Escribe
Alfonso González Jerez: El mayor
aldabonazo político en la noche electoral lo protagonizó Ana Oramas quien,
junto a un silencioso y frigorificado Paulino Rivero, aseguró que las cosas no
podían seguir así y anunció eruptivamente que asumía la refundación del
proyecto nacionalista canario. El destinatario principal de este mensaje era,
precisamente, quien estaba sentado a su lado con la mirada perdida en la
lontananza. Creo que Alfonso se equivoca. A mi gusto que ninguno de ‘ambos
dos’ estaba sentado. Lo que pasa es que son chiquitos. Y ya lo señala el
refrán, dicho o sentencia popular: “Hombre (extiéndelo a todo el género humano)
chiquito, hombre currito”. Me recuerda aquella anécdota cuartelera de cuando
limpiábamos las hebillas de los correajes con el famoso ‘Sidol’ en la cama
superior de las literas, la que nos quedaba –centímetro arriba, centímetro
abajo– a la altura del pecho (para trabajar mejor y poder echarnos el cigarrito
más relajados). Y en cierta ocasión se acercó el entrañable Crisóstomo (de
estatura más bien escasa) al borde de la cama y le preguntó un compañero: ¿Tú
estás sentado o eres así? Se asemejaba la escena a la del menudo de la Familia
Telerín (Cuquín) cuando asomaba los ojos por la barandilla de la cuna. Qué
tiempos.
Pues sí, se
puso de moda lo de la refundación. Hasta el ínclito Corrales (¿te acuerdas de
él?) se adueñó del vocablo. Viene refundando la izquierda desde que se bajó de
la cuna. Por refundar que no quede. Pero nadie se plantea que, de vez en cuando
–siquiera por higiene y dignidad–, tras un grave retroceso electoral, sería
pertinente un gesto, por ejemplo, una dimisión; un detalle que pueda hacer esbozar
una ligera mueca de ¿escepticismo? al sufrido votante. Aunque luego no le valga
de gran cosa.
No había
caído yo en la jugada hasta que ayer por la mañana, leyendo la prensa diaria,
alguien me encendió la bombilla de la famosa medida de reducir la velocidad en
autopistas a 110
kilómetros por hora. Y pienso que si el gobierno
socialista no la hubiese puesto en práctica, ahora mismo podría estar
disimulando un fisco más con 120
diputados. Parece que el electorado ha querido indicarle que transite comedido
estos próximos años, que ahorre combustible y se vaya preparando para el
siguiente asalto.
Un servidor
estima que son los fuertes estampidos los que te hacen encender la bombilla. Y
al PSOE le han dado bien. Por lo que se impone una ‘refundición’ total (ya lo
manifesté con anterioridad). La palmera Mercedes Coello –quien no debería
quejarse demasiado– ha puesto el dedo en la llaga de las soledades de las
denominadas islas menores. La apuesta de que al sempiterno Segura le siguiera
la joven Patricia (por aquello de la compensación mal entendida) no salió del
todo bien (aunque algunos esgriman, chiquita cara, que han aguantado bien).
Parece, pues,
conveniente, que comiencen a darse pasos hacia el costado y que en todos los
escalones del organigrama afloren caras nuevas. Porque los de siempre han
quedado inhabilitados y no podrán, en manera alguna, ser capaces de llevar a la
práctica las políticas que a un partido de tal porte se le exige. La ceguera y
la ineptitud (políticas) de Zapatero han contaminado mucho más allá de los
límites deseables. Y han salpicado a cuantos le acompañaron, especialmente en
esta última singladura.
Como se ha
iniciado el periodo precongresual, mucho y bien harían los todavía dirigentes
en mantener algo más que prudencia en sus manifestaciones, sobre todo aquellos
que no pueden ser modelo y ejemplo de nada y para nadie. Si es menester que los
‘nuevos’ se pongan la L de prácticas, aprovechen la limitación de velocidad. No
son las prisas buenas compañeras. Y recuerden que piano, piano, si va lontano. ¿El tiempo? Depende de los
fagocitadores de turno, práctica de la que los socialistas pueden sentirse extremadamente
orgullosos. Han sido capaces, con su debacle, de que el PP los haya barrido sin
necesidad de coger la escoba. Y ese mérito no lo alcanzan todos.
Nota final:
te recomiendo visites el otro blog, pues sigo colgando imágenes con las que al
menos entretener la vista. Hasta la próxima.
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