Pasaron los
Reyes y comenzaron las rebajas. Entre los artículos a la venta: mucha tela para
el carnaval. Y como aparecía ayer en una fotografía que circuló por Internet,
si la cabalgata no se espabila casi es atropellada por la primera procesión de
Semana Santa. Vivimos tan deprisa que ya la sombra huye de nosotros. Hace tres
días iba yo caminando por Las Arenas y cuando me di cuenta mi propia sombra
estaba en San Nicolás echándose un leche y leche en el Miniño. Y la mía (la
sombra) no es alargada como la del ciprés. Sí, a estas alturas de la vida, ya
sabes, salvo la próstata, todo mengua.
Y de eso se
trata, de disminuciones en los precios. Pero aquellas avalanchas a las puertas
de los comercios para cuando el seguritas
quitara pestillos y cerrojos comenzar la desbandada, ya no se vislumbran. Lo
mismo compramos on-line.
Ayer, festivo
(no lo capté), se dio el pistoletazo de salida. A pesar de haber iniciado la
campaña algo más tarde que en otros lugares de la geografía española, en cierto
periódico leí que las rebajas eran tempranas, pero “a la desesperada”. No lo
comprendí muy bien. Y por ello seguí ojeando, que no hojeando, medios
digitales. De tal suerte, y no sé si para rebatir lo anteriormente expresado,
el director general de Consumo, Gustavo Matos (quien no es muy buen ejemplo ya
que no se gasta un euro en peluquería), augura “un inicio con fuerza”.
Si tú
entiendes lo mismo que yo, convendrás en que se está demandando que acudamos
prestos y veloces a las tiendas, y no precisamente a devolver sino a adquirir
aquello que puede que no nos haga falta pero que viste bien. Encaminado, casi
con toda seguridad, a los jóvenes, para que ‘inviertan’ rápidamente los euros
que sus Majestades pusieron en el zapato.
Al tiempo, la OMIC invita a tener un
“consumo moderado”. Mientras que la
OCU aconseja comprar en las rebajas atendiendo a un
“presupuesto” y con una lista de lo “realmente” necesario. Me da que los
propios gobernantes no son capaces de establecer la debida concordia entre el
ánimo a insuflar al comerciante y la solicitud a la consabida mesura a mostrar
por el consumidor.
No parece, no
obstante, que prime el optimismo cuando, y seguimos leyendo, “los canarios, los
que menos gastarán en estas rebajas”, o “las rebajas comienzan en Canarias con
menos gente pese a haber más descuentos”. Puede que sea la clásica táctica del
agricultor, cuyas cosechas siempre serán malas, aunque haya cogido cuarenta
sacos de papas después de haber sembrado diez kilos de semilla.
Escasos
fueron los viajes que di a establecimientos comerciales en estas pasadas
fiestas. Pero movimiento había. Y cajas (las de cobrar) abiertas, también.
Consumo hubo. Y gasto de gasolina y gasoil. Ignoro si más o menos que en
temporadas anteriores, pero en los ratos en que fui testigo presencial, no
atisbé la crisis. O somos muy falsos o hay gato encerrado. El Polígono de San
Jerónimo, por donde suelo caminar con cierta frecuencia, parecía el
aparcamiento de cualquier partido de fútbol importante o de una carrera de
Fórmula 1.
Deberemos
esperar a que transcurran unas semanas para cuando la situación se vuelva a
normalizar. Y comprobaremos si los vaticinios de ciertos políticos se cumplen o
caemos nuevamente en el sopor y el desencanto. Aunque la etapa del tupperware (no sé para qué sirve pero
como no ocupa lugar) no retornará. Y confiemos que determinadas alegrías del
pasado hayan sido corregidas para siempre.
Donde hubo
bonitas rebajas fue en los informativos de la televisión pública española.
Saben ustedes que en la noche del 6 de enero se falla el Premio Nadal de
novela. Pues en la presente edición sí que hubo metedura de pata (más que
fallo), pues se premió a Sergio Vila-Sanjuán, por su novela “Estaba en el
aire”, con el premio Rafa Nadal. Debieron estar en el aire los redactores para
llegar a tal extremo en la confusión. Fue, desde luego, un precioso ace.
Bueno, mis
incondicionales, tengo que ir a cambiar. Aprovecharé para fisgonear por las
rebajas.
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