…Gratuitamente
supone usted, señor Sosa, que nosotros tratamos de hundirlo porque no sea
maestro. Nada de eso; las cosas hay que ponerlas en su punto... Yo me alegraría
que lo fuera.
Dijimos que
los maestros "saben a qué atenerse en el desempeño de sus cargos", en
el sentido de que no ignoran lo que tienen que enseñar a sus discípulos, sin
que nadie tenga que hacerles indicaciones ni señalarles rumbos para ello; lo
que solo puede hacer el inspector-jefe de Primera Enseñanza, particularmente, y
oficialmente también.
Intelligenti
pauca. (A buen entendedor, pocas palabras.)
¡Válgalo
Dios, señor Sosa! ¡Qué cosas le pasan por el magín!
Dice usted:
Pero esto no quita pura decir que hay maestros que CUMPLEN
Y QUE NO CUMPLEN.
Esto lo sabe usted, y yo, y todo el mundo.
¿Eso de que
cumplan y no cumplan... a la vez? A la verdad, no lo sabía hasta ahora quo
usted lo dice, señor Sosa.
Cálamo currente.... o fallo del cajista
o linotipista… o burla, burlando...
Aquí
podríamos haber terminado estas cuartillas, pero antes es indispensable decir al
señor Sosa, que parece que le vino a plana y renglón lo de la nota informativa
del Gobierno civil, en que se llama la atención de aquellos maestros que,
"después de terminadas las vacaciones de Pascua, aún no se habían
reintegrado a sus destinos".
¿Esto lo
trajo a colación para poner el inri a los maestros, por los cuales siente tanta
simpatía, por su inapreciable obra cultural... etc., etc.?
Lo que
antecede, seguramente sería escrito así in
promptu, sin fijarse, porque el señor gobernador, en el uso de sus
facultades podría también haberse dirigido a cualesquiera otros funcionarios...
Usted pudo
haber pensado también que quizá esos maestros pudieran haber tenido algún
permiso para asuntos particulares, por enfermedad, etc., etc.
Averiguarlo
no nos incumbe. Para eso están los señores inspector e inspectora de Primera
Enseñanza de la provincia, que desempeñan sus cargos con verdadero celo y saben
la sanción que corresponde al maestro quo incumple sus deberes en la Enseñanza.
No necesitan Cirineo...
Todos
sabemos, como usted quiso decir, que hay maestros que no cumplen. Esto sucede,
aunque es la excepción, porque la generalidad cumple bien; usted mismo lo reconoce...
Pero como
cada cosa tiene su ijada, no debemos cometer exabruptos, que siempre son de
lamentar.
Ab-iratis arrojamos la cateya o el
tragacete, y quizá no nos sería fácil después restañar las heridas que
pudiéramos producir por nuestra poca táctica.
No todo el monte
es orégano, señor Sosa y Acevedo.
Medrados,
pues, estaríamos los maestros nacionales con un tan ínclito defensor que nos
sublimase poniendo en tela de juicio nuestro celo en el cumplimiento de
nuestros deberes profesionales y nuestra vocación.
¿Habremos
tomado el rábano por las hojas, y habremos saltado como si experimentáramos la
inquietud que nos produjera las picadas de cínifes?
¡Ojalá, y así
fuera! Porque no es verdad tanta belleza.
El señor Sosa
dice luego : ''Usted añadirá (después de transcribir la parte esencial de la
información del Gobierno civil) que los maestros ganan poco, que se les trata
mal, etc. Ciego sería si no lo reconociera; pero eso es "harina de otro
costal" y los que ingresan en el Magisterio ya saben lo que pasa...
Veamos,
veamos: ¿Por qué habré de añadir yo que los maestros ganan poco? ¿Para justificar
la falta de reintegrarse los mismos a sus destinos si tal falta existiera?
Realmente,
los maestros ganan poco en relación a su trabajo, aunque los de ciertas
categorías perciben haberes de 6
a 8.000 pesetas anuales.
¿Para qué
habría yo de argüir que a los maestros se les trata mal? ¿Para probar de ese
modo la inocencia de la falta que se les imputa? ¿Y por qué se les trata mal?
En lo de
ciego sería si no lo reconociera, ¿a quién se refiere, a mí o a usted? Estoy por
creer que el linotipista se echó un salto y dejó de poner algún renglón, pues de
lo contrario, me resulta una correlación bastante enigmática, truncada y
macarrónica..., obscura y falta de sentido.
Luego dice: y
los que ingresan en el Magisterio ya saben lo que pasa... ¿Y qué
pasa? ¿Podría
usted, señor Sosa, relatarlo?...
¿Se referirá
voacé a los maestros de escuela privada o pública? Porque tienen diferente
denominación... Además: ¿qué es lo que saben que pasa?...
Si la cosa es
secreta, no la diga, y que el sentido del párrafo queda como paradógica, ¿le
parece?
Y que cada
maestrillo tenga su librillo... Y aquí paz...
Yo estoy
convencido de que a usted le guía un buen deseo en lo de escribir en pro de la
Enseñanza, y que se interesa con fe en que el problema de las construcciones escolares
se llevara a feliz resolución, ayudando en la medida de sus fuerzas; y en ello
debe de insistir y todos deben aportar su grano de arena en esa buena propaganda.
Ahora bien:
Toda otra cosa que no sea ayudar al educador para facilitar la gran obra
cultural, siempre resultará extemporánea, ineficaz.
Y, por mi
parte, termino esta charla, señor Sosa y Acevedo, despidiéndome de usted con
todo afecto (lo digo como lo siento) y echando al olvido lo de la azada, que ya
no debemos de tocar más. ¿Le parece?
Y meditemos
bien nuestros escritos, para que, ni en el fondo ni en la forma, puedan ser
considerados contumaces.
Porque qui bene legit multa mala tegit. Y...
¡abur!
José Vázquez y
Bello. Maestro de Primera Enseñanza. Tacoronte, barrio ciudad de Waque, Enero
de 1930.»
En otro
periódico, El Progreso, al día
siguiente, 24 de enero de 1930, continuará la ‘polémica’. Pero ese será asunto
de la sexta (¿o séptima?) entrega. Hasta entonces.
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