viernes, 30 de diciembre de 2011

Un entusiasta dehesero (5-2)


…Gratuitamente supone usted, señor Sosa, que nosotros tratamos de hundirlo porque no sea maestro. Nada de eso; las cosas hay que ponerlas en su punto... Yo me alegraría que lo fuera.
Dijimos que los maestros "saben a qué atenerse en el desempeño de sus cargos", en el sentido de que no ignoran lo que tienen que enseñar a sus discípulos, sin que nadie tenga que hacerles indicaciones ni señalarles rumbos para ello; lo que solo puede hacer el inspector-jefe de Primera Enseñanza, particularmente, y oficialmente también.
Intelligenti pauca. (A buen entendedor, pocas palabras.)
¡Válgalo Dios, señor Sosa! ¡Qué cosas le pasan por el magín!
Dice usted: Pero esto no quita pura decir que hay maestros que CUMPLEN
Y QUE NO CUMPLEN. Esto lo sabe usted, y yo, y todo el mundo.
¿Eso de que cumplan y no cumplan... a la vez? A la verdad, no lo sabía hasta ahora quo usted lo dice, señor Sosa.
Cálamo currente.... o fallo del cajista o linotipista… o burla, burlando...
Aquí podríamos haber terminado estas cuartillas, pero antes es indispensable decir al señor Sosa, que parece que le vino a plana y renglón lo de la nota informativa del Gobierno civil, en que se llama la atención de aquellos maestros que, "después de terminadas las vacaciones de Pascua, aún no se habían reintegrado a sus destinos".
¿Esto lo trajo a colación para poner el inri a los maestros, por los cuales siente tanta simpatía, por su inapreciable obra cultural... etc., etc.?
Lo que antecede, seguramente sería escrito así in promptu, sin fijarse, porque el señor gobernador, en el uso de sus facultades podría también haberse dirigido a cualesquiera otros funcionarios...
Usted pudo haber pensado también que quizá esos maestros pudieran haber tenido algún permiso para asuntos particulares, por enfermedad, etc., etc.
Averiguarlo no nos incumbe. Para eso están los señores inspector e inspectora de Primera Enseñanza de la provincia, que desempeñan sus cargos con verdadero celo y saben la sanción que corresponde al maestro quo incumple sus deberes en la Enseñanza. No necesitan Cirineo...
Todos sabemos, como usted quiso decir, que hay maestros que no cumplen. Esto sucede, aunque es la excepción, porque la generalidad cumple bien; usted mismo lo reconoce...
Pero como cada cosa tiene su ijada, no debemos cometer exabruptos, que siempre son de lamentar.
Ab-iratis arrojamos la cateya o el tragacete, y quizá no nos sería fácil después restañar las heridas que pudiéramos producir por nuestra poca táctica.
No todo el monte es orégano, señor Sosa y Acevedo.
Medrados, pues, estaríamos los maestros nacionales con un tan ínclito defensor que nos sublimase poniendo en tela de juicio nuestro celo en el cumplimiento de nuestros deberes profesionales y nuestra vocación.
¿Habremos tomado el rábano por las hojas, y habremos saltado como si experimentáramos la inquietud que nos produjera las picadas de cínifes?
¡Ojalá, y así fuera! Porque no es verdad tanta belleza.
El señor Sosa dice luego : ''Usted añadirá (después de transcribir la parte esencial de la información del Gobierno civil) que los maestros ganan poco, que se les trata mal, etc. Ciego sería si no lo reconociera; pero eso es "harina de otro costal" y los que ingresan en el Magisterio ya saben lo que pasa...
Veamos, veamos: ¿Por qué habré de añadir yo que los maestros ganan poco? ¿Para justificar la falta de reintegrarse los mismos a sus destinos si tal falta existiera?
Realmente, los maestros ganan poco en relación a su trabajo, aunque los de ciertas categorías perciben haberes de 6 a 8.000 pesetas anuales.
¿Para qué habría yo de argüir que a los maestros se les trata mal? ¿Para probar de ese modo la inocencia de la falta que se les imputa? ¿Y por qué se les trata mal?
En lo de ciego sería si no lo reconociera, ¿a quién se refiere, a mí o a usted? Estoy por creer que el linotipista se echó un salto y dejó de poner algún renglón, pues de lo contrario, me resulta una correlación bastante enigmática, truncada y macarrónica..., obscura y falta de sentido.
Luego dice: y los que ingresan en el Magisterio ya saben lo que pasa... ¿Y qué
pasa? ¿Podría usted, señor Sosa, relatarlo?...
¿Se referirá voacé a los maestros de escuela privada o pública? Porque tienen diferente denominación... Además: ¿qué es lo que saben que pasa?...
Si la cosa es secreta, no la diga, y que el sentido del párrafo queda como paradógica, ¿le parece?
Y que cada maestrillo tenga su librillo... Y aquí paz...
Yo estoy convencido de que a usted le guía un buen deseo en lo de escribir en pro de la Enseñanza, y que se interesa con fe en que el problema de las construcciones escolares se llevara a feliz resolución, ayudando en la medida de sus fuerzas; y en ello debe de insistir y todos deben aportar su grano de arena en esa buena propaganda.
Ahora bien: Toda otra cosa que no sea ayudar al educador para facilitar la gran obra cultural, siempre resultará extemporánea, ineficaz.
Y, por mi parte, termino esta charla, señor Sosa y Acevedo, despidiéndome de usted con todo afecto (lo digo como lo siento) y echando al olvido lo de la azada, que ya no debemos de tocar más. ¿Le parece?
Y meditemos bien nuestros escritos, para que, ni en el fondo ni en la forma, puedan ser considerados contumaces.
Porque qui bene legit multa mala tegit. Y... ¡abur!
José Vázquez y Bello. Maestro de Primera Enseñanza. Tacoronte, barrio ciudad de Waque, Enero de 1930.»
En otro periódico, El Progreso, al día siguiente, 24 de enero de 1930, continuará la ‘polémica’. Pero ese será asunto de la sexta (¿o séptima?) entrega. Hasta entonces.

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