La cuaderna
vía fue la estrofa del Mester de Clerecía. Se trata de un tetrástico monorrimo
(cuatro versos alejandrinos), cada uno de ellos compuesto por dos hemistiquios
heptasílabos. Va esta (a modo de prueba, nunca había hecho una), con todo mi
afecto, a los candidatos socialistas. Con el consejo de un ex para que sean
consecuentes en sus eslóganes. Cambio y regeneración es algo más, mucho más,
que alongarse a Facebook a escribir boberías. Dejen eso para mí, que no tengo
otra cosa mejor que hacer. Que no, no cierro puertas, pero si lo hacen, cuenten
antes hasta diez. O más.
Si estuviera afiliado, yo no lo
dudaría;
por un cambio profundo sin duda
apostaría;
para más de lo mismo mi voto no
daría,
porque el
pueblo demanda con urgencia otra vía.
Ni soy
Gonzalo de Berceo ni pretendo elaborar otro Libro del Buen Amor (Arcipreste de
Hita). Pero cuando me levanté ayer y contemplé a doña Rosa Díez hablando en la
tele de rehechura (bueno, dijo regeneración, pero como ya utilicé la palabra
antes) democrática, casi no me desayuno. Y el desliz de esta trepa que lleva
aupada desde los tiempos de aquella señora, cómo se llamaba, ah, sí, María
Castaña, es cometido por muchos dirigentes socialistas que después de 30 años
en diferentes cargos públicos no se recatan en seguir utilizando la palabra
cambio.
Aquí en mi
pueblo (la Villa
de Viera), una vez cerrado el plazo de presentación de avales en el proceso de
primarias del PSOE, tenemos dos aspirantes a encabezar la lista para las
elecciones de mayo de 2015. Uno es el actual secretario general de la
agrupación local y el otro ostenta el cargo de concejal desde 2007, aunque ya
figuró también en el número 10 de la plancha de 2003 (los socialistas
obtuvieron en ese entonces nueve actas).
Vaya por
delante que las reglas del juego hay que respetarlas. Y cada cual es libre para
participar en la contienda. Bien diferente es que uno esté o no de acuerdo con
lo que podrían denominarse arrebatos poco meditados y demasiado mediáticos.
Cuando se es joven pero se arrostra en lides tales, conveniente sería cavilar.
Las trayectorias personales marcan huellas indelebles muy difíciles de
soslayar. Porque la época en que los electores éramos meras comparsas en manos
de los privilegiados de turno, ha pasado, afortunadamente, a la historia. Y no
solo somos tan inteligentes como los que se aventuran a introducirse por
intrincados vericuetos, sino que tenemos memoria. Y a los afiliados y
militantes socialistas realejeros les presupongo idéntica, o superior,
capacidad de raciocinio que la que un servidor pueda ubicar en la balanza.
Camino por el
pueblo y hablo con sus gentes. Como saben que ya estoy en la época de verlas
venir (aunque mis opiniones y comentarios sean públicos y notorios a través del
cauce que me brinda este blog), se sinceran mucho más que cuando lo hacen con
un cargo público. Al menos no hay tanta desconfianza. Y esa ventaja añadida que
me da el haber sido, se ha puesto a disposición, mediante los oportunos
artículos, de aquellos que se supone han heredado los principios por los que un
ya lejano día unos muchos ilusos accedieron a puestos de responsabilidad. Nada
descubro si digo que se han encerrado en su particular mundo y en su sesgada
visión de la realidad. Somos viejos y como tales, al rincón. Y los más reacios
a consejos, aquellos que han ido conduciendo al partido hasta extremos casi
testimoniales. El último de la fila, no por convicciones personales sino por lo
que escucho, parece que a hasta las postreras consecuencias.
El PSOE tiene
poco que perder, pero sí mucho que ganar, en este inminente envite. Y apostar
por más de lo mismo lo abocaría al pozo de su desaparición. Ojalá que quienes
tienen la capacidad de decisión sean consecuentes y apuesten por el tan
cacareado cambio. Hasta yo caí en la trampa y lo he escrito más de la cuenta.
Tanto que este post no pasaría el examen de ingreso. Si el humo no los deja
ver, cambien de óptica y aléjense un poco. Con la cercanía se empañan las
gafas.
Me voy a
caminar un poco. Siempre me encuentro con quien palicar. En apenas doscientos metros ya tenemos el pueblo
arreglado. Incluida la calle Doctor González, la que no íbamos a cerrar al
tráfico.
Llegué de dar
la vuelta de rigor, tuve la oportunidad de charlar con el amigo Germán –quien
sabe mucho de historia, de patrimonio y de arte– y cuando regresaba en el coche
vislumbré a una de las candidatas socialistas a las primarias presidenciales
–Patricia– que cruzaba los pasos de peatones de la confluencia de la Calle Taoro con la Avenida de Canarias y el
de esta última rumbo al Gabana. Ños, tremendos tacones llevaba; admiro la
capacidad de aguante y equilibrio para no caerse desde esas alturas.
Y concluyo
con otra cuestión que tiene preocupado a todo el país. Les aseguro que no era
mi intención sacarlo a colación, pero observando las veleidades de los que
cobran de nuestro sudor, ahí va: Juro solemnemente que si el asunto del ébola
no fuera de tal gravedad, propondría a Rajoy que cambie a Ana Mato por la
también diputada popular Belén Hoyo. Y de no poder ser, hay otras tres en la
sala de espera: Carolina España Reina, María Jesús Susinos y Concepción Veray
Cama. Los apellidos son un valor en alza.
Hasta mañana.
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