Ahí la
tienen. Bien pertrechada con sus arneses (chacho, ¿se dice así?) y dispuesta a
cruzar el río Misisipi, perdón, el barranco de Las Angustias, perdón otra vez,
el barranco de la Malfurada, pasada la
Cuesta del Conejo, ahí cerquita de El Pilar, para después del ejercicio
mandarse un tentempié con el que apaciguar los tembleques. Demuestra tal
dominio de la situación que el encargado que la vigila desde prudente
distancia, no presta la más mínima atención. Lo mismo está aguardando a que se
pegue el partigazo per se, que ya tendrá tiempo de socorrerla. A no ser que
esté dirigiendo la mirada hacia cualquier otro intrépido que haya querido
emular a la presidenta del cabildo de la Isla Bonita. No quisiera pensar que a
la inauguración de estas nuevas instalaciones haya acudido asimismo el palmero
Wladimiro, ahora que debe estar más descansado tras el amplísimo periplo en la
institución homóloga tinerfeña.
La foto, como
en ella señalo, la obtuve en el periódico grancanario (mis disculpas a los
consabidos) Canarias7. Y cada vez que veo a Guadalupe González Taño, siempre me
acuerdo, y no me preguntes el porqué, de mi amiga Hermas Concepción Méndez, que
también estuvo en eso de la política en su villa natal de Mazo hace unos
cuantos abriles. Y creo que también formó parte de la institución
supramunicipal.
Lo que no me
parece bien es que la señora Taño no haya invitado a este acto, dado que es un
parque pionero en Canarias, a sus compañeros presidentes del resto de ínsulas,
en especial a los de las mal denominadas islas mayores, a saber, Ricardo
Melchior y José Miguel Bravo. A no ser que hayan quedado fuera del encuadre de
la instantánea y lo mismo estén –fuera de cámara– haciendo su particular
competición para ver el que llega antes sin irse de mandoble al suelo. Entiendo
que en ese hipotético caso, la balanza se hubiese inclinado hacia el lado del
tinerfeño por amplísima ventaja. El entrenamiento de altura de Melchior no
puede ser alcanzado por Bravo en manera alguna y por mucho que suba varias
veces al Roque Nublo. Ni comparanza. Me imagino que ustedes se acuerdan de las
imágenes con que nos estuvo bombardeando cierta tele local ha un tiempo. Y es
que Ricardo subió al Teide tocado con elegante sombrero de tela (blanco
inmaculado, cual nieve del susodicho). Mientras ascendía no lo enfocaron, no
sea que el cámara le pisara la lengua. Pero bien diferente fue la bajada.
Cuando le restaban pocos metros para depositar su trasero en Montaña Blanca
(pa´descansar un fisco), agarró el trípode de Manolo (que sí, que yo lo vi), se
lo echó al hombro (tampoco es para tanto el trípode de Artiles) y hasta silbaba
la canción de los enanitos de Blancanieves porque no le salía la del puente
sobre el río Kwai.
Se ha
inaugurado, pues, Acropark, un parque
acrobático forestal, un espacio en medio del monte para practicar actividades
al aire libre y así potenciar la salud y el bienestar, en el que la diversión y
el desafío son los ingredientes de su receta. Estaría yo por asegurar que si
Guadalupe no hubiese alcanzado un acuerdo con los socialistas (los no
expulsados), ahora mismo estaría pensando celebrar las sesiones plenarias en
plena naturaleza para distender algo, o mucho, la tensión de tanto ajetreo
capitalino.
Me han dicho
que en El Retiro madrileño quieren hacer algo parecido para que los senadores
puedan echar fuera toda la adrenalina contenida tras sus agotadoras jornadas en
la plaza de la Marina Española, en ese edificio construido sobre el antiguo
Colegio de la Encarnación de religiosos agustinos calzados. Tan en serio se ha
tomado esta propuesta mi amigo Juan Borges, candidato al cargo por Izquierda
Unida, que sube todos los días a Chanajija y se le ve brincando por las mesas y
lanzando gritos a siniestro, para hallarse a punto por si salta la liebre (o
cae la breva).
Fíjate,
Guadalupe, a todo lo que me dio pie tu aventura por los aires. No desmayes: no
pares, sigue, sigue…
Como es
festivo, lo mismo me voy a descansar bajo un pino.
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