Manifiesta Manuel Domínguez, alcalde la Histórica Villa (¿o Villa Histórica?) de Los Realejos que hay que tocar en las puertas de la UE para que pueda ser posible la construcción del muelle deportivo-comercial de Puerto de la Cruz. Bien, nada que objetar. Y digo más: cuanto más se amplíe el abanico peticionario, mayores posibilidades existirán de que las subvenciones lleguen. Ocurre exactamente igual que cuando uno se empeña en publicar un libro: debe tocar en puertas privadas y públicas y esperar pacientemente. Como lo vengo haciendo desde hace varios meses. Pero ese es otro cantar. Por ahora.
Quisiera pensar que cuando Manolo hizo estas declaraciones, hace escasos días, estaba pensando en el discurso peticionario (¿mendicante?) de Paulino (no se le conoce otro), que siempre está dirigiendo su vista a Madrid porque nos deben la Biblia en pasta. Pero mi alcalde olvida (no sé si conscientemente o no) que hasta hace bien poco su partido formaba parte del gobierno canario. Y que otro realejero, Sebastián Ledesma, fue miembro destacado del organigrama, sin que se le conozca un paso decidido para la consecución de este objetivo que supondrá –eso alegan todos, plataforma incluida– el revulsivo que Puerto de la Cruz está requiriendo. Yo no lo tengo tan claro. Y Soria algo tendrá que alegar desde su flamante ministerio.
Pero es más. En la actualidad Sebastián, ahora portuense de toda la vida, forma parte de la Corporación del Penitente. Y ocupa un puesto bien destacado y notorio. Y que yo sepa, pocos dedos ha movido para ‘mojarse’ en este asunto. Parece que se embarcó con la Virgen del Carmen en julio próximo pasado, pero nada más. Un servidor teme que el acomodo les puede. Porque mi teoría es bastante simple: cuando se cruzan los brazos y se inicia un característico juego digital (dactilar) que consiste en hacer círculos con los pulgares e índices de ambas extremidades superiores justo encima de cierto sobresaliente corporal, nos hallamos ante el primer síntoma de escasez de ideas. Y como insiste el alcalde villero, Isaac Valencia, mientras tanto, ¿qué? Pues eso, jugar con los dedos.
No hizo falta ir a tocar en las puertas europeas para colocarnos (también digitalmente) un director de Seguridad y Emergencias en el ayuntamiento realejero. Y nos cayó un ‘marrón’, que se dice. Estuve echando una visual a su currículum, y nada nuevo bajo el sol. Comparando, a perdonar la petulancia, he sabido aprovechar mejor el tiempo que él. Y como conozco un porrillo de gente que hizo la carrera de periodismo en los pasillos y despachos del profesorado (a buen entendedor…), y he tenido la oportunidad de seguir ciertas trayectorias posteriores (mientras uno se rompía los cuernos, con perdón, lidiando chicos en colegios e institutos), pues qué quieren que les diga: que haya suerte. Pero coincido con Jonás (Izquierda Unida) en que para hacer un Plan de Emergencias, tan necesario en un municipio de 40.000 habitantes, no nos vale con un supuesto mirlo blanco, máxime cuando su principal quehacer reconocido haya sido el de ser portavoz de diferentes instituciones (lo de la suficiencia investigadora suena a chiste, y malo).
Creo que es en los tiempos de crisis cuando se demuestra la valía de nuestros gobernantes. Y siento discrepar radicalmente de la llegada de José Marrón a este nuevo cargo en el consistorio realejero. Porque entre alegar que existen 5000 parados en el pueblo y luego recurrir a este tipo de nombramientos, se halla un profundo socavón muy difícil de rellenar (y de digerir). Me recuerda un hecho acaecido allá por la década de los ochenta del pasado siglo, y que al menda le correspondió ‘sufrir’ y que nos trajo a mal vivir durante un buen periodo de tiempo a quien esto suscribe y al entonces concejal delegado de Policía. Pero esa es una historia que está guardada en el baúl de los recuerdos a la espera de que un buen día dé el paso para escribir mis memorias políticas. Que para eso estudié Ciencias de la Información (Periodismo), me concedieron la ‘suficiencia investigadora’, simultaneé trabajo y estudio durante muchos años… y tengo unos títulos enrollados en una gaveta de un armario de mi casa. Ahora todavía cobro –espero que me dejen– una pensión legítimamente conseguida. Sin trampa ni cartón. Sin recurrir a amaños ni artimañas.
Y me entretengo con este blog en el que vierto opiniones. De las que soy el único responsable. Por lo que estoy en condiciones de comerme mis marrones. Pero no me indigesten con otros. Como lo cortés no quita lo valiente: toda la suerte del mundo a todos y cada uno de los miembros de la policía local realejera, comenzando por Juan Manuel, el jefe, y concluyendo con el último que se haya incorporado.
Pues no, a mí nadie me consultó. ¡Ah!, como el hábito no hace al monje, no por mucho colocarse uno el escudo en la solapa llega a ser lo que realmente no es y aparentar lo que en el fondo constituye mero disfraz.
Hasta mañana.
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