Y unos días
después, Gaceta de Tenerife, 7 de
enero de 1928, página 1:
Por nuestros pueblos. De la vida canaria. Puerto de la Cruz. En Las
Dehesas.
La entusiasta y progresiva sociedad Valle de
Taoro, del barrio de Las Dehesas, en su última Junta general ha nombrado la
siguiente directiva para el año 1928:
Presidente, don Florencio Sosa Acevedo;
primer vice, don A. Aquilino Hernández Hernández; segundo vice, don Pablo
Delgado Luis; secretario, don Sabas Pérez Correa: vicesecretario, don Antonio
Ramón Castro: tesorero, don Santiago Yanes Amador; bibliotecario, don José
Delgado Luis.
Comisión de festejos. Presidente don
Francisco Hernández Díaz; números, don Pablo Delgado Luis, don Benito García
García, don Elías Pérez Delgado, don Agustín Marrero Cabrera, don Tomás Martín
García y don Pablo Cabrera Pérez. El corresponsal.
Y una nueva
velada es anunciada en Gaceta de
Tenerife, 6 de octubre de 1928, página 1. Se palpaba que la impronta
cultural era nota dominante en el quehacer de la Sociedad. He aquí la información
al respecto:
En el Centro Valle de Taoro. Velada
literario-teatral
En los salones de la entusiasta sociedad
Valle de Taoro, de las Dehesas (Puerto de la Cruz), tendrá lugar mañana,
domingo, día 7 del actual mes una escogida velada literario-teatral .
Dicho festival estará a cargo del Cuadro de
Declamación Campoamor del expresado Centro de Instrucción y Recreo, y se
celebrará a las ocho y media de la noche.
Primera parte
1. Sinfonía.
2. “En que consiste la dicha”, comedia en un
acto y en verso. Reparto: El Sr. Antón, don Eduardo García Carmenate; María,
señorita Isabel Garrido Luis; Perico, don Manuel Fernández Fuentes; D. Blas,
don Gregorio Fernández García.
3. “Al Valle de la Orotava'', poesía de
Guillermo Belmonte Nuller, recitada por don Julián Fernández Calzadilla.
4. “Como rezan las solteras”, monólogo
cómico en verso, de Campoamor, por la señorita Dolores García Delgado.
5. “Los tres novios de Petrilla"
sainete en un acto y en prosa, original de Magín P. Riera. Reparto: Petrilla,
señorita Isabel Garrido Gil; Don Bonifacio, D. Francisco Pérez Correa;
Cascarilla. don Julián Fernández Calzadilla; El coronel, don Florencio Sosa
Acevedo; Zaragata, don Antonio Rey Alvarez; Cristóbal. don Eduardo García
Carmenate; Uno que espera, don Pablo Delgado Luis.
Segunda parte
1. Sinfonía.
2. “Justicia humana", cuadro dramático
en verso, original de José Pablo Rivas. Reparto: Blanca, señorita Antonia
Delgado Luis: Juan, el reo, don Pablo Delgado Luis: Confesor de la cárcel,
Manuel Fernández Fuentes; Hermano de la Caridad, don Eduardo García Carmenate;
periodista 1, don Francisco Pérez Correa; periodista 2, don Gregorio Fernández
García; Verdugo, XXX.
3. “Unas copitas de más", monólogo
cómico, por don Antonio Marrero González.
4. “El anillo de boda”, monólogo dramático
en verso, de Campoamor, por la señorita Isabel Garrido Gil.
5. “La venta de la burra”, tragedia
sevillana, de Juan F. Muñoz y Pabón. Reparto: un gitano, don Antonio Rey
Alvarez; una criada, señorita Isabel Garrido Gil: Don Rafael, don Florencio S.
Acevedo.
Resumen de la fiesta, en verso, por don
Sabas Pérez Correa.
Hicimos con
anterioridad un pequeño comentario acerca de la posición ideológica de
Florencio Sosa y su colaboración periodística en un “medio de derechas”. Cuando
aún ostentaba la presidencia de la Sociedad Valle de Taoro, en Las Dehesas, nos
sorprende con una artículo en el que nos da su versión sobre el Día de los
difuntos y la parafernalia que ya se daba a tal celebración, y que trascribo en
su integridad. Lo recogió el varias veces mentado periódico (Gaceta de Tenerife) el 2 de noviembre
de 1928, página 1:
Una fecha del calendario cristiano: el día
de difuntos.
Una lágrima por el muerto, se evapora; una flor sobre su tumba, se marchita; una
oración por su alma, la recoge Dios. S. Cipriano.
Día de difuntos. Tañen los bronces de la
torre. Misteriosos instrumentos de la muerte parecen producir el metálico
sonido, pausado, penetrante, desgarrador…
El recuerdo taladra nuestro corazón abriendo
sepulcros invisibles. Y la que se le estremecieron las entrañas al contener
nuestra existencia, aquella de la que somos pedazos desprendidos a fuerza de
dolores y sacrificios (imperio de leyes naturales y divinas), viene a habitar
en nuestro corazón, que estremecido por el recuerdo hace vibrar todo nuestro ser.
La madre, al recordar al hijo muerto, siente un estremecimiento como si a darlo
a luz fuera. La que joven aún perdió a su compañero después de haber traído al
mundo nuevos seres, enlutada, llorosa acaricia a sus pequeños retoños
diciéndoles: rezad, hijos míos, por vuestro padre que está en el cielo.
Todos traen a la memoria, conmoviéndose
hasta su última fibra, a los seres queridos que se fueron, pero que viven en un
recuerdo torturador, en una tristeza que nos agobia y destroza.
¡Seres que con vuestra eterna ausencia
amargáis los instantes de nuestra vida; días felices de nuestra infancia, que
ya no volveréis jamás; amores rotos, ilusiones perdidas!... ¿dónde estáis? Un
inmenso cementerio es hoy nuestro corazón agrietado por los sepulcros que el
recuerdo ha ido abriendo para encerrar tantos seres y tantas cosas que han
dejado de ser en la vida material, pasando a las regiones del espíritu. Y mi
alma llora sobre esos sepulcros, verdaderas tumbas despojadas de toda vanidad
humana y a donde debiéramos ir, no al cementerio material, a dedicar un
recuerdo a los que fueron...
El eterno carnaval del mundo no se detiene
siquiera breves horas ante el sagrado reposo de los muertos pues entonces no
sería eterno... Así el día de difuntos se turba la paz de los sepulcros
paseando sobre ellos charlando y riendo. Muy pocos labios se abren para
pronunciar una oración por los muertos: reducido es el número de los que
guardan un piadoso recuerdo para los que ya no existen: cúbrese, sí, de vanidad
sus tumbas como si fuesen altares de boda. Y entonces, cuando la industria y el
comercio ha engalanado la morada de los muertos, la multitud va al
Cementerio...
El orgullo de los poderosos no se detiene
ante la puerta de los cementerios. Siempre erguido penetra hasta, el interior
de las necrópolis, construyendo lujosos sepulcros, que, en nuestra opinión,
vienen a ser monumentos de ignominia para los muertos, ridícula y triste
manifestación del poder del dinero, alarde estúpido ante los humildes nichos y
los pequeños sepulcros abiertos en el seno de la tierra.
(continuaremos)
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