miércoles, 2 de noviembre de 2011

Monumento al cochinero

El pasado 29 de octubre (sábado), el día después de la presentación de Sodero, nos fuimos hasta Icod el Alto, porque después de los varios años de espera debidos a la desidia del equipo de gobierno (Coalición Canaria) en el ayuntamiento realejero, se inauguraba el Monumento que rinde homenaje a los cochineros, y que se ubica en el lugar que era demandado por los vecinos (la prueba determinante vino de la mano de la asistencia al acto): una pequeña y recoleta plazoleta ubicada en la desembocadura (o nacimiento, según lo mires) de las vías de Lomo Márquez y El Terrero, lugar de partida (y llegada) de las rutas que estos ‘tratantes de lechones’ tomaban.
Un servidor también acudió al acto por motivos familiares. Y observó con detenimiento cuanto allí sucedió, para dejar plasmadas en este blog unas pinceladas. Y lo hace a modo y manera de seis décimas –para no perder la costumbre–, en las que, ojalá, haya sido capaz de sintetizar este noble acontecer.

Después de mucho esperar
se enciende por fin la luz,
y se acaba con la cruz
que supuso el aguantar
–mejor dicho, soportar–
varios cambios de opiniones,
que en busca de ubicaciones
largo retraso causaron;
yo no sé cómo aguantaron
los pobrecitos lechones.

El sábado veintinueve,
del mes de octubre pasado,
quedó por fin emplazado
el monumento que debe
–si nadie de allí lo mueve–
retratar el simbolismo
que define al pueblo mismo:
el cochinero y su historia,
un recuerdo a su memoria
y a su gran protagonismo.

La escultura al cochinero
se colocó en buen lugar,
para poder admirar
la obra que con esmero
propone Paco Palmero.
El mulo, y sus raposas,
es sin dudar de esas cosas
que nos traen al presente
los quehaceres de una gente
por veredas peligrosas.

Preciosa fue la semblanza
que Isidro bien platicó,
y a todos nos sorprendió
con el mismo Sancho Panza.
Paco mostró su añoranza
con quien fue su compañera;
luego Esteban transmitiera
gratitud a la Comisión,
sin la cual esta misión
él solo no consiguiera.

El alcalde recalcó
en que hay que cooperar,
si queremos alcanzar
lo que la mente trazó.
Y el acto concluyó,
tras descubrir la figura
–que goza de buena hechura–,
con un brindis en la plaza,
donde se habló de la raza
del cochino y su andadura.

Por allí estuve paseando
para dar mi parecer
y en la calle pude ver
a mucha gente observando.
A todos ellos voy dando
–también lo dijo el alcalde,
y espero no caiga en balde–
un amigable consejo:
sea de ustedes espejo
y que el pueblo la respalde.

Reitero las felicitaciones al pueblo de Icod el Alto e insisto en la necesidad de su cuidado y mantenimiento por tratarse de una significativa seña de identidad. Procuren dejar un huequito para que las guaguas que van a El Lance, donde los visitantes se retratan agarrados a cierto soporte del guanche, también puedan dar vida a esta otra zona, a este otro cuartel. Enhorabuena a todos.

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