Ya empezamos
con los chistes fáciles. Si me molestan sobremanera los muchos dardos
envenenados que lanzamos en plan jocoso contra los gomeros, ahora empieza a
circular el de el ‘herreño mirando al mar’, en el que se puede contemplar a un
individuo cuyos globos oculares parecen querer salirse de sus órbitas. Y
bastante canutas lo están pasando los paisanos de la Isla del Meridiano como
para tomarlo a guasa. Cuando requieren de toda la solidaridad posible, no es
buena hora de recurrir al chiste fácil.
Por si eran
pocos, ya saltó también Eligio Hernández –mucho había esperado– para criticar
la labor que vienen realizando las autoridades en esta tragedia volcánica. Otro
que se suma a la teoría Carracedo, que no es otra que la de “qué mal lo están
haciendo y yo soy un tío cojonudo”. Tu gestión, Eligio, al frente del
dispositivo del triste incendio que asoló los montes del Norte tinerfeño allá
por 1983, y las posteriores diatribas hacia quienes te cuestionaron en aquel
entonces, son dignas de enmarcar. Si te las das de humilde, como manifestaste
en cierta entrevista que te hizo otro encumbrado periodista (luego algo más
diré), predica con el ejemplo, porque casi todas tus apariciones públicas solo
vienen a demostrar que quieres ir de sobrado por la vida.
Y sigo un fisco
más con El Hierro, pues ya se reclama la presencia de psicólogos. Yo no sé si
esta sociedad se ha vuelto mimosa o qué demonios está pasando. Al tiempo me
pregunto cómo pudimos sobrevivir nosotros décadas atrás cuando no había
absolutamente nada. Ni luz eléctrica. Pero escapamos, aun sin cinturón de
seguridad. Y si alguien nos nombra la palabra ‘psicólogo’, le hubiésemos
partido la cara por insultarnos. Chacho, espabilémonos, que somos unos
melindrosos.
Las
administraciones deberán apretarse el cinturón, es el reiterativo discurso que
se escucha profusamente en estos días. Hacia atrás –pon tú el plazo–, nadie,
absolutamente nadie se había dado (de) cuenta. Porque ni los unos ni los otros
podrán escudarse en aquello de que tú eras el que gobernabas. Hagan el
pertinente repaso por todas las instituciones públicas, desde la más cercana a
la más lejana, y el que esté libre de pecado que dé el primer tonicazo. Pero es
más, los que no han gobernado jamás, y es probable que nunca lo hagan, siguen
con la misma cantinela que nos ha conducido a la situación actual. No están
para echarse flores, precisamente. No creo que el Partido Popular pueda
presumir de llegar inmaculado a esta cita del 20-N. Lo mismo los señores
Urdangarín y Alarcó pueden aclararnos algo.
El último
citado, a tenor de lo que publica algún medio de comunicación, que asistió con
Tavío y Matos a la “kedada” de las jóvenes generaciones para aplaudir al jefe,
parece no tener muy claro lo que refleja cierta auditoría (se trató ayer en
sesión plenaria en el Cabildo de Tenerife) y que lo relaciona, directamente,
con uno que tildó como lágrimas de cocodrilo el discurso de Rubalcaba (hace
unas semanas) cuando se emocionó en el País Vasco al mentar las víctimas de la
banda terrorista ETA (Movimiento de Liberación Vasco, Aznar dixit). Pero como
las veletas son movidas por el viento (los veletas, mucho más), hoy, que duermo
en mullido colchón y me sustento en surtido dornajo, puede que me interese
escribir unas líneas en las que reconozca las veces que he tenido que cambiar
de opinión en mi vida. Aunque para ser exactos es (son) todos y cada uno de los
días del calendario, disimularé con tres (cuatro es multitud y dos me parece
escaso).
A todos esos
encumbrados que, además, invocan a un dios imaginario, ciego y torpe para que
los redima de sus penas, al tiempo que disparan dardos envenenados contra el
prójimo (que otro dios guarde y tenga en la gloria), que se dan tremendos
golpes en el pecho a la par que esputan sonoros ‘hijos de la muy gloriosa’, va,
con todo mi amor fraterno la siguiente décima (titulada: Y al suelo bajó a
barrer):
Una palmera orgullosa
miraba desde bien
alto
cómo barría el
asfalto
una escobita
hacendosa.
Vino una brisa
ventosa
que al suelo la fue
arrojando,
y al irse desgajando
se dijo en su fuero
interno
ya me voy para el
infierno
por
estármelas echando.
Y concluyo
con una cita que nos vale para cualquier medio de comunicación, incluso
aquellos en los que parasitan excretores de gases innobles: Una cosa es la libertad de pensamiento, el
debate de las ideas y la diversión y otra cosa es convertir en espectáculo la
insolencia, la grosería y la zafiedad y que tales atentados contra la urbanidad
sirvan para que los sinvergüenzas se encaramen como artistas en los medios.
(Pedro Crespo de Lara)
Hasta mañana.
Día en el que se llevará a cabo un acto de homenaje en el salón de plenos de
San Juan de la Rambla a Conchita, quien fuera alcaldesa de ese pueblo en la
década de los ochenta del pasado siglo. Y en este blog, porque coincidí en
tareas políticas con ella en ese entonces, algo manifestaré.
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