Doloroso resulta ver en el Cementerio tanta
vanidad. Ricas y esmeradas habitaciones para guardar despojos miserables de
nuestra existencia: eso nos espera, a algunos, al borde del sepulcro. A otros
nos espera en plena vida el triste receptáculo de una cueva o algo parecido,
que bien pudiéramos llamar cementerio de los vivos y ante el cual debiéramos
consternarnos más que ante la morada silenciosa de los muertos.
Las lágrimas humedecen nuestros ojos y
abundantes las derramamos sobre el yerto cadáver que albergó una vida... Y
lloramos porque un ser querido se apartó de nosotros para siempre. Edificamos
tumbas de piedra o mármoles para que sus huesos reposen tranquilos y adornamos
sus sepulcros con flores, cintas y mil vanidades.
Antes de la muerte, en la vida, en esa vida
en que luchamos todos, unos contra otros, sin escrúpulos, cuando necesitamos
algo que alivie y haga llevadera nuestra existencia, únicamente obtenemos el
desengaño de vivir solos con nuestras penas. ¡Qué contraste! En la vida nos
dejan solos y después nos van a hacer compañía al borde de los sepulcros...
Un ruego para cuando me toque morir. Poned
el ataúd que contenga mis despojos en una zanja abierta en la tierra; tapadlo
con tierra; clavad una simple cruz, sin mi nombre. No merece más el cuerpo
humano. Acordaos del alma, del espíritu, que soy yo. Acordaos de
"mí", no de mis despojos que se convertirán en polvo, en nada, porque
"yo" vivo... Y pensad en "mí" en silencio, lejos de la
multitud que acude al Cementerio llevando productos industriales para adornar
nuestra podredumbre... No me hagáis habitación de piedra o mármol que yo no
"vivo" allí; mis huesos estarán fríos, pero no sienten frío... No
hagas nada en memoria mía en que tenga que actuar tu cuerpo, porque yo soy
espíritu y sólo necesito de tu espíritu en oración...
El importe de esa habitación que habíais de
construir sobre mi última morada, inviértelo en una vivienda para ti o para tus
semejantes; lo que hubieses de gastar en adquirir un ángel de muda piedra dalo
para obras buenas convirtiéndote tu en ángel, porque ángeles de piedra, mármol,
bronce... hay muchos sobre la tierra.
Los que abandonaron este mundo solo piden
oraciones. La Iglesia se enluta y ora. Imitemos a la Iglesia y prescindamos de
esas otras vanidades que se ven en los cementerios en este día y que tan poco
gratas deben de ser a los muertos.
Florencio SOSA ACEVEDO. Puerto do la Cruz,
Noviembre 1928.
En noviembre
del año siguiente aparece este ilustre dehesero como padrino de bodas en Gaceta de Tenerife, 16 de noviembre de
1929, página 3
Ecos de Sociedad. Bodas.
Ha contraído matrimonio en el Puerto de la
Cruz con la señorita Rosario Cabrera Abrante, el joven don Domingo Sosa
Carballo. Fueron apadrinados por la señora doña Manuela Martín y por don
Florencio Sosa Acevedo. Deseamos a los contrayentes muchas felicidades.
Finalizamos
la década de los veinte con una nueva velada (escolar) en el Casino, cuyo
programa se recoge en Gaceta de Tenerife,
8 de diciembre de 1929, página 9:
En el salón de espectáculos de la entusiasta
sociedad Valle de Taoro, del barrio de las Dehesas, en el Puerto de la Cruz, se
celebrará hoy, domingo, día 8 del actual mes, una interesantísima velada.
Los números de esa fiesta estarán a cargo de
un Cuadro artístico formado por las niñas, niños y jóvenes de las escuelas de
dicho barrio.
El líquido de lo que se recaude se destinará
a los niños de la escuela. Interesa, principalmente, que asistan los padres y
las madres de los niños.
El orden del espectáculo es el siguiente:
Primera parte
1. “Sobre Cultura elemental”, por don
Florencio Sosa Acevedo.
2. Explicación acerca de una pequeña
sociedad, creada en la escuela de niños.
3. Saludo y presentación de los ‘artistas’,
en verso, por el niño Pedro Díaz Villar.
4. “¡Sin pan y sin escuela!”, boceto
dramático, escrito expresamente para esta velada por don Florencio Sosa
Acevedo. Reparto: Lolita, Manuela García Yanes; Carmita, Rosa Martín Díaz;
Clara, María Luisa Estévez Luis; Rosita, María de los Ángeles García Delgado;
don José, Maximiano Yanes Cabrera; Antonio, José Manuel Alonso Pérez; Emilio,
Francisco Afonso Pérez; Juanito, Pedro Afonso Pérez; Felipe, Patricio Abrante
Martín; Fernando, Ángel Barroso Abrante; Serafín, Miguel Hernández González;
Julián, Manuel García Delgado.
5. “El chico de la escuela”, poesía de Ángel
Acosta, por Julián Fernández Calzadilla.
6. “El niño desamparado y la Caridad”,
diálogo. Reparto: Caridad, Paulina Luis. Abreu; Niño, Pedro Afonso Pérez;
Ángeles, las niñas Blanca Bravo y Candelaria Acevedo.
Segunda parte
7. “Las dos grandezas”, diálogo, de
Campoamor. Reparto: El Rey, Antonio González Bravo; Diógenes, José Ruiz
Calzadilla.
8. “Un sueño”, poesía de Juan de Bustamante,
por Maximiano Yanes Cabrera.
9. “El santo de chaqueta y pantalón”,
comedia. Reparto: Antonio, Francisco Hernández González; Basilio, Casiano
Amador Pérez; Camilo, Pedro Díaz Villar; Diego, Domingo González Bravo;
Evaristo, Elías Amador Pérez.
10. Lectura de varias poesías, por don
Florencio Sosa Acevedo.
11. “Las andanzas del churro”, comedia de
Manuel Graña. Reparto: Churro, José Ruiz Calzadilla; José, Lorenzo García
Cabrera; Rafael, Pedro García Linares; Ramiro, Antonio González Bravo.
12. Resumen del acto, por D. Sabas Pérez
Correa.
Bueno sería
leer y releer por si nos ‘pega’ algo. Qué pena de institución (Sociedad Valle
de Taoro). Quién te ha visto y quién te ve.
Cuánto le
gustaría a un servidor que alguno de mis lectores extendiera estos apuntes
entre aquellos que puedan guardar relación con ese núcleo poblacional de Puerto
de la Cruz. Y si posible fuera que familiares directos de los hasta ahora
nombrados ‘presumieran’ de lo mucho que se hizo en el barrio en la década
referenciada (y en la siguiente, que será tema de otras próximas entregas),
quizás despierte conciencias dormidas. Otra vez digo –escribo–: ojalá.
Déjenme unos
días para poner en orden el resto, que versará, prioritariamente, de la faceta
reivindicativa de Florencio Sosa y de sus ‘tropiezos’ con los gobiernos del
entonces. Hasta entonces.
(continuaremos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario