Debió
escribir Florencio Sosa a lo largo de 1929 un artículo titulado Estampas de la vida rural que fue
publicado en La Prensa. Siento no
haberlo encontrado, pero me dispensarán ustedes, estimo que sí, porque estos
relatos en el blog no pretenden, ya lo indiqué, ser trabajos de investigación
(lo dejo para jóvenes más y mejor cualificados), sino meras transcripciones de
reseñas periodísticas que ponen de manifiesto la inquietud cultural,
fundamentalmente, de quien fuera alcalde portuense y Diputado en las Cortes
Generales.
Al contenido
del artículo que se alude en el párrafo anterior de Florencio Sosa le replica
(ver ilustraciones que se acompañan) José Vázquez y Bello desde Tacoronte y que
se identifica, asimismo, como maestro de escuela. El protagonista de La Dehesa,
nacido en el seno de una familia de agricultores, debió argumentar que escuela
y azada no tenían que ser términos antagónicos (en la época, y hasta hace bien
poco, no estudiar significaba ir a jalar
por la guataca), y o bien no estuvo muy afortunado en lo expresado o no debió
ser interpretado adecuadamente.
A pesar de
dejar a la consideración de los que se asomen a Pepillo y Juanillo para que
amplíen las fotocopias que se adjuntan y lean cuanto estimen menester, les
facilito unas pinceladas:
Hace unos días,
el 27 de Diciembre último, vio la luz en GACETA DE TENERIFE un modesto trabajo
mío titulado: La Escuela Nacional Graduada y las Escuelas Unitarias (…). Lo
tienen ustedes en la primera de las imágenes, por si estiman leerlo en su
integridad.
Me ocupaba de
la inconstancia en la asistencia a clase, achacando la culpa de esto a los
padres de familia que emplean a sus hijos en ciertos quehaceres del campo,
ahorrándose así un par de peones, pues ellos, los padres de familia, consideran
que la Escuela no da de comer inmediatamente, y creen que estudiando se pierde
el tiempo (…)
Si después de cursar la primera enseñanza en
un pueblo de campo no tienen, como sucede, facilidad para adquirir otros
conocimientos y les sugestionara la afición a ser un buen mecánico práctico, un
impresor, o un herrero fundidor, etc., tendrían que dedicarse a la labranza, si
sus padres son labradores y si son pobres emigrar o coger la azada (…)
¿Es esto presentar a la Escuela como enemiga
de la azada? ¿Es esto mirar las cosas por un cristal muy OSCURO, o ESTAR CIEGO
para lanzar a la publicidad CIERTAS COSAS TAN RARAS QUE ASOMBRAN (?); según
escribe en un diario de la mañana el señor F. Sosa Acevedo? (…)
Porque si ese señor de Garachico SE PERMITIÓ
OPINAR sobre la no asistencia de los
chicos a las escuelas nacionales y dijo «que había que convencer a los padres
da que mandando a sus hijos a las escuelas, estos aprenderían a librarse de la
azada...», seguramente no lo hizo en el tono despectivo que cree el señor Sosa
y Acevedo (…).
Este denominado
señor de Garachico tercia igualmente en la ‘polémica’, agradeciendo,
obviamente, las atenciones del señor Vázquez y arremetiendo contra Florencio
Sosa. Pero, reitero, más que insistir por mi parte en desmenuzar las páginas de
los ejemplares de Gaceta de Tenerife, juzguen ustedes mismos tras la lectura de
las informaciones que se dejan señaladas. Y no olvidemos que Florencio Sosa
simultaneaba su ideología socialista-comunista con una profunda convicción
religiosa católica. Lo manifiesto por los enfoques que podamos darle a las
opiniones vertidas en estos artículos de opinión. No olvidando, por supuesto,
la línea editorial de La Gaceta, y que bien ‘alto y claro’ se expresa en su
mancheta.
Seguiremos en
una próxima ocasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario