Buen rato
estuve peleándome con el corrector ortográfico. A veces me entran ganas de
fajarme al cachetón limpio con él. Se empeña en que no conoce Realejos. Es un
ignorante histórico. Una Villa con más de quinientos años de vida, desde que,
allá por el lejano 1496, la fundara el gran adelantado, y se empeña en que la
cambie por reflejos. Y arriba con minúscula. Qué falta de respeto más grande.
Pero no se queda ahí, aún quiere o pretende ir más lejos. Como se le cruce La Orotava, me insinúa –¡qué
jocico!– que si no estaré pensando en Brotaba. Quién coño le ha dado permiso
para pensar qué es lo que yo pueda estar pensando. Habrase visto, tío
impertinente, inoportuno, confianzudo. Por cierto, para que se chinche, ¿qué
será para él Brotaba, así, con mayúscula? Como siga de bobo le van a brotar
sarpullidos archivísticos. Y se los voy a guardar en una carpeta. ¡Maricón! Que
sí, se lo dije. Y me quedé tan ancho.
¿Habrá salido del armario? A ver si te reinicializo...
Se ha
ocultado el sol allá por los linderos de la Palma. Las
antiestéticas farolas de la calle hacen los primeros guiños de la noche. Un
chico llora amargamente en la esquina porque se le cayó el polo (helado en más
cursi) en la acera y se escachurró todito. El chucho que revuelve las basuras
cada día, no ha desaprovechado la ocasión. Aunque sacude la cabeza con
inusitada frecuencia –deberá tener la lengua congelada–, no deja de lambiar tan
apetitoso manjar. ¡Ño, está frío, pero está bueno!, masculla entre colmillos.
Como este jodido chico siga berreando, le voy a pegar una chascada en un
tobillo que va a echar lágrimas por algo de fundamento. Señor, qué vida más
perra llevo.
Me voy,
grito. Pero nadie me contesta. Sólo escucho un click seguido del mensaje: Ahora
puede desconectar el equipo. Vete pa´l coño tu madre. Si tan inteligente eres,
desenchúfate tú solito. El colegui se quiere quedar con mí mismo mismamente;
date el piro, titi, tronco. Ay, er nota, vacioleta.
Se me va a
hacer tarde. Y yo no di disculpa alguna. Pude haber dicho que tenía un
agapornis en coma. Porque si manifiesto que lo tengo en cama, nadie se lo va a
creer. O que la perra se había quedado embarazada. Total, ¿quién sabe que la
pobre está operada de sus partes íntimas femeninas? Pero se embaraza
psicológicamente. Y se pone rara. Y cada rareza cuesta cinco mil castañas en el
veterinario. Le voy a decir que le dé asilo perruno. La intenté apuntar en
Muface, pero no me dejaron. Chacho, está saliendo más cara que los chicos...
Se acaba el mes (jueves) ¿1998?
He puesto, por fin, el año. ¿Acaso te creías
que iba de farol? Pero voy de interrogante. Pasaron los Carnavales y sigue la
calima. Más tierra que otra cosa.
Entregué –no sé para qué– algo llamado Vieja escuela perdomera. Es un
repaso de retazos de historia que uno se ha ido encontrando en periódicos de
años idos, bastante idos. De cuando los maestros se morían de hambre. Ahora nos
envidian porque tenemos muchas vacaciones y ya no cobramos miserias. ¡Ay, si yo
contara! Al que me dice tres meses yo le espeto que cuatro o cinco. Y, además,
es verdad. ¡Jódete, huevón!
Quieren celebrar unos actos conmemorativos
del 18º aniversario (algo ya manifesté) y entregan, para repartir, publicidad
del mismo. Aunque con un ligero retraso.
Tengo entendido que el parto fue por el 14 de febrero (acabas de pensar en el
Corte Inglés). Me dijeron que si hacía unas letras para el ofertorio de la misa
del próximo día 8. Y contesté que no. Creo que me pasé...
Rebobino. Sí,
efectivamente, me pasé. Ha pasado algo de tiempo. Y los planteamientos han
cambiado una barbaridad. No sólo el ofertorio. Hasta voy a misa, tú.
Esto debe ser
El Calvario. La imagen de aquellas películas americanas, con un Jesús rubio,
guapo, de ojos azules como la mar de los días radiantes, me hizo pensar otra
cosa bien distinta. Pero no hay nadie. Aparco el todotierra. Que es diferente
al todoterreno. El mío no sube montañas, pero lleva mierda por todos lados. En
los cristales de las puertas, lo clásico: ¡Lávalo, cochino! Gracias, congénere
semejante, que me aprecias hasta extremos insospechados de la comparación. Cuán
generoso os ponéis en tanto en cuanto de similitudes se trata. Sí, señor, el
que está hablando con un cerdo, que no cochino, es usted...
Un lunes cultural de una semana ídem
Pasé por el local social y pude escuchar el
mini-concierto de los alumnos de la
Escuela de Música de La Orotava. Estuvo
bien. El director llegó un poco tarde, porque tenía a su mujer hospitalizada.
Aproveché la oportunidad para hablar con el alcalde largo rato. Que es bueno presumir de amistades peligrosas.
Nacimos, por cierto, el mismo día, el mismo mes, pero en años bien distintos.
Cuando el cumplió once años (aunque se conserva y los lleva bien), prorrumpí yo
con el primer llanto. Dice mi madre que no hizo falta que me dieran la nalgada.
La comadrona, porque uno nació en la casa, de medianeros y rodeada de
plataneras por todas partes –como una isla en un mar de plátanos, qué
precioso–, se asustó al ver aquella cosa escurrida y fea y me soltó. ¿Quién no
llora después de semejante partigazo?
…
Un extracto
de lo que mi ordenador guardó bajo el título de “Por las tierras de Higa y
alrededores”. Y que tiene un montón de páginas. Y que podría ser otro libro. Y
que como no me saque la primitiva y me convierta en otro millonario (de esos
que se han multiplicado en España con motivo de la crisis), no pienso llorar
más ante las instituciones y/o empresas porque no me da la realísima gana.
Como es de
hace unos cuantos años, cuando uno se hallaba matriculado en la Agrupación Folclórica
de Higa, ilustro el presente con una fotografía del recordado Juan Dumas y que
salió publicada de la mano del ayuntamiento realejero. Como el perfil es
público, aprovechémonos. Si no te gusta el relato, algo más que probable,
amplia la foto y comprueba lo que ha cambiado el paisaje.
Hasta mañana.
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