Hace una
semana –día arriba, día abajo– el periódico El Mundo publicó el parecer de
Ángeles Llinares –experta en educación para la Reducción del Riesgo Volcánico,
titulación que el menda desconocía– acerca de la crisis que sufre la isla de El
Hierro. Y un servidor, experto en nada y miembro activo de lo que ella denomina
‘a pie de calle’, se queda medio chungo. De la mitad que le quedaba sana, pues
la otra ya la traía complicada desde los tiempos en que debía compartir
docencia con la versada y perita en lavas, cenizas y piroclastos (al citado
medio me remito).
Reconoce este
humilde juntador de palabras, simple maestro (y maestro simple) de escuela, de
los de toda la vida, que no alcanzó esas cuatro décadas de curro, ni tuvo la
oportunidad de viajar para exponer diferentes proyectos, y que, por
consiguiente, no obtuvo suficientes méritos para alcanzar mayores cotas que las
de aprendiz de casi todo (cinturón blanco), que debe preocuparse algo más a
partir de ahora. Lo malo es que se me plantea un terrible dilema, porque si
vivo en el entorno de El Teide (no sé hasta dónde llega ese límite), debo saber
que estoy potencialmente expuesto a un peligro, pero eso no implica que mi vida
corra riesgo. De verdad, tal y como está este mundo tan revuelto y convulso,
para qué demonios voy a estar con el alma en vilo si para eso ya tengo gente
bien formada y reputados científicos, canarios o no (no tengo los prejuicios de
cierto editorialista), que me van a señalar la dirección correcta hacia la cual
correr cuando comience a fluir la lava (que no saldrá en media hora como en las
películas).
Si debo ser
sincero, tras la lectura del reportaje, crónica, entrevista o lo que sea, estoy
más confuso que antes. Tengo la impresión de que me afectó (por razones obvias
y bien directas) lo de 40 años de docencia, que debe significar ese mismo
tiempo dando clase, tal y como lo entendemos los del gremio, jubilados o no.
Porque en esta semana he tenido la oportunidad de hablar (y mandarnos
‘emilios’) con una buena tropa de los ignorantones (cada cual se codea con
quien crea menester), y aunque la mayoría somos de Lengua y Sociales, no nos
salen las cuentas. Y llevamos calculadora por si olvidamos la tabla. A todos,
sin excepción, nos aparecen más ausencias que presencias. Y puede que este último
aspecto sea el culpable de que la población no esté debidamente informada y
formada. Mal se puede pretender que la educación en todas las etapas de la
enseñanza obligatoria cubra de manera sistemática esta materia, si los
programas son incumplidos por otras necesidades, como podría ser, es un mero
ejemplo, el dirigir distintos proyectos dedicados a la mitigación de los
efectos volcánicos y sísmicos. Y no se puede estar en misa y repicando
simultáneamente.
Me pierdo, de
verdad, en muchos de los párrafos. Como tampoco comprendo el porqué de tantos
fallos, incluso ortográficos, en las líneas de la información. Te dejo el
enlace, si es que no te lo envié antes, para que salgas de dudas: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/10/ciencia/1320883972.html
"El turismo sí va a ver expresamente
vulcanismo activo. Incluso pagan más por ese tipo de experiencias. En el
Estrómboli se cobra por subir a ver el cráter, donde hay explosiones y uno
corre el riesgo de que le pueda caer una piedra encima", señala. En estos
lugares, además, sí existe una marcada cultura vulcanológica. Sus habitantes
están formados y saben qué hacer en caso de emergencia. "La gente
desarrolla su vida con normalidad: los alumnos en la escuela, los turistas de
visita, los locales abiertos... Hasta que se da la alarma. Entonces saben que
desde el momento que se les avisa hay que salir de sus casas en muy poco
tiempo".
Centrándose en lo sucedido en El Hierro,
Llinares destaca diferentes aspectos. En el humano, sólo tiene palabras de
admiración para los habitantes de la isla. "La gente se ha portado
magníficamente con los científicos y con toda la gente que ha venido. Han
cumplido las órdenes que se le han dado muy rápidamente y muy bien, con un
sentido de la responsabilidad tremendo. Y ayuntamientos como el de El Pinar han
mostrado un interés por sus ciudadanos enorme", relata.
Sin embargo, en lo que respecta a la
relación entre la labor científica y los políticos, le habría gustado que se diferenciase
más la labor de unos y otros en algunos temas. Pone como ejemplo la evacuación
de La Restinga. "Fue una decisión política", destaca. "Los
científicos informaron y los políticos del Plan de Protección Civil por Riesgo
Volcánico de Canarias (Pevolca) son los que decidieron. El científico nunca
dice 'haga usted esto o lo otro'. Y pasa lo mismo con la información que se
transmite a los ciudadanos. También está dirigida por el Pevolca".
Me he
permitido, por si lo comparan con el original, corregir algunas cosillas, (incluso
horribles fallos ortográficos, lo dije antes; ignoro culpabilidades) en el
texto anterior en cursiva. Y a continuación me pregunto: ¿Qué más queremos o
pretendemos? Dado que no tenemos memoria histórica, dado que los docentes
expertos (que podrían dedicarse a instruir a los escolares) faltan más de la
cuenta porque están ‘proyectando’, dado que cada científico es un mundo y cada
cual echa mano de su librillo, y muchos etcéteras, con más razón debemos
aplaudir la infinita paciencia y modos de proceder del pueblo herreño.
Si el
científico nunca dice qué es lo que hay que hacer (solo orienta), alguien
deberá asumir tal responsabilidad y adoptar las decisiones. Claro que son los
políticos los que deben hacerlo, ¿quién si no? De todas maneras, y como siempre
surgen las discrepancias cuando los acontecimientos se alargan en el tiempo, en
todas las ruedas de prensa de eso denominado Pevolca ha habido representantes
de varios sectores. Y es más, cada uno de ellos ha respondido en función de la
pregunta realizada.
Finalizo con
un sencillo ejemplo para que todos puedan entenderlo. Si en un centro docente
un maestro falta con demasiada frecuencia (por las razones que sea), el
director debe actuar de manera inmediata para que los chicos no provoquen
demasiados movimientos sísmicos dentro de la clase. Máxime cuando José Miguel
Pérez, secretario general de los socialistas canarios (y no presidente) y
consejero de Educación, pueda mostrarse reacio a la hora de nombrar sustituto.
Que lo mismo, de producirse, no es de la misma especialidad que el sustituido,
por lo que si aquel estaba explicando los volcanes, es un decir, el que llega
debe exponerles las alucinaciones de Teresa de Cepeda y Ahumada. Que bien
podría asimilarse a una erupción… y yo qué sé, maestro, yo pasaba por allí y me
“trompecé” (puedes ponerlo también con ese o con zeta) con él, pero fue sin
querer…
Hasta
después. Si me agandulo, voten o boten bien.
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