martes, 21 de febrero de 2012

Clases de religión

A lo largo de mis años en la docencia he tenido la oportunidad de compartir labores con excelentes profesionales. Y entre ellos, los de religión. Sin dogmatismos, sin aspavientos, sin proselitismos de tres al cuarto y respetando a los que, libremente, decidían no acudir a esas clases. Por los motivos que fueren. Recuerdo que el colegio de Toscal-Longuera (algunos cursos estuvimos allí) existía una matrícula bastante elevada de alumnos extranjeros. La inmensa mayoría optaba por cursar el área alternativa a la formación religiosa (católica). Llámalo Ética, Educación para la Ciudadanía o jugar al ajedrez. Dentro de bien poco desaparecerán todas estas opciones y entraremos –también las ovejas descarriadas– al redil del catecismo. Para general regocijo de ciertos curas que tienen atemorizada a su feligresía hasta tal punto que en esos entornos nadie osa dejar de apuntar a los críos en religión.
Se han empeñado los carcas fundamentalistas –sí, esos que no ven su joroba sino la ajena– en sembrar cizaña. Cuanto más, mejor. Para disfrutar de los privilegios que el pescar en tales ríos revueltos les brinda. No conformes con la x en el casillero, con cepillos, con colectas y mil zarandajas más, siguen queriendo meter las narices en los asuntos que ni por asomo son de su incumbencia. Las prerrogativas de la religión católica, no contempladas en precepto constitucional alguno (más bien todo lo contrario), han llevado al cardenal Lluís Martínez Sistach a opinar que los niños sin estudios de religión "padecen un analfabetismo de cultura religiosa que incide en su nivel cultural general, más bien bajo", y que al no darles una formación religiosa se fomenta su "atracción por las sectas y los fundamentalismos". Y es que en su última carta pastoral, titulada "La clase de religión enriquece a los hijos", el cardenal-arzobispo anima a todas las familias que estos días empezarán a matricular a sus hijos para el próximo curso para que "pidan la clase de religión católica para sus hijos".
Me imagino que si no lo hacen, el fuego eterno los chamuscará para siempre jamás. Ignora, o lo pretende, el citado clérigo que, y hasta los propios profesores de su asignatura lo reconocen, son esos alumnos alejados de todo tipo de contaminación (eso es de mi cosecha) los que suelen ser más brillantes en los estudios. Es más, fui testigo del enfado de una madre que protestaba airadamente el aprobado de su hijo en religión cuando había suspendido el resto de materias, y añadía que con toda la razón del mundo. ¿Una María? ¡Ah!, je ne sais pas.
"Hoy los niños y adolescentes padecen un analfabetismo de cultura religiosa y esto incide en su nivel cultural general, más bien bajo. La clase de religión contribuye a que los alumnos puedan comprender muchísimos contenidos de nuestra historia, de nuestra cultura que están tejidos de contenidos cristianos", argumenta el prelado.
No, monseñor (¿se le trata así?), ese planteamiento no es correcto. Lo dice Pisa y hasta la Torre Eiffel. Lo que usted alega en el párrafo anterior se estudia en una clase normal de Historia. Y el analfabetismo aludido se detecta en las materias básicas: matemáticas y lenguaje. Lo demás vendrá por añadidura. Y si no, déjese de monsergas y métase en una clase con esos niños a los que usted tanto adora.
Si las clases de religión y moral católica ofrecen valores "serios y auténticos" frente a los que ofrece la sociedad actual a los adolescentes y los jóvenes, reclúyalos en la Sagrada Familia y no les deje asomar el hocico para que no se contagien.
Habla de sectas –el peligro para los no catequizados– y no se recata en afirmar que la suya da mejores resultados. Pues ahí están los templos, casas parroquiales y demás propiedades de ese vasto chiringuito. Pero deje tranquilos los centros docentes que fueron construidos para otros menesteres con dineros públicos, incluyendo los procedentes de aquellos que no optaron por poner la x, que no pisan una iglesia y que comulguen de manera diferente.
Ignoro, señor Sistach, cuántas confesiones religiosas existen en nuestro país. Pero imagínese que todas quisieran las prerrogativas que usted demanda para la suya. Estarían –y están– en su pleno derecho. En este estado aconfesional sería un verdadero caos, ¿no cree? Salvo la católica, las demás actúan en sus círculos más íntimos y no requieren espacios añadidos, Y aun así, dentro de mi más absoluta incredulidad, observo que si alguna está en declive, no debe buscarla mucho más allá de su campo visual. Algo les deberá estar fallando. Zapatero, y su partido, fue ampliamente derrotado por su mala gestión. Pongan, pues, sus barbas a remojar.

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