Y el segundo de los artículos aludidos apareció publicado en el mismo periódico (La Opinión) el 24 de agosto de 2001. Cuando he vuelto a leerlo me asalta la duda de la expresión del ‘retiro sevillano’. Como no obra la carta que se alude en mi poder, no recuerdo cuál era su lugar de procedencia. Si es cierto de que fue en la provincia sevillana donde Florencio sufrió el fatal accidente que le provocó su muerte, aunque su residencia estaba en Alicante.
En la fotografía de ayer figuraba el viejo piano (largo espacio se le dedica en el libro que el anterior post se dejó mencionado) y que constituye toda una reliquia (espero que no lo hayan arrojado a la basura; cosas casi peores se han visto). En la de hoy (a perdonar la mala calidad del escaneo), la lista de los socios fundadores, el cuadro de honor de este entidad portuense que en este próximo mes de abril cumplirá su primeros noventa añitos.
Ya que no conocí personalmente a Florencio, me permitía charlar con él. La imaginación nos concede tales licencias:
«Si levantaras la cabeza, Florencio
¿Recuerdas, Florencio, cuando en 1972 escribiste aquello de “unos entusiastas deheseros”? Y te alegrabas, desde tu “retiro” sevillano, de que aquella ilusión de principios de los años veinte hubiese sido capaz de perdurar. Eran las Bodas de Oro de la Sociedad de Instrucción y Recreo “Valle de Taoro”. Así, con mayúscula. Se cumplían cincuenta años de un proyecto cultural y de ocio. Tu hermano Marcelino se había marchado a Cuba y allá descansa para siempre. Tú, junto a un grupo de buenos amigos, marcaste la impronta de una entidad que supuso un hito en la historia portuense. Tu carácter emprendedor, de profunda acción social, supuso que el Casino de Las Dehesas ocupase lugar prominente. Y en un barrio agrícola, semianalfabeto, en años difíciles. Lo que eleva más el listón, sin duda.
Pues, Florencio, ese espíritu dehesero ha desaparecido. Al menos como a ti te gustaría. El Casino sigue abierto, pero no es lo que era. Ni una semejanza, como decía mi suegra. Ahora es un chiringuito, como aquellas ventas de antaño en las que no faltaba el vaso de vino, el puñado de chochos y el aderezo de unas cuantas moscas. No, Florencio, ni una velada parecida a las que tú organizabas. Ni un mísero acto cultural. Y eso que el ayuntamiento, que tú también presidiste, ofrece su inestimable colaboración. Y aporta, gratuitamente, espectáculos, conferencias, charlas... Debe ser que gobiernan los socialistas. Cuando uno creía superadas esas supuestas barreras ideológicas, puede que algún directivo, rememorando pretéritas andanzas, preferiría que fueran otros los que ocuparan el edificio consistorial. Que es completamente lícito, Florencio, y que tú, como buen demócrata, practicaste. Pero que no debe ser pega ni cortapisa para que se prive a unos socios, y al vecindario en general, de todo tipo de actividad.
Sé que es duro lo que te cuento, pero es la triste realidad. No se hace nada. Pasan años y ni existe la memoria de actividades. Claro, ¿para qué?, ¿de qué? Es que por haber, Florencio, ni siquiera la memoria histórica. Porque, incluso, quienes se jactan de haberte escrito para que acudieras a los actos anteriormente reseñados, han borrado de sus seseras su propia trayectoria. Y el pueblo que olvida su historia no merece mayores consideraciones.
Triste, ¿verdad, Florencio? Sí, abre diariamente, pero sólo para comprobar si se bate el récord del día precedente en la venta de vasos de vino. Los periódicos desaparecen. ¿Recuerdas su importancia? Y nadie se los lleva. Es que huyen cuando ven la puerta abierta.
Siento, Florencio, contarte estas cosas. Pero es penoso. Y el próximo mes de abril cumpliremos 80 años. Claro, lo celebraremos como siempre: con una buena cuchipanda para los orondos de siempre. Eso sí, Florencio, se cuidan bien. Siempre están gorditos y colorados».
Esa fue mi conversa con Florencio. Sigo pendiente de su respuesta. Aunque intuyo por dónde pueden ir los tiros. Porque la edad anquilosa los huesos, que no las ideas.
Corren tiempos en que ‘los cumples’ no me permiten las alternancias sociales de antaño. Puede que haga más de una docena de años que no piso el Casino de La Dehesa. Todas las referencias me indican que en este intervalo poco ha cambiado con respecto a los inicios de este nuevo milenio, de este siglo XXI. La cercanía de Santa Rita, y sus inquilinos, ha hecho posible que la ‘tasca’ se sostenga para general regocijo de los que levantan el país al calor de un vaso de vino. Pero no quiero volver a empezar. Cada cual piense y concluya lo que fuere menester.
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