viernes, 11 de noviembre de 2011

Lágrimas de cocodrilo

Ya empezamos con los chistes fáciles. Si me molestan sobremanera los muchos dardos envenenados que lanzamos en plan jocoso contra los gomeros, ahora empieza a circular el de el ‘herreño mirando al mar’, en el que se puede contemplar a un individuo cuyos globos oculares parecen querer salirse de sus órbitas. Y bastante canutas lo están pasando los paisanos de la Isla del Meridiano como para tomarlo a guasa. Cuando requieren de toda la solidaridad posible, no es buena hora de recurrir al chiste fácil.
Por si eran pocos, ya saltó también Eligio Hernández –mucho había esperado– para criticar la labor que vienen realizando las autoridades en esta tragedia volcánica. Otro que se suma a la teoría Carracedo, que no es otra que la de “qué mal lo están haciendo y yo soy un tío cojonudo”. Tu gestión, Eligio, al frente del dispositivo del triste incendio que asoló los montes del Norte tinerfeño allá por 1983, y las posteriores diatribas hacia quienes te cuestionaron en aquel entonces, son dignas de enmarcar. Si te las das de humilde, como manifestaste en cierta entrevista que te hizo otro encumbrado periodista (luego algo más diré), predica con el ejemplo, porque casi todas tus apariciones públicas solo vienen a demostrar que quieres ir de sobrado por la vida.
Y sigo un fisco más con El Hierro, pues ya se reclama la presencia de psicólogos. Yo no sé si esta sociedad se ha vuelto mimosa o qué demonios está pasando. Al tiempo me pregunto cómo pudimos sobrevivir nosotros décadas atrás cuando no había absolutamente nada. Ni luz eléctrica. Pero escapamos, aun sin cinturón de seguridad. Y si alguien nos nombra la palabra ‘psicólogo’, le hubiésemos partido la cara por insultarnos. Chacho, espabilémonos, que somos unos melindrosos.
Las administraciones deberán apretarse el cinturón, es el reiterativo discurso que se escucha profusamente en estos días. Hacia atrás –pon tú el plazo–, nadie, absolutamente nadie se había dado (de) cuenta. Porque ni los unos ni los otros podrán escudarse en aquello de que tú eras el que gobernabas. Hagan el pertinente repaso por todas las instituciones públicas, desde la más cercana a la más lejana, y el que esté libre de pecado que dé el primer tonicazo. Pero es más, los que no han gobernado jamás, y es probable que nunca lo hagan, siguen con la misma cantinela que nos ha conducido a la situación actual. No están para echarse flores, precisamente. No creo que el Partido Popular pueda presumir de llegar inmaculado a esta cita del 20-N. Lo mismo los señores Urdangarín y Alarcó pueden aclararnos algo.
El último citado, a tenor de lo que publica algún medio de comunicación, que asistió con Tavío y Matos a la “kedada” de las jóvenes generaciones para aplaudir al jefe, parece no tener muy claro lo que refleja cierta auditoría (se trató ayer en sesión plenaria en el Cabildo de Tenerife) y que lo relaciona, directamente, con uno que tildó como lágrimas de cocodrilo el discurso de Rubalcaba (hace unas semanas) cuando se emocionó en el País Vasco al mentar las víctimas de la banda terrorista ETA (Movimiento de Liberación Vasco, Aznar dixit). Pero como las veletas son movidas por el viento (los veletas, mucho más), hoy, que duermo en mullido colchón y me sustento en surtido dornajo, puede que me interese escribir unas líneas en las que reconozca las veces que he tenido que cambiar de opinión en mi vida. Aunque para ser exactos es (son) todos y cada uno de los días del calendario, disimularé con tres (cuatro es multitud y dos me parece escaso).
A todos esos encumbrados que, además, invocan a un dios imaginario, ciego y torpe para que los redima de sus penas, al tiempo que disparan dardos envenenados contra el prójimo (que otro dios guarde y tenga en la gloria), que se dan tremendos golpes en el pecho a la par que esputan sonoros ‘hijos de la muy gloriosa’, va, con todo mi amor fraterno la siguiente décima (titulada: Y al suelo bajó a barrer):
Una palmera orgullosa
miraba desde bien alto
cómo barría el asfalto
una escobita hacendosa.
Vino una brisa ventosa
que al suelo la fue arrojando,
y al irse desgajando
se dijo en su fuero interno
ya me voy para el infierno
por estármelas echando.
Y concluyo con una cita que nos vale para cualquier medio de comunicación, incluso aquellos en los que parasitan excretores de gases innobles: Una cosa es la libertad de pensamiento, el debate de las ideas y la diversión y otra cosa es convertir en espectáculo la insolencia, la grosería y la zafiedad y que tales atentados contra la urbanidad sirvan para que los sinvergüenzas se encaramen como artistas en los medios. (Pedro Crespo de Lara)
Hasta mañana. Día en el que se llevará a cabo un acto de homenaje en el salón de plenos de San Juan de la Rambla a Conchita, quien fuera alcaldesa de ese pueblo en la década de los ochenta del pasado siglo. Y en este blog, porque coincidí en tareas políticas con ella en ese entonces, algo manifestaré.

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