, sacrificio. Y menos fotos de poses extravagantes. Hay que
ir al encuentro del pueblo y no esperar que este se asome a las redes sociales
a ver si se sorprende con un perfil excelente y una frase copiada del amplio
elenco que Internet brinda. A trabajar, carajo. Con desinterés y altura de
miras. Y déjense de machangadas y niñerías. Ejemplaridad.
Permiso
concedido para propagar y compartir estos mis pareceres. A lo mejor despierto
alguna conciencia. Y no es mi deseo, con total sinceridad, que al hacerlo pueda
cualquier dormido caerse de la cama abajo y se dé un leñazo por mi culpa.
Aunque si con el golpetazo se le colocan las neuronas en su sitio, no me
sentiré culpable ni defraudado.
Hasta mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario