Casi todos
los días nos sorprenden los medios de comunicación con un robo de cables en
cualquier urbanización de estas islas. Parece que se cotiza bien el cobre. Y
entiende este ignorante perdido que los ladrones tendrán un comprador para
dicha mercancía, porque los hilos conductores no deben ser tan digestivos como
los fideos. Vamos, que no se los comen los rateros. Y los receptores de kilos y
kilos de alambres dorados no deberán ser los farmacéuticos, ni los doctores, ni
los notarios… De tal suerte, descuenta que te descuenta, llegaremos a la
conclusión de quiénes podrían ser los que recogen el material y el posible
destino que debe tener el susodicho. Y el territorio isleño no es tan grande
como para mantener el enigma durante demasiado tiempo. Yo no quisiera pensar
mal, pero el asunto me huele fatal. Y piensa tú lo que quieras.
Ha salido
publicado en Diario de Avisos (semana pasada) unas serie de reportajes del
barrio donde he vivido casi toda mi vida: Toscal-Longuera. Y esta tarde, a eso
de las siete –o próximo a las siete–, que diría mi madre, previa invitación al
respecto, estaré en aquellos lares hablando de los recuerdos de infancia y
juventud, de cuando uno deambulaba por La Gorvorana, núcleo originario del
actual populoso núcleo costero realejero. Y según indican los entendidos,
parece que el nuevo –en todos los sentidos– cura de la parroquia viene
realizando una magnífica labor que pasa por aglutinar los diferentes colectivos
vecinales. Porque él es el artífice de estas jornadas socioculturales.
Mientras, lo
leí ayer en la prensa, el párroco de Puebla de Don Fadrique (Granada) ha sido
denunciado por dedicarse a matar palomas. El hombre (37 años) piensa que las
aves traen demasiadas complicaciones, que lo dejan todo hecho un asquito, y
armado de escopeta de perdigones aprovecha el ocaso para disparar contra las
aladas invasoras. Aunque él se defiende alegando que no es así el método de
caza y captura, sino que prácticamente vienen a su encuentro. Así que con el
simple reclamo y señuelo de la comida, las ingenuas plumíferas aparecen en la
mano del clérigo, quien en vez de darle la bendición al más puro estilo San
Francisco de Asís, la agarra por el cogote y… como decía mi padre, muerto el
perro se acabó la rabia. Se ignora a qué plato se dirigía una vez desplumado el
animal. Sea cual fuere el sistema utilizado, extraña sobremanera el alegato de
los unos y los otros, pues en nada se parece el estampido de un disparo con el
simple ven aquí que yo te hago nada. Bueno, no es la primera vez que alguien no
cae de pie en el lugar al que va destinado. Debe ser solo eso. Mejor así.
Vaya revuelo
está armando el levantamiento del secreto del sumario en el caso denominado de
Las Teresitas. Cada cual no lo interpreta a su real saber y entender, sino que
el mensaje va en función de la conveniencia de los posibles receptores. Y como
todo es según el color del cristal, qué disparates. Circulan por la Red los
extractos que supuestamente vinculan a personajes más o menos públicos. He
leído algunos y no les veo relación alguna con la archiconocida compraventa de
las parcelas. Da la impresión de que en el tocho tiene cabida todo, incluso la
transcripción de conversaciones que aparentemente fueron grabadas por si se
pescaba en el río revuelto y que, esa impresión da, solo suman folios pero sin
consistencia alguna. Si quedasen anuladas, somos demasiados los que nos
preguntamos quién va a restituir el honor de los mancillados. Ahora bien, ello
no es óbice de que caigan toneladas de justicia sobre las cabezas de quienes
hayan metido la pata, la mano o cualquier otra parte anatómica de los supuestos
infractores. Faltaría más.
Bueno, a
descansar otra vez en este tercer fin de semana que hemos tenido en la
presente. Viva la crisis.
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