Ay, mi
Realejos norteño, / que el Teide gigante guarda, / un paraíso de ensueño / a la
sombra de Tigaiga.
A la sombra
del histórico macizo que sirvió de última morada a aquel reducto guanche, abocado
al terrible dilema de luchar o someterse al castellano, surge Tigaray queriendo
aportar algo más que un grano de arena a nuestro folklore. No pretendió –desde
un principio– ser uno más de los que –tal vez, con buena voluntad– maltratan y
malvenden nuestro “producto” de una manera distorsionada a cuantos recalan por
estos lares, dando lugar, con ello, a una imagen errónea de Canarias, sus
costumbres, su cultura.
Tigaray quiso
ofrecer calidad y depuración refinada en sus interpretaciones, y así se
preparó concienzudamente antes de su aparición en público. Quienes conocían sus
largas noches de ensayos se preguntaban insistentemente por qué no hacían su
presentación, estimando que valía suficiente tenían para ello.
Fueron nueve
largos meses de intenso entrenamiento en su local –la casa del cura– del Realejo
Bajo, antes de dar el definitivo salto a las tablas. Consideraban sus
componentes –y aún lo siguen estimando– que el público era merecedor de todos
los respetos y que, por consiguiente, el escenario había de ser tema
suficientemente serio.
Cuando su
director, Luis Manuel García, hombre exigente y de gustos musicales refinados,
creyó oportuno que Tigaray se encontraba en las debidas condiciones físicas y
anímicas de saltar a la cancha, dio la señal de partida. De esa suerte, en una
noche memorable –22 de marzo de 1986–, Tigaray hace su presentación en el
Teatro Cine Realejos. El comienzo de la primavera –como uno de los temas de su
repertorio– marca el inicio de lo que iba a constituir un camino de éxitos. Se
suman al acto los grupos Tajaraste, Mari Carmen y el trío Taoro y Martín
Marichal. Como no podía ser menos –a tal señor, tal honor–, la recaudación para
la Asamblea Local
de la Cruz Roja.
Cuando, por
vez primera, suenan los aires de nuestra tierra, cuando se evocan personajes
de siempre, personajes que han pasado a formar parte de la historia de
nuestro pueblo, aderezado todo ello con una magnífica conjunción de voces e
instrumentos, los espectadores pensamos que nos encontramos ante un grupo
definitivamente consagrado, con muchas tablas en su haber. Ni siquiera se vino
a notar los clásicos nervios de la primera vez. Se ponía de manifiesto que
la espera había valido la pena; las –tal vez– largas noches de duro trabajo
habían –por fin– obtenido su fruto; se ofrecía calidad y buen gusto.
Cuando el
público asistente abandonó el recinto tenía la sensación de que aquello había
sabido a poco. Mientras, en el ambiente se podía respirar aún a canario, a lo
nuestro.
Días después,
el 12 de abril, Tigaray, obligado con quienes no pudieron acceder al recinto anterior,
que quedó muy corto ante la demanda existente, repite el acto en el Cine Viera,
de Realejo Alto, y, una vez más, se repite el éxito anterior.
Tigaray,
pues, había saltado a la palestra, y lo había hecho por la puerta grande. Buena
prueba de lo que manifestamos la encontramos en las innumerables actuaciones
que se suceden en el verano de ese año por casi todos los pueblos de la isla,
que con motivo de sus fiestas patronales llegan a conocer el buen hacer de este
grupo realejero.
A pesar de
las continuas llamadas para participar en festivales y encuentros
folklóricos, Tigaray no abandona su preparación y, pacientemente, ensaya
nuevos temas que amplían, considerablemente, su repertorio. Muestra palpable, la Misa Canaria,
interpretada en las funciones religiosas solemnes de las fiestas de nuestros
pueblos en las que les ha cabido el honor de participar, dejando huella
indeleble de su refinado trabajo.
Tigaray, bajo
la experta batuta –o pandereta– de Luis Manuel, está formado por 24 componentes
que siguen con el mismo ánimo que los vio nacer. La gran preparación musical
de Luis Manuel –sé que esto no le va a gustar, pero, al César lo que es del
César– le hace llevar, con sumo gusto, el peso en el montaje y arreglos
musicales de los temas que, más tarde, serán interpretados, bien sean
canciones de siempre o nuevas aportaciones al dilatado campo de nuestro
folklore.
Con motivo de
las pasadas Fiestas de Mayo, Tigaray tuvo una brillante actuación en el magno
festival folklórico de las islas que en la presente ocasión llegaba a su XIII
edición. Fue motivo de orgullo para todo el pueblo realejero que un grupo
nuestro representara a Tenerife en tal acontecer. Allí se dio cita un colectivo
de cada una de nuestras islas, incluso de La Graciosa nos visitaron
–por segunda vez– la parranda Los Toledo. Ocurrió ello el 30 de mayo, Día de
Canarias, contando incluso con la inestimable colaboración de la Consejería de Cultura.
Ni aun así, en este Encuentro Regional de Folklore, con un escenario ricamente
adornado por Alfonso Dorta, según diseño de Eleuterio Garrido, pudieron estar
las cámaras de Televisión Española en Canarias (?), como tampoco estuvieron
quienes habían concedido la subvención para el traslado de los grupos. Tal
vez consideraron todos ellos que era más importante –mucho más importante– la campaña
electoral que, paralelamente, se desarrollaba. Ignoraron, una vez más, que
desde Los Realejos, en esa noche del 30 de mayo, ¡¡Día de Canarias!!, se estaba
uniendo nuestra región al amparo de un abrazo musical. Y, allí. Tigaray puso
digno colofón a tal evento, codeándose, en buena lid con grupos mucho más
veteranos.
(concluiremos mañana)