Sus
‘señorías’ (refiérese el vocablo a los parlamentarios –inclúyanse ellas
también– que sientan sus nobles pero
depauperadas posaderas en los sillones del expropiado edificio santacrucero de
Teobaldo Power –si levantara la cabeza– mediante otra de las múltiples chapuzas
habidas en estas ínsulas baratarias) no están dispuestas a prescindir de un
euro del mísero sueldo que cobran. Ni, por supuesto, de los otras prebendas (privilegios,
Paulino) que tal cargo conlleva y de las que jamás alegan la más mínima palabra.
Ganarían
–eterna cantinela– muchísimo más en el sector privado, pero no dudan, ni por
asomo, dar el salto a esta frenética actividad por el mero hecho de prestar
desinteresados servicios al ciudadano. Pobrecitos, sacrificados, abnegados.
Además, trabajan muy duro. Los callos en manos y pies son más ásperos que, cómo
te diría, bueno más que el rostro de ellos mismos mismamente.
Justifican
estas medidas –la de no bajarse un céntimo– todos los grupos parlamentarios.
Para este menester importa un pimiento el ser de izquierdas, derechas, centro o
defensa central. José Miguel Pérez, secretario general de los socialistas
canarios, consejero de Educación y vicepresidente del Gobierno regional, que
cobraría muchísimo más ejerciendo como profesor universitario –y sujeto a las
rebajas de rigor–, en un ejercicio de desprendimiento absoluto y de una
generosidad singular, también aplaude con las orejas el estatus sagrado de los
aforados. Si se sigue recortando la nómina de los servidores públicos,
entraríamos en el debate, asegura, de que solo los ricos se podrían dedicar a
la política. No, estimado adalid del socialismo moderno, también los maestros
van a dar el salto a todas las instituciones públicas. Pero en su caso por lo
contrario de lo que sostienes: para cobrar un fisco más. Mera cuestión de
lógica. Me avergüenzo de tu discurso, de tus planteamientos. Así les va,
sociolistos del tres al cuarto. Al menos permanezcan con la boca cerrada para
disimular un fisco. Fíjate, estimado José Miguel, qué difuso se vislumbra el
logo del PSOE en la foto. ¿Significativo, no?

Trabajamos
muy duro, dicen. Caras de cemento armado. Si me lo dijera un alcalde o concejal
de pueblo (aunque también hay alguna excepción), no solo me lo creo sino que lo
ratifico. Porque el ciudadano los conoce y acude a ellos en demanda de ayudas y
servicios. Pero ustedes, estimados parlamentarios, solo saben apretar uno de
los tres botones que les pusieron delante de sus narices para manifestar la
total y absoluta adhesión al jefe que ha leído la perorata de rigor. Y a pesar
de haberlos puesto con colores diferentes, alguno se equivoca. Y es que, tras
el sueño reparador, las imágenes resultan borrosas. Claro, votar después de
tanto trabajo puede provocar tales desaguisados. Gandules. A jalar por la
guataca los mandaba yo. Para que aprendan lo que es dar el callo de sol a sol. Que sí, esto es un discurso
retrógrado. Lo de ustedes es suponernos de una estolidez a la enésima. Y en el
fondo creo que lo somos.
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