Llevo unos
días enfrascado en la lectura de artículos que vieron la luz en periódicos de
esta isla (al menos tan mía como de don José), entre los que también se halla
El Día. Me ronda la idea de ver publicada una selección de ellos. La esperanza
me mantiene. Otros editan comentarios y pareceres de ‘otros’ (incluyendo
pregones), y no pasa nada, oiga, no pasa nada. Al menos puedo asegurar (pongo
la mano en la Constitución) que de ‘mis’ errores escritos soy el único
responsable.
Han pasado algunas
décadas de aquella aventura que me llevó a remitir bastantes colaboraciones a
la prensa. Que tuvo su inicio en julio de 1987 con una vieja máquina de
escribir, que luego fue sustituida por una eléctrica que contenía una memoria
de unas 500 palabras. Pero que se ‘vaciaba’ en cuanto imprimías el medio folio,
línea arriba, línea abajo. Aunque ya era un adelanto considerable. Guardo la
colección tal y como fue publicada, porque, obviamente, no figuran en soporte
digital alguno. Ya me veo escaneando el día que tenga algo más de tiempo. Menos mal que hoy los ‘inventos’
hacen prodigios.
Luego vino el
primer ordenador. Con una capacidad de aguante (memoria RAM creo que la mentan
por ahí, corríjanme please) tan
escasa que se requería el auxilio de los disquetes de 3.5 pulgadas. La
colección se conserva en la disquetera correspondiente y he podido recuperar un
significativo número de aquellos prodigios grabados con el WordPerfect y Ami
Pro. No saben la alegría que me llevé cuando hice tal descubrimiento. Todo
antes que volver a teclear algunos centenares de aquellos, por ejemplo, Desde
La Corona, que firmaba un tal M. García.
Me he
percatado, y será ello motivo para la oportuna introducción de esa publicación,
en el caso de que pueda ser factible, de que el paso de más de veinte años bien
poco ha significado en demasiadas facetas de la vida. De la política ni te
cuento. Es probable que coja alguno de ellos, le cambie la fecha y el titular y
cuele como de ahora mismo
En el proceso
de husmear estaba cuando vislumbro, de etapa más reciente (año dos mil y
siguientes), dos joyas que me voy a permitir la licencia de volver a
reproducir. Al menos por dos motivos. El primero, y principal, la serie que
vengo dedicando a la figura de Florencio Sosa, porque en ambos lo menciono. Y
la segunda, y no por ello menos importante, porque reflejan la apatía que aún
encontramos en los diferentes colectivos que vegetan en los barrios, en los
pueblos. Como pueden ser las asociaciones de vecinos, por las que corporaciones
anteriores se volcaron y las dotaron de excelentes locales, en los que, salvo
las honrosas excepciones, bien poco lustre se está sacando. O entidades
privadas (las más con las puertas cerradas a cal y canto) que subsisten…
Mejor, lee y
concluye con la reflexión que estimes adecuada para la situación. En aquel
tiempo uno era aún miembro de la sociedad que se menta, a la que le dedicó un
libro titulado ‘75 años en la historia de un barrio’ (Las Dehesas, Puerto de la
Cruz) y que presentamos en el Salón Noble del ayuntamiento portuense (que presidía
el amigo Salvador García). No lo pudimos hacer, qué paradoja, en la propia
entidad que con tanto mimo sacaron adelante unos ‘entusiastas deheseros’ (con
Florencio en el pelotón de vanguardia), porque la junta directiva se retractó
al día siguiente de haber hecho la declaración, ante la Asamblea, de que algo
aportarían. Puede que pasados ciertos efluvios consideraron conveniente que no
interesaba rescatar un pasado que lo mismo les podía poner la cara colorada de
vergüenza.
Esta fue la
primera, publicada en el periódico La Opinión el 9 de diciembre de 2000:
«Despierta,
Florencio Sosa
Me llegan
comentarios del Casino de La Dehesa y siento rabia contenida. Setenta y ocho
años de historia y la obra de Florencio Sosa convertida en una vulgar
tasca de chochos, moscas y vino. Los
periódicos, único elemento cultural de estos momentos, casi salen por la
puerta. Botón de muestra del orden que reinó en décadas anteriores. Los
actuales dirigentes (¿...?), hinchados de cultura gastronómica, le han dado
tremenda bofetada a los ilusionados emprendedores de los años veinte.
En el mes de
enero de este año se celebró la pertinente sesión de la Asamblea General. En la
Memoria leída por el secretario, unos párrafos de buenas intenciones, pero ni
una línea a las actividades realizadas en el ejercicio de 1999. Normal, no se
había hecho nada de nada. Espero que haya sido capaz de presentar su dimisión,
porque finaliza otro año y no se ha movido una paja. Y si no es capaz de tirar
de la carreta, que abandone los bueyes a su destino. Puede que haya recogido en
el acta de dicha reunión las palabras de cierto directivo acerca de la
colaboración del Casino para publicar la historia de la Sociedad. Que debió
pronunciarlas en cierto estado, porque al día siguiente ya no se acordaba. Quizás
el vino blanco y los altramuces produzcan tremenda amnesia.
Cuán
necesitados están algunos de leerse estatutos y actas. Para que se percaten de
cómo en años idos se llevaban a cabo grandes cosas. Con escaso presupuesto y
con gran dosis de imaginación. Sólo queda un equipo de dominó que pasea el
nombre de la entidad –Valle de Taoro- por los rincones de la isla. El grupo
folclórico pasó a mejor vida tras unos últimos años de tiranteces y
enfrentamientos. Recuerdo una propuesta de cambio en la denominación. Se creía
oportuno suprimir lo de “instrucción y recreo” por “cultural”. Menos mal que no
se llevó a efecto.
Haría falta
rescatar las andanzas de ese gran maestro y político que fue Florencio Sosa.
Confeccionar un buen número de páginas y hacerlas leer a muchas gentes de Las
Dehesas. Para comprobar si con sus enseñanzas les entra un fisco de vergüenza.
Incluido alguno de los actuales dirigentes (¿...?), que se jacta de haberle
escrito una carta en 1972 para que acudiera a los actos del 50º aniversario. Pues
el contenido de la propia misiva bien puede valer de primera lección. En los
archivos se halla presente. Espero que no la hayan arrojado a la basura. O
utilizada para envolver algo. ¡Qué pena!»
Mañana, para
no cansarte, concluiremos con la segunda. Gracias.
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